Capítulo 7

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Lizz subió con extremo sigilo por la escalera de incendios del edificio. Ella se movía rápida y ágilmente sin hacer el menor ruido. Su cabello estaba perfectamente recogido y sus manos portaban guantes. Nada hubiera podido delatar su presencia en aquel lugar y ningún rastro quedaría detrás de ella. Ya muchas veces había practicado el arte de infiltrarse dentro de alguna instalación a escondidas y un departamento en Brooklyn no sería la excepción.

Fue un golpe de suerte encontrar la ventana ligeramente abierta pero aquello fue igual que un balde de agua helada. Alguien no había dejado aquella ventana ligeramente abierta por casualidad, la había dejado para poder escapar rápidamente por más que el truco no le había resultado.

—Siento mucho tu destino —Susurró ella.

Sin más abrió lo suficiente la ventana como para deslizarse dentro del departamento. Este seguía tal cual ella lo recordaba. Todo estaba en perfecto orden como si nunca nada hubiera sucedido, como si hubieran pasado días desde la última vez que alguien había estado dentro. La única diferencia, ella notó, era que la alfombra persa sobre la cual había sido encontrado el cuerpo de Gael ya no estaba en el suelo. Habían cubierto el cuerpo con aquella alfombra antes de retirarse y dejar una escena falsa de orden y perfección, como si nunca hubiera ocurrido un homicidio en aquel mismo lugar.

Lizz escuchó un ruido y al instante tomó su arco. Se escondió detrás de un sillón y en silencio tomó una flecha. Escuchó pasos y asomó lo suficiente la cabeza solo para ver el filo de un cuchillo. Solo entonces reaccionó sobre que, creyéndose sola, había dejado la ventana abierta más de lo que había estado antes y si aquella persona era lo suficientemente lista lo notaría. Tarde o temprano la descubriría, no había muchos lugares para esconderse en aquella sala.

Escuchó los pasos acercarse hacía donde estaba ella. Respiró profundamente y con cuidado cargó el arco. Sostuvo la flecha confiando en sus habilidades y experiencia. Ya había estado en situaciones similares. Aunque claro, ahora había una diferencia. Ella estaba totalmente sola en aquella ciudad, nadie le cubría las espaldas o estaba cerca para ayudarla en caso de lo peor.

Cuando la situación no fue más que inevitable ella se puso en pie rápidamente y apuntó con seguridad. Se contuvo de disparar al ver a Damon frente a ella sosteniendo una daga en su mano derecha. No había esperado volver a verlo, al menos no tan pronto. De hecho, ella había esperado no volver a verlo por cómo él la confundía con su actitud. Él había considerado una molestia salvarle la vida y sin embargo, luego, lo había hecho nuevamente al dar una prueba de su inocencia.

—¿Acaso quieres matarme? —Preguntó ella.

—Diría lo mismo de ti —Dijo él—. Ahora deja de apuntarme.

—No hasta que no bajes el arma —Dijo Lizz.

—Si realmente quisiera matarte te hubiera dejado morir hace unos días. ¿No crees? —Dijo él.

—Quizás —Dijo ella y se movió un paso hacia la izquierda causando que él hiciera lo mismo—. O quizás no lo hiciste porque hubieras quedado como culpable de inmediato.

—Podría haber dicho tranquilamente que ya era demasiado tarde para salvarte —Dijo él sin bajar el arma.

—¿Entonces por qué aún me sigues apuntando? —Preguntó ella.

—Lo mismo pregunto —Dijo él.

Ambos bajaron sus armas exactamente al mismo tiempo. Lizz guardó con cuidado nuevamente la flecha y colgó su arco de su espalda sin quitarle ni por un segundo la vista de encima a Damon. Mientras no supiera exactamente cuáles eras las intenciones de él respecto a ella, no pensaba confiar del todo en el sanador. Ella desvió su vista a un lado sin desear mirarlo, sin molestarse siquiera en decir algo respecto a que él seguía portando sus Ray—Ban en plena noche.

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