Capítulo 13

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Zelda

Hace unos días que no hablo con Bethany ni con nadie. Me he limitado a ir al colegio y regresar a casa. Ni siquiera fui a mi clase del jueves en la tarde, cosa rara en mí.
Simplemente he estado con la mente en demasiadas cosas, o más bien en una en específico.
Sin embargo, no es hasta hoy que por fin puedo dedicarle toda mi atención.
Mi papá salió bastante temprano y no regresará hasta la noche. Por lo tanto, me siento libre de sacar el ordenador y colocar los papeles sobre la mesa de la sala.

Paso por lo menos dos horas que no tienen pies ni cabeza, intentando encontrar algo que ni siquiera sé buscar.
Sin duda me está causando demasiada ansiedad tener que esconderme de esta manera, pero es algo que tarde o temprano debía hacer, a pesar de las evidentes complicaciones que conllevará.  

En algún momento decido pararme por un vaso de agua y mirar por la ventana durante un segundo para descansar la vista. Me quito los lentes por un momento y los dejo descansar junto a la jarra de agua.
Comienzo a estirar demasiado la espalda, que se ha entumido significativamente durante el rato que llevo sentada. Sin embargo, me espera una larga tarde. No es común que mi papá se ausente durante todo el día y debo aprovechar, antes de que la culpa me consuma.

Cuando estoy a punto de regresar a la mesa, el fuerte ruido del timbre me hace saltar. Abro demasiado los ojos y comienzo a recoger todos los papeles. Los meto rápidamente en un folder y cierro el ordenador.
No puedo creer que mi papá haya regresado tan temprano.
Gracias al cielo tenemos la costumbre de tocar antes de entrar cuando no esperábamos llegar antes de la hora estipulada. Honestamente, de otro modo hubiera muerto, pues no hubiera tenido tiempo de ocultar los papeles.

Imaginen que llegue él y ¡vaya sorpresa!.

Una vez que he conseguido acomodar la mesa y mi ser, me aproximo a la puerta para abrir. Sin embargo, mi sorpresa es trecientas veces más grande cuando no encuentro a mi papá del otro lado.
En su lugar, está nada más y nada menos que Jake Harvey.

«¿Por qué...?»

—Forrester —dice, ampliando una enorme sonrisa, vistiendo jeans y una camiseta naranja fosforescente. Por si no era suficiente con su sorpresiva presencia, su vestimenta también tenía que deslumbrar mis ojos.

—¿Por qué rayos sabes mi apellido? —pregunto lo primero que viene a mi mente. Él se encoge de hombros y vuelve a sonreír. Parece tener demasiada energía y yo muy pocas respuestas—. No, no, espera. ¿Por qué estás en mi casa?

—He recibido un encargo anónimo —confiesa desde el umbral de la puerta. Entonces señala su auto con la cabeza y comienza a dirigirse a la calle.

—¿De qué hablas? —pregunto cuando voltea a verme, como si esperara que lo siguiera—. ¿Qué haces?

—Tienes un lugar donde estar en —voltea a ver su reloj— una hora. Quizá fui demasiado puntual, lo siento. Pero así te da tiempo de cambiarte. —De pronto reparo en que sigo en pijama y esto no podría ser más incómodo. Entonces comienza a caminar hacia mí de nuevo—. Puedo esperarte aquí, si quieres.

Comienza a recargarse ligeramente sobre el marco de la puerta mientras observa la sala, como si esperara una invitación para entrar.

—Honestamente no sé de qué hablas, estoy muy ocupada —contesto bloqueándole el paso. No quiero que haga preguntas acerca del enorme folder de la mesa. «Debí haberlo metido en el cajón».

—Tienes una clase de violín —afirma asintiendo orgulloso con la cabeza. No sé si se debe a que es sábado, pero parece salido de un picnic en un campo floreado. Se le ve demasiado fresco y energético, en comparación con mi existencia ojerosa y desastrosa—. Yo lo sé todo. Esa es la clase de servicio que ofrezco.

Son esas palabras las que me hacen entenderlo todo. Solo hay una persona que le cambia el nombre a mi instrumento porque le da demasiada vergüenza usar el correcto.

—Viola —agrego rodando los ojos y soltando un suspiro.

—¿Qué? —pregunta Jake estirando bastante las cejas, quedándose quieto en la entrada.

—No es violín, se llama viola —aclaro, divirtiéndome un poco por su breve alteración emocional—. Fue Bethany, ¿cierto? Te pidió que vinieras.

Jake se encoge de hombros pero acaba por asentir.

—¿Me permitirías un segundo? —digo con toda la amabilidad que encuentro antes de cerrar la puerta y dejarlo esperando en la entrada.

Entonces comienzo a marcar el número de mi amiga.

—¿Por qué está Jake en mi casa? —pregunto un tanto enojada cuando Bethany contesta.

—Antes de que digas algo, sé que necesitabas que alguien te llevara a tu violín —explica al otro lado de la línea y hago todo por no interrumpirla—. Me dijiste que tu papá no iba a estar y que esa clase es tu favorita.

—Beth, creí que ya habíamos acordado que...

—Escucha, Zelda, por favor. Sé que he arruinado todo pero quiero compensarlo, deja que Jake te haga este favor —añade ansiosa, como si se sintiera culpable—. ¿Sí?

No hago más que respirar profundamente, cerrar los ojos y encontrar el modo de acabar con esto cuanto antes.

—Está bien, Beth —contesto por fin—. Nos vemos el lunes.

Entonces cuelgo el teléfono y regreso a la puerta.

—No voy a ir a mi clase —cuento a Jake, quien deja de recargarse en la barda para acercarse de nuevo—. Estoy haciendo otras cosas que necesito terminar hoy.

Echa un vistazo más al interior de mi casa.

—¿Tarea? —pregunta.

—Algo así —miento tragando saliva y entrecerrando la puerta de nuevo para comprometer su campo de visión.

—Tengo hasta las 6 —insiste, acercándose todavía más—. ¿Qué tenemos de tarea?

—Jake, eres libre. Puedo firmar mi conformidad con el servicio si es necesario —explico con desesperación—. Tendrán mi parte del dinero, deberían relajarse —suelto más para mis adentros, dirigiéndome tanto a él como a Bethany. Parece que me estuvieran tratando con tanta delicadeza porque piensan que no les pagaré.

—Yo no desaprovecharía tal cantidad. Ya me compraste, ya estoy aquí —dice colocando sus manos adentro de los bolsillos del pantalón—. Hablo en serio cuando digo que puedes pedirme lo que quieras.

Entonces sostengo la puerta con demasiada firmeza y recargo mi peso sobre ella.

—¿Esperas que te demos propina por ser todavía más servicial? ¿Piensas que tendrás más dinero al final o por qué la insistencia?

—¿No son 450 dólares suficientes para animarme a ser el mejor esclavo que pueda? —pregunta frunciendo el ceño.

—Básicamente ya tienes el dinero. Vamos a pagar y ni siquiera tendrás que esforzarte —suelto nada más que la verdad. ¿Por qué muestra tanta necesidad de hacer su trabajo si las chicas se conforman simplemente con su compañía?

—Solo estoy cumpliendo lo que prometí. No aceptaré ese dinero hasta saber que hice mi trabajo como se debe —dice, sacando las manos de sus bolsillos—. Y mi trabajo consiste en ayudarlas día y noche durante cuatro semanas.

Por alguna razón, me molesta su aparente compromiso laboral. Especialmente porque ahora no puedo cerrarle la puerta en la cara. Ya está aquí y parece ser que en verdad quiere ser útil.

¿Qué tan inadecuado sería pedir su ayuda para resolver el asunto que tanto me está angustiando?
Ayuda la necesito, pues honestamente no la recibiré de alguien más. Si algo me enseñaron las dos horas que pasé analizando papeles es que será demasiado difícil hacerlo sola.
Sin embargo, es demasiado para involucrarlo.
Como no dejará de insistir, acabo por tomar una decisión.

—Bajo en quince minutos —suelto, abriendo la puerta—. Iremos a la clase.

¿Quién da más por Jake Harvey? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora