INTERLUDIOS

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I-I

Luna

Luna tocó el suelo, cayendo en cuatro patas. Su amorfa forma, una masa de poder y carne, formó en cuestión en segundos un cuerpo ágil y atlético de la especie que había creado, con la masa muscular justa y la altura correcta. Se irguió, colocándose de pie y aspiró el aire del día. Una carcajada brotó de su garganta, gutural y lobuna, como el reír de una hiena, pero más oscuro.

—¡Libre al fin! —gritó, dándose un golpe en el pecho. El olor del aire en el bosque donde había caído era virgen y puro, fresco. El calor del sol sobre su pelaje se sentía increíble. El sudor. Las pequeñas raspaduras en las almohadillas de sus patas y las palmas de las delanteras. Había anhelado eso por muchos milenios—. ¡Libre, Humanidad!

Se dejó caer de espaldas contra el suelo, la textura de la arenilla de la tierra en la espalda, el cosquilleo de la hierba contra el pelaje, la caricia del viento en su nariz. Milenios en esa maldita prisión que Humanidad hizo, pero ahora...

Rió. Ahora nada la detenía, Luna era libre de tomar su merecida venganza.

Inspiró con fuerza, haciendo ángeles en la tierra, y esperó. No sintió más rastros de energía primaria. Mal asunto, Walpurgis seguía cautiva, No-Vida y Trasparencia. Las demás Madres a Luna le importaban un comino. Además, siempre que Noche no saliera, todo iría de perlas. «¿Mal asunto? —pensó, divertida—. ¡Esto es maravilloso, puedo divertirme a mis anchas!, pero tengo que encontrar la forma de sacarlas del Vacío.»

—Ahora bien... Planes. Planes, planes, planes. Necesito un plan para poder romper las salvaguardas del Vacío. —Se irguió, quedando sentada–. Oh, por mí —exclamó, haciendo un mohín—, hacía tanto que no pisaba el mundo que me olvidé del hedor de Humanidad. Espero no se hayan esparcido mucho, los hijos de Humanidad se reproducían como ratas. —Aplaudió—. Muy bien, comencemos con lo básico, necesito fuerza.

Luna podía ser una Madre, pero ella había perdido demasiada esencia por la estúpida prisión de Humanidad. Cerró los ojos y chasqueó los dedos, una onda de presión hizo que la hierba se hundiera y moviera como ondas en el agua, siendo ella el origen, logrando percibir la gran cantidad de licántropos que existían. Eso la alegró, pero le enojó el hecho de que hubiera demasiados humanos.

Sin embargo, a pocos metros había un hombre lobo de veinte años. Hum... Buena constitución, buena inteligencia y sistema inmunológico, ¿un erudito en busca de conocimiento, tal vez? Bah, total, lo importante es que era joven, podía apoderarse de su agilidad y fuerza para reparar la suya. Luna se paró, lanzó un aullido lastimero y esperó. Cinco minutos después, el chico apareció con cara preocupada.

Agudizando la vista, Luna percibió que la esencia del muchacho era fuerte, en la flor de la juventud, la Conexión estaba en auge y la Investidura era dura. Serviría.

—¿Se encuentra bien? —preguntó el chico lobo en una lengua de los hijos de Humanidad, acercándose hacia ella y sonrojándose furiosamente.

—Sí —gimió Luna, fingiendo agotamiento—, ando un poco desorientada. He despertado aquí y no sé dónde estoy.

—En Rumania, esto... —Hizo un gesto con su cabeza, indicando su desnudez.

Luna bajó la mirada y se dio cuenta de que estaba sin ropa alguna. Su pecho plano y género indefinido por genitales saltaba a la vista. Olvidó que si no se le asignaba un sexo al cuerpo creado terminaba con un físico neutral y siendo eunuco. Luna hizo un mohín, los géneros eran tan opresivos a su punto de vista que carecer de uno o usar ambos, o fluir de uno al otro según la situación, era lo más sencillo. Rodó los ojos e hizo que su pecho se curvara, naciéndole senos y haciéndola inclinarse hacia adelante por el peso, luego se creó una intimidad femenina. Ser hembra tenía pros y contras, como no tener el punto débil de los testículos, pero, ¡por ella misma!, cómo pesaban los senos. Los redujo hasta que se sintió a gusto.

Unique ZingDonde viven las historias. Descúbrelo ahora