XIV. Ciudadela

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Siempre hubo una fuerza: Humanidad. Ella creó a los humanos, con su capacidad para evolucionar y las consecuencias que ello tenía. Pero Humanidad no se dio cuenta de que el mundo se rige por acciones y reacciones, intercambios, y si existían los humanos y una fuerza creadora, debería haber otra que le fuera opuesta. Esas eran Noche, Luna, Walpurgis, Transparencia, No-Vida, Muerte, Renacimiento y muchas más; fuertes, aunque no tanto como Humanidad. Terribles, pero grandiosas.

Ellas usaron los mismos humanos de Humanidad e hicieron a los Originales, los primeros vampiros, licántropos, momias.

Así nacieron los primeros monstruos, y los que existen hoy en día son sus hijos.

Canto a las Madres, escritor desconocido.



Al ver la entrada de la caverna, Dennis se sintió minúsculo, casi como una partícula de polvo en la espera de que el viento se la llevase. Enormes picos se alzaban en lo alto de la montaña, que se elevaba inclinándose un poco, como un pequeño trapezoide, más parecido a una meseta o tepuy que una cordillera en sí, suponía que debería ser por la erosión del agua. La pared de la cordillera, al menos la del lado donde Dennis y Winnie estaban, era verde por la vegetación, marrón por tierra suelta y caliza y broncínea por la piedra.

El viento sopló, trayendo unas cuantas hojas sueltas que chocaron contra el guardia lobo de la derecha en la entrada que parecía excavada con las garras, éste sacudió la cabeza como un perro y volvió a tener su rostro pétreo y la mirada puesta en el infinito.

Cuando Winnie llegó, ambos lobos la vieron y alzaron sus brazos como troncos para bloquear la entrada a la cueva.

—¿Quién eres? —preguntó el de la derecha, con una voz rasposa, como si le costara hablar.

—Winnie Werewolf —respondió ella—, vengo de parte de mi padre para investigar sobre lo que está ocurriendo con los nuestros.—Como ninguno de los dos lobos le abrió el paso, ella añadió con voz firme—. Ya deben de saberlo, la masacre de la manada hace días. El Sínodo le escribió y él me envió.

Ninguno de los lobos cedió, sólo se quedaron mirándola con curiosidad y molestia. Fue entonces cuando Dennis usó sus poderes para hipnotizar a ambos hombres lobos; ese poder era para usarlo sólo en humanos ya que su efecto se reducía drásticamente en los monstruos, y en los vampiros era nulo, sin embargo, en los hombres lobos serviría lo suficiente.

Ambos lobos perdieron la expresión pétrea y sus ojos se tintaron de rojo, bajaron los brazos y se hicieron a un lado sin decir una palabra, abriéndoles camino.

A través de sus patitas, Dennis pudo percibir el latido acelerado de Winnie, sus nervios. Winnie caminó y se internó en la caverna, dejando atrás a los dos lobos, quienes sacudían la cabeza con torpeza y confusión. Si no volteaban a verlos, todo iría bien.

No lo hicieron.

—Estamos a salvo —habló Dennis pasados unos minutos luego de haber entrado, se habían internado muy profundo en la cueva, y sus sentidos normales sólo lograban atisbar una masa negra de oscuridad. Amplificados por sus poderes vampíricos, en cambio, apenas detectaba la silueta de las paredes y recovecos—, sólo tenemos que salir de aquí y hallar la manera de encontrar la biblioteca sin que nos descubran en el intento.

—No lo harán —susurró Winnie, cautelosa, su voz resonó por las paredes con un eco atronador.

—Oye —preguntó Dennis—, ¿por qué tu voz suena con eco mientras la mía apenas se oye?

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