V. Investidura y Conexión

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He experimentado.

He logrado algo que me ha sorprendido, un descubrimiento que podría inclinar la balanza a nuestro favor: podemos transformar a los humanos en parte de nosotros. Fue durante un incidente cuando me alimentaba, que una humana me hizo sangrar mientras yo bebía su sangre, no le di importancia porque era una humana, a fin de cuentas. No me mataría. Fue cuando le daba sepultura, sin embargo, que ella se volvió una vampiresa. Su cuerpo muerto se arqueó y aspiró una gran bocanada de aire, con sus ojos rojos y colmillos a plena vista.

He creado un vampiro.

Al parecer, la humana (a quien llamé Alba), recordaba con exactitud su vida anterior. No me atacó. Mejor dicho, no pudo, al intentarlo, una fuerza lo evitaba.

Meses de investigación y experimentación con más humanos me dio la respuesta: mi sangre. En realidad, fueron tres variables: mi sangre, mi saliva y la muerte. Al parecer, primero había que mezclar saliva de vampiro con sangre humana, después mezclar ambas sangres y por último matar al humano a convertir. Es una regla fija. Si se hacen cambios, como no agregar la saliva, el nuevo vampiro puede ser controlado con un poco de presión en su mente; si sólo hay saliva y muerte, el vampiro no se hace un vampiro propiamente dicho, sino un Original, un precursor de los vampiros.

No he comprendido del todo por qué ocurre esto, pero recordé la mención vaga de las almas humanas en los libros de la Sede. Era como si se les pudiera otorgar a los humanos el vampirismo, volverlos unos Hijos de la Noche, y conectarlos al creador.

Decidí llamar a estos fenómenos Investidura y Conexión.



Scarlett tenía razón, eran vampiros. Cinco. Dos chicas y tres chicos de no más de veinte años, pero siendo vampiros aquel número podía ser una ilusión, así como podían tener veinte, podían ser cincuenta o cien. Su madre, por ejemplo, tenía más de un siglo y su aspecto era de veinticinco, su abuelo pasaba los cuatro siglos y lucía de cuarenta.

De los vampiros recién llegados, las dos chicas tenían el cabello teñido de colores del fuego. Una lo tenía largo y rojo lava, era de rostro pálido y ojos rojos a su vez, medía como un metro sesenta; la otra tenía el cabello corto, azul llama y ojos azules. Ahora que Dennis lo notaba, ellos parecían seguir una pauta, teñirse el cabello según su color de ojos. Los tres chicos los tenían verde, amarillo y morado, teniendo los tres la misma altura y color de piel, a excepción del de cabello morado, que era de una tez más oscura. Primera vez que veía un vampiro moreno.

Winnie a su lado le tomó la mano con fuerza y Dennis sintió una corriente eléctrica subirle hasta el hombro, se acababa de dar cuenta de algo. Sí, no podían separarse más de un paso, lo que conllevaba a que, cuando estuvieran fuera del cuarto, debían caminar muy juntos, por ende, tomarse de las manos era lo más sencillo, pero a su vez eso los declararía una pareja a los ojos de cualquiera.

También estaba el otro hecho de que a Winnie no le caían bien los nuevos vampiros, la cuestión era porque los vampiros por ser en teoría los monstruos con más habilidades, se creían los mejores monstruos, veían a los demás como inferiores y se creían los más grandes. De hecho, que el bisabuelo Vlad fuera tan inflexible en su momento con que él fuera medio humano era la prueba. Por suerte, ni su madre, ni su abuelo, ni su bisabuelo eran así hoy día.

Esos cinco nuevos, por otra parte...

—Bienvenidos al Hotel Transylvania —saludó Drácula con una ligera inclinación—, espero que su estadía sea de lo más placentera.

La vampira de cabello rojo hizo un mohín, mirando el recibidor, ignorando a Drácula.

—Sí, sí —dijo el de pelo verde, con desdén—; las llaves de las suites. Rápido.

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