Era una mañana realmente lluviosa en Dublín. El día resultaba ser triste y gris. Él se detuvo frente a la Sede de la Sociedad sin nada más que su chaqueta y sus lentes oscuros. Entró sabiendo que no pertenecía a ese mundo a pesar de que su mano dijera todo lo contrario. Caminó por los pasillos sintiéndose un extraño. Algunos jóvenes lo miraban con desconfianza y él no los culpó por eso. Sintió lástima por ellos, por vivir tan pacíficamente en aquella ciudad sin ser conscientes de los monarquista que aterrorizaban New York.
Fue el llanto de un niño el que lo trajo de nuevo a la realidad y cuando miró delante suyo vio a un hombre sentado y sosteniendo un bebé en sus brazos. Una mujer estaba sentada a su lado y se puso en pie apenas lo vio. Él la observó durante unos segundos sin palabras. Su cabello se había soltado de su moño, su rostro estaba totalmente demacrado por el estrés y la desesperación, los oscuros arcos bajo sus ojos demostraban que había pasado días sin dormir. Su estado era tan deplorable como el de su esposo y ella lo abrazó fuertemente mientras intentaba controlar sus lágrimas.
—Gracias por venir. Sé que no debí llamarte, que esto es peligroso pero ya no sabía qué hacer o a quién recurrir. Estoy realmente desesperada —dijo—. Ella se desestabilizó por cuarta vez esta semana y no quiero perderla.
—Saoirse, ya cálmate —susurró él y con cuidado le acarició el cabello—. Ya estoy aquí.
—No quiero perderla, de verdad que no quiero pero los médicos dijeron que no estaban seguros de si sobreviviría esta semana —dijo ella—. Eres el único que se me ocurre capaz de salvarla. Por favor haz algo, no quiero perder a mi hija. ¡Estoy realmente desesperada! Daría mi vida con tal de que ella viviese.
Todos los que pasaban miraban atónitos y confundidos la extraña escena del joven intentado consolar a la mujer pero ella no dejaba de llorar ante su temor. Él la abrazó fuertemente y la besó en la frente antes de decirle que haría cualquier cosa con tal de ayudarla.
El hombre sosteniendo el niño entre brazos se puso en pie y se acercó hasta ellos. El joven soltó a la mujer y ambos se miraron durante unos segundos. El hombre le mostró una amigable sonrisa que él le devolvió al instante y luego se fijó en el niño.
—Lamento no tener tiempo para los saludos correspondientes pero ya conoces mi trabajo, no hay tiempo que perder —dijo él.
El hombre asintió al comprenderlo y el joven partió cuanto antes. Ella nuevamente se sentó y llevó ambas manos a su rostro para que nadie la viera mientras lloraba con desesperación. Él se sentó a su lado y pasó un brazo por su espalda. Saoirse se apoyó contra su hombro y lloró.
—No tienes que llorar, seguramente logrará salvarla —dijo él.
—¿Y si no lo logra? —preguntó ella con desesperación—. ¿Y si tengo que asistir al entierro de nuestra hija? ¡Ella ni siquiera tiene un mes de vida! No la quiero perder.
—Yo tampoco pero no hay nada en este momento que nosotros podamos hacer —dijo él y suspiró—. Escribe sobre ella así no tendrás modo de perderla. Nadie podrá arrebatártela.
—¿Por qué a nosotros? —preguntó Saoirse—. Otros padres estarían encantados de tener un hijo sobresaliente y no le darían importancia a la muerte de un segundo a cambio de la gloria para el primero. ¡Pero yo los amo a ambos! No podré vivir si la pierdo.
El niño en los brazos del hombre nuevamente comenzó a llorar y él lo calmó meciéndolo suavemente y acariciando su cabello con cuidado. Le sonrió al bebé para calmarlo pero el niño sabía que algo andaba mal. Su madre lloraba con desesperación y su padre, por más que tratara de mostrarse controlado, también estaba desesperado.
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Cazadora
PrzygodoweLizz y Liam Dunne son miembros de la Sociedad, personas dotadas con diferentes habilidades para ser capaces de mantener la paz entre el mundo humano y el paranormal. Con solo diecisiete años, los mellizos han burlado a la muerte más veces de lo que...