Mi amada esclava [Precuela]

Capítulo 24: La decisión de Sasuke

Estaba frustrado, sabía que debía pensar las cosas con la cabeza fría, su mirada vacía se elevó desde el pupitre y miró hacia enfrente, sus ojos habían perdido el brillo.

Tener que tomar ese tipo de decisiones a esa edad era muy complicado, cuando un chico normal solo pensaría en el libertinaje y sus estudios.

Su padre y abuelo le habían enseñado a trabajar en la empresa desde los 12 años, ahora entendía porque su madre se preocupaba tanto, habían puesto una carga pesada y llenado de obligaciones desde muy temprano. Por eso tenía tanta curiosidad por experimentar, por vivir su vida como un adolescente normal, y eso lo había llevado a cometer muchos errores.

Sakura pasó por su mente.

Su experiencia con las emociones era nulo, siempre sus obligaciones demandaban más peso sobre sus acciones, como en este caso.

¿Qué se supone que haría?

Elegir con la razón o el corazón, quedarse con la empresa o con Sakura.

Tomó sus cosas y salió del aula, aún con la mirada perdida y la cordura pendiente de un hilo.

Decidió ir a aquel lugar a las afueras de la ciudad, estar sólo, aclarar sus pensamientos y sentimientos, deseaba paz justo ahora, sincronizar el caos interno y analizar posibles soluciones.

Subió a su auto y arrancó, conciente de que jamás encontraría paz hasta encontrarla a ella.

—Mal-dita-sea. Sakura.

[...]

—No está bien lo que haces... Karin — resopló, tras cerrar la puerta del auto.

Ella ya había avanzado a la entrada dejándolo atrás.

—Como si la vida estuviera llena de cosas "bien hechas" — levantó anular y medio haciendo las comillas en el aire sin voltear a verle. —Ya relájate, y deja de meterte en mis asuntos, Naruto — suspiró cansada.

—Saldrás más lastimada — colocó sus manos en los bolsillos del pantalón y siguió sus pasos.

Karin se detuvo frente a la gran mansión y miró hasta lo más alto de ésta.

—Tal vez, pero simplemente debo acostumbrarme al dolor, como hasta ahora — bajó la mirada de nuevo a la puerta, ajustó sus anteojos con el dedo índice y entró.

Su bolso con útiles escolares se encontró con el piso de la gran sala, sus labios se abrieron de asombro, sus piernas flaquearon y sus ojos rojizos se expandieron en toda su órbita.

—¿Qu-qu-qué haces tú aquí? — las palabras se atoran en su boca.

Ante ella, un joven alto y apuesto vestido en traje negro, hacía una correcta reverencia. —Soy su nuevo guardaespaldas asignado, señorita Uzumaki.

—¡¿Quién dijo que necesito niñera!? — Explotó, su cara enrojeció por la rabia.

El rubio miraba desde atrás la escena, curioso, se acercó sigiloso, no se perdería por nada la rabieta de su prima.

—No es una niñera, es un guardaespaldas ¿Acaso no escuchaste bien? — la voz del adulto sonó desde atrás de Sui.

El señor Jiraiya pasó a un costado y palmeó el hombro del chico en señal de que se pusiera recto.

Suigetsu lo hizo y su mirada se encontró con unos ojos escarlata enfurecidos, se lo estaba comiendo vivo.

—¡No te metas en esto, anciano! ¡Yo no necesito guardaespaldas!