XVI. Hija de una luna sangrante

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Los vínculos deben ser en monstruos y humanos dispuestos a darlo todo por un motivo. Amor, protección, odio; una emoción fuerte.

Irónicamente, las Palabras sólo permitían que las Artes de las Madres se usaran para proteger luego de vincularse a un monstruo. Artes mortíferas usadas para proteger.

Sin embargo, una duda se aloja en mi mente: si un poder destructor puede usarse para proteger bajo la influencia de las Palabras que atan a las Madres, ¿existirá alguna forma de usar los poderes destructores para proteger... para destruir lo protegido? En caso de ser así, temo que llegue el día en que una de las Madres se alce como la más fuerte de todas, como la que fue capaz de torcer las Palabras.

Después de todo, si el mundo se basa en opuestos, acciones y reacciones, no puede existir un solo flanco. No puede haber Orden sin Caos.

Canto a las Madres, escritor desconocido.



Luego de una hora ojeando el libro, Dennis lo cerró, asombrado. Las páginas relataban la historia de lo que se creía eran los entes creadores de la humanidad y las clases de monstruos, la forma en que las Madres aparecieron como el opuesto de Humanidad, que Luna, Noche y Walpurgis descubrieron parte del poder de Humanidad, naciendo los Tres Aspectos de la existencia monstruosa. También ponía sobre que Madre Humanidad las ató, aprisionándolas, con las Palabras, junto con las Artes que habían desarrollado. Por último estaban las condiciones a cumplirse para usar los poderes de las Madres, fueran los que fuesen, junto a las dudas del autor. En la última página, escrito con sangre y con letra cursiva y estilizada, ponía la Primera Convicción, las Palabras para poder crear un vínculo: «Vida antes que muerte, fuerza antes que debilidad, viaje antes que destino».

Aquello le dejó clara algunas cosas, como que los monstruos venían originalmente de los humanos, y que su desprecio por ellos, en la gran parte de los casos, era ridículo. No podía incluir a todos los monstruos ya que en el hotel los trataban bien. Y que ahora encontraba el sentido a los extraños impulsos de fuerza al pronunciar la Segunda Convicción, lo que lo llevaba a preguntarse si abarcaría el poder de la Conexión si pronunciaba la Tercera, fuera la que fuese.

Winnie se había dormido afincada contra él en el pequeño sillón de madera ni bien diez minutos de haber empezado a leerle el libro. Dennis no la molestó ni intentó despertarla; el libro, Canto a las Madres, era impresionante.

El lobo no se había aparecido luego de haber atravesado al pasillo con la cortina de piel que lo dividía de la especie de estudio de piedra donde estaban. Ladeó un poco la cabeza y la reposó sobre la de Winnie, Dennis dejó el libro en sus piernas y le tomó una pata con cuidado de no despertarla; su pelaje era como una seda, una suave y de color chocolate.

—¿Por qué la está buscando Luna, Madre Noche? —susurró quedito, tan suave que apenas lograba escucharse él mismo.

No puedo decírtelo, Dennis-hijo-hijo-mestizo, respondió la voz de Madre Noche, suave y firme.

—Porque es el futuro, ¿cierto?

Sí. Y tú bien sabes que hablar sobre el futuro lo altera. Supongamos que yo te dijera que tu destino es morir para salvarla, ¿no intentarías cambiarlo para que ninguno de los dos sufriera daños?

—Sí, pero aceptaría mi muerte con gusto. —Dennis inspiró—. Todo por ella.

Bueno, tú eres una excepción. Su voz sonaba curiosa y, sorprendentemente, divertida. ¿Puedo preguntarte algo, Dennis-hi...?

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