IV - Conexión

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Los humanos están aprendiendo demasiado rápido. Egipto ha influido en ellos, y las maldiciones de las momias les han hecho desconfiar de sus dioses, apegándose a ellos mismos y creciendo con una velocidad alarmante. Sus bibliotecas no tienen nada interesante, sólo métodos de cultivo, adoración a distintas creencias y el convivir común.

Pasé dos meses observando comunidades, algunas son amplias, otras de sólo diez personas, pero todas comparten un elemento en común: un terror u odio por los monstruos.

Es una extraña unión generalizada.

Una especie de conexión.



Dennis creía que estaba en el cielo, en una cálida nube, descansando de una vida complicada. Tenía demasiado frío, lo que no era normal, ya que al ser vampiro su cuerpo tenía una resistencia natural a la temperatura mucho más alta que los humanos comunes; temblaba por alguna razón. Y sentía que algo le faltaba, como si le hubieran arrancado una pieza de sí sin la cual le costaba estar bien. Sin embargo, a su alrededor había una calidez maravillosa que hacía que ese malestar remitiera.

Inspiró con fuerza y un olor a fiereza, como un bosque repleto de flora, lo embriagó. Dennis se tensó, porque reconoció aquel aroma, cómo no hacerlo, era de Winnie. Abrió los ojos temeroso de encontrarse con un espejismo, pero no, ella estaba acostada a su lado, rodeándolo con los brazos. Bueno, mejor dicho, Dennis estaba como un cachorro en el pecho de Winnie, abrazándola por la cintura y reposando la cabeza contra su pecho, mientras a su vez ella lo abrazaba para acercarlo contra sí.

«¡Santa rabia, ¿qué es esto?!»

Se separó con cuidado de no despertarla, con la fuerte impresión de que aquello debía ser un sueño, porque si la verdadera Winnie estuviera durmiendo, si se enteraba de que Dennis estaba en la cama con ella y a una distancia tan cerca, lo decapitaria de un bofetón. Lo había visto una vez con la tía Eunice y el tío Frank, no era lindo de ver.

La miró con detalle, reconociendo sin lugar a dudas que era la verdadera Winnie, sus mismas facciones, sus mismos tres pendientes en cada oreja, sus mismos labios que adoraba. Dennis se llevó una mano al entrecejo e hizo pinza, cerrando los ojos con fuerza para tratar de recordar qué lo había llevado a estar en la misma cama con Winnie. Aunque en realidad, eso a Dennis no le molestaba.

Sólo recordaba cosas nebulosas. Lo primero era que había salido a volar con Scarlett porque... lo había olvidado. Luego se sabía en su cuarto con temblores y frío, mucho frío, y mucho calor. ¿Cómo se pueden sentir calor y frío al mismo tiempo? Después todo era brumoso hasta que alguien lo había besado, Winnie, creía, y había estado en un estado bobalicón, diciendo cosas, sin saber qué. Lo que recordaba claro como el agua era que había dicho que no tenía frío. Hasta ahí llegaban sus memorias.

Bufó, causando que el pelaje del rostro de Winnie se moviera y ella hiciera un mohín instintivo. Dennis sonrió, recorriéndole la mejilla con un pulgar, aprovechando que sus poderes de vampiros podían permitir una disminición de la fuerza a niveles casi básicos, microscópicos, al punto de poder tocar un cabello sin doblar los cercanos. Abrió los ojos, aterrado, cuando al tocarla, sus habilidades no se activaron y su palma entera se hundió en la mejilla de Winnie. Ella se despertó al instante y alzó una pata, garras listas, para dar un zarpazo.

—¡Paz! —gimió Dennis—. ¡Paz! ¡Soy yo, Winnie, no me rasguñes! —No era por el hecho del zarpazo en sí, sino porque eran un vampiro y una licántropo, enemigos naturales en tiempos antiguos, y los zarpazos de licántropos en los vampiros sanaban como una herida normal en cualquier humano. La sanación acelerada era inútil con ellas.

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