XII. Un diario del pasado

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Las Palabras no son algo con lo que se pueda jugar, ni que se puedan pronunciar a la ligera, hacerlo es un compromiso según las Palabras dichas. Un acceso de poder.

Canto a las Madres, escritor desconocido.



Dennis no pudo dormir de forma corrida durante varios días. Se despertaba de golpe, gimiendo, con el cuerpo cubierto de un sudor frío y a veces gritando, con el corazón agitado. No había día en que no soñara en ello, que su cerebro rememorara esa imagen. La especie de esfera compuesta de metales y piedras preciosas que hacía de prisión para esas brumas de distintos colores, la forma en que pudo percibir el poder, un enorme poder, emanar de ellas, la voz y la grieta en la prisión, por la cual se escapaba aquella niebla blanca.

Como era de esperar al ser un monstruo, Dennis había experimentado distintos tipos de miedo, y llegó a pensar que el miedo a la muerte era uno que no podría ser superado, el mismísimo que sintió cuando se desangraba por la herida que Scarlett le infringió, pero aquel terror tan puro, tan visceral, al presenciar y recordar aquella... cosa, era desesperante.

Algo dentro de él sabía que esa niebla blanca, fuera lo que fuese, había escapado de esa especie de prisión, sin embargo, no dejaba de cavilar qué tenía qué hacer. No sabía qué era en sí esa bruma blanca, en primera instancia, y en segunda, tampoco tenía que estar pensando en ello, preocupándose, mas su esencia misma lo hacía por él. Un incesante pánico a algo inminente.

Intentó cerrar los ojos esa mañana, obligándose a dormir, sin éxito. Siempre era igual, cuando tenía esa pesadilla, el sueño le era robado. Parpadeó con aturdimiento y sacudió la cabeza, unos rizos rojizos le golpearon las orejas antes de volver a su posición original. Se irguió en la cama, con su gracia vampírica, y se levantó, no sin antes darle una ojeada a Winnie.

Winnie. Ella le contó que también tenía aquellas pesadillas, pero de alguna forma las lograba ignorar siempre y cuando durmieran juntos. Recordar eso le hizo sonreír. ¿Cómo podía ella calmarse de tal forma sólo con estar tumbada junto a él? Eso era tan hermoso que rozaba lo ilógico. Con cuidado para no despertarla, le acarició la mejilla con el dorso de sus dedos, grabándose sus rasgos; el cabello chocolate estaba en todas partes de la almohada, como una diosa que descendiera a la tierra.

Pensó si salir del cuarto por la puerta, pero se decantó por hacerlo por la ventana, se convirtió en murciélago y sobrevoló la mañana. Entrando por una de las ventanas de los cuartos donde se almacenaban los productos de limpieza, se convirtió de nuevo en humano y se encaminó hacia el estudio de su abuelo, donde cuando pasó el impacto de su llegada de nuevo a su tiempo, dejó el libro que su bisabuelo le entregó. Ya dentro del estudio, buscó el libro en la estantería y lo tomó, se sentó en el sillón y ojeó las páginas.

Frunció el ceño, parecía un diario. Se trataba de una cronología hecha por el dueño del diario, que relataba hechos de la Multiguerra, los motivos que pudieron llevarla a cabo, el descubrimiento de que a los humanos se le podían convertir en vampiros, el rechazo sinsentido de los monstruos por los Zing interraciales, el descubrimiento de la magia de las Lágrimas de Luna, algo sobre las Palabras y, lo que le heló la sangre a Dennis, una advertencia de que no se debían usar todas las Lágrimas.

«No se debe liberar lo que ellas aprisionan». Al terminar de leer aquello, una inquietud enorme empezó a embargar a Dennis. No había leído el libro porque la verdad era que se le había olvidado, entre la felicidad de reencontrarse con su familia, el regaño de grandes dimensiones que le lanzaron sus padres, abuelos y bisabuelo, para luego recibir otro de sus suegros y cuñados, descansar con Winnie a solas y procesar todo lo que había pasado, el diario había quedado olvidado en el estudio. Ahora se arrepentía de ello.

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