El poder de la Daga - SwanQueen

"¡Hay que hacer esto, mañana mismo!"

"¡Hay que hacer esto, mañana mismo!"

Regina se despertó con una sensación diferente en el pecho. En su mente adormilada, pensó que era por estar libre por fin para vivir todas estas nuevas emociones. Después de que Emma se sació de rozarse contra su cuerpo y la sació a ella de paso, se habían quedado dormidas. Satisfechas como nunca. Emma volvía a ser Emma Swan, la misma Señorita Swan que llegó a Storybrooke a romper su insípida placidez, a destrozar sus manzanos y amenazarla con arrancar todo el resto de sus árboles. Más bien a arrancar todas sus asuntos de raíz poniéndolos patas para arriba. Era exasperante e inspiradora, en partes iguales. Tenía momentos de lucidez y momentos de ingenuidad, pero podía cubrir muy bien todos sus fallos con arranques valientes que Regina admiraba, por mucho que fueran herencia de los, a veces, odiosos Charming.

Lo del día anterior porque, por lo menos, habían pasado unas 15 horas o más desde que vieron a una tercera persona por última vez, había sido un tremendo caos. Todo se había desmadrado por culpa, en gran parte, de Robín y Killian. Pero Regina y Emma habían decidido que también tenían una parte de la responsabilidad, no por la actitud de los dos hombres, sino por la forma en la que los mantuvieron alejados e ignorantes de todo. No es que ellos fueran santos ni nada por el estilo, ambos eran un par de desvergonzados, pero ellas habían hecho algo parecido aunque no tuvieran que pagar (literalmente) por ello. La decisión antes de dormir era hablar con ellos ni bien estuvieran en condiciones de salir de sus vacaciones forzadas.

La sensación cálida en su pecho volvió y se intensificó haciéndola sonreír. Un leve toque erizó la piel de su nuca. Por mucho que su corazón estuviera despierto y feliz, ese toqueteo que pasaba, oportunamente, de derecha a izquierda con una fracción de segundos de diferencia, era algo mucho más humano que emocional. Abrió un ojo y reparó que Emma Swan hablaba muy bajito. Y si, hablaba con los pechos de la morena. Regina rodó sus aún cerrados e hizo una mueca de contrariedad divertida.

-Escúchame bien Thelma – decía Emma mientras rodaba la yema de su dedo por el pezón de la morena – te diga lo que diga Louise, yo las amo a las dos por igual ¿sabes?

Regina reprimió la risa al oír la conversación, desde luego la imaginación de Henry provenía de la rama familiar Swan.

-Louise, por favor – siguió la rubia – déjame que te explique cómo son las cosas, verás... Thelma es una chica muy dinámica, una muchacha atrevida, tiene confianza en sí misma, es acercarme y ya está sonriendo, eso me encanta de ella – ahora pasó el dedo por el otro pezón – mientras que tú eres diferente, tú eres un poco más demandante, lo tuyo es que te mimen para recompensar – hizo unas caricias más al mismo pecho – lo tuyo es que te hagan sentir más especial y, entonces, mírate, eres de lo más preciosa – Emma se emocionó demasiado con la descripción y acabo pellizcando ambos – oix mis nenas adorables que las quiero tanto – decía mientras les daba besos a ambas por igual.

Regina carraspeó – Señorita Swan... ¿no ha tenido suficiente con lo de ayer?

Emma levantó la vista y le sonrió - ya te dije que yo nunca tengo suficiente y menos de Thelma y Louise – pasó su dedo por el pecho izquierdo - ¿verdad que si?

-Si sigues así Thelma se pondrá celosa – le respondió Regina.

-No, no, Thelma es la que estoy tocando ¿ves? – expuso – siempre orgullosa – luego rozó el otro pecho – , pero por si Louise se pone celosa que es algo que sucede mucho y no queremos ¿verdad?

-Si sigue hablando como si le contestaran la enviaré a terapia, Señorita Swan.

-Me parece increíble que siendo tus pechos no puedas entenderlos – respondió la rubia – sinceramente, la que necesita terapia eres tú, terapia de pareja o con la pareja de pechos que tienes – puso una mano en su corazón con un gesto altruista – puedo mediar si quieres – y añadió – tienes unos pechos de lo más expresivos.