Capítulo 15

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Bethany

El domingo por la noche comienzo a emocionarme de nuevo, pues al día siguiente volveré a ver a Jake.
El jueves después de adoptar al cachorro terminamos yendo a su casa y encargamos varias cosas por Amazon. Nos entretuvimos algunas horas eligiendo juguetes y camitas en forma de hueso. Lo mejor es que Jake decidió pagar por todas ellas... Me gustaría asumir que ha decidido quedarse con el perrito.
No es que yo no quiera tenerlo pero solo de pensarlo viviendo en una casa con jardín enorme se dibuja una sonrisa en mi rostro.
Yo, en cambio, solamente podría ofrecerle el patio de la lavadora, pues vivo en un departamento.

Duermo un sueño bastante inquieto por la noche, durante el cual me levanto por lo menos tres veces. Sin embargo, cuando suena mi despertador apenas puedo respirar y mis mejillas arden. Pongo un pie en el piso y me dirijo al espejo de mi tocador.
En mi rostro encuentro ojeras monstruosas y unas mejillas demasiado rojas. Pronto siento la necesidad de buscar un pañuelo para limpiar mi nariz, que escurre demasiado para lo tapada que está.

«Bethany Allen, no puedes enfermarte el día que verás a Jake. Simplemente no puedes hacerlo.»

Utilizo todas mis fuerzas para sentarme en la cama e inclinarme hasta llegar al cajón del buró, sin embargo, me quedo a medio camino. No creo poder volver a pararme de la cama.
Con todo el pesar del universo alcanzo mi celular y marco el número de Jake. Ayer en la noche habíamos quedado de vernos acabando el colegio. Lamentablemente el plan sonaba demasiado hermoso para ser cierto. 

—Jake —digo con una voz muy extraña y chillona. Ni siquiera es sexy o ronca como le hacen creer a uno que será cuando te enfermas. Yo simplemente sueno muerta—. Me enfermé, no podré ir al colegio, lo siento mucho.

En algún momento entiendo que mi "lo siento mucho" probablemente esté de más. No creo que suponga una terrible tristeza para él saber que no nos veremos hoy. Sin embargo, para mí...

—¿Tú? ¿Enferma? Qué raro —contesta al otro lado de la línea. Y son justamente esas palabras las que no esperaba escuchar, especialmente porque noto un claro sarcasmo en su voz.

—¿De qué hablas? —pregunto con los ojos cerrados y mi espalda descansando sobre el colchón. Pronto mi nariz comienza a taparse nuevamente.

—Te enfermas tres veces al día —responde riendo—. Cada vez que vamos a salir tienes algo.

Sin total intención comienzo a sentarme, como si así fuera más fácil para mí procesar sus palabras. Honestamente no sé de qué está hablando. «¿Cada vez que vamos a salir?»

—Jake, ni siquiera sé a qué te refieres.

—Cuarto grado de primaria —me interrumpe—. Yo cuarto, tú tercero, como sea. Era la fiesta de Giovanni —continúa, pero mi mente no se aclara—, íbamos a ir a las cabañas de su tío y recuerdo perfectamente bien que tú te enfermaste. Y por la misma razón no fueron ni Sophie, ni Erika, ni Paris ni nadie.

Pronto comienzo a hacer conexiones y honestamente me sorprende bastante que recuerde eso. Es verdad que un día antes de esa fiesta me dio gripe y mi mejor amiga en ese entonces decidió quedarse también. Es básicamente gracias a ella que conocí a Jake. Mi mamá era muy amiga de la de Sophie, quien a su vez era muy amiga de la mamá de Jake.
Cuando entré al primer año de Kinder comencé a juntarme más con los chicos de segundo que con nadie. Específicamente Jake y Sophie. Y eso continuó sucediendo hasta mi último año de primaria, cuando ellos cambiaron de campus para pasar a secundaria. Aunque la escuela es la misma, la secundaria y la preparatoria están en otro lugar. 

Por lo tanto, tuve que comenzar a crear lazos con las personas de mi generación, por lo que acabé perdiendo aquellos que tenía con mis otros amigos.
Lamentablemente, Sophie terminó cambiándose de colegio y ya no había mucho que uniera a mi mamá con la de Jake.
Es así como él y yo terminamos siendo amigos solamente en los pasillos, pero sin perder aquella confianza que nos tuvimos en algún momento.

—¿Nadie fue? Eso no es verdad —respondo cuando regreso a nuestra conversación.

—Ninguna niña —ríe como solía hacerlo cuando éramos pequeños—. Nos quitaron toda la diversión.

—Por Dios, tenían 11 años, ni siquiera les interesaban las niñas —contesto.

—Hasta crees.

Ahora recuerdo que Giovanni no volvió a hablarnos en días. En verdad se enojó con nosotras por no haber ido.
Sin querer suelto una risita.

—No es mi culpa que las demás decidieran no ir —refuto, todavía riendo.

—Bueno pues ahora va a ser tu culpa si no te recuperas rápido porque necesitamos ir a ponerle sus vacunas a "sin nombre" cuanto antes.

Aún no acaba de decir la oración cuando comienzo a sentir que la ternura se apodera de mi pecho, tomando la forma de una enorme sonrisa.

—¿Sin nombre? —pregunto debido a la gracia que me causa el hecho de que no le haya dicho simplemente cachorro.

—¿Acaso tiene uno?

Eso es verdad, el jueves ni siquiera nos dio tiempo de escoger. Simplemente asumí que en estos días él ya le había puesto nombre.

—Jake, en serio no me puedo mover. —Pego mi cara a la almohada otra vez y sostengo el teléfono con una de las manos.

Si tan solo pudiera contarles lo pequeño que se me hace el corazón rechazando la oportunidad de estar con él.

—Ya sé, por eso pasaré el día contigo y me aseguraré de que no mueras —agrega como quien dice la hora. Con total naturalidad y calma.

A mí me cuesta más de un minuto procesar lo que está ofreciendo.

—¿Qué? —pregunto intentando no gritar, manteniendo la calma.

—No sé dónde vives pero eso me lo dirás ahora —contesta. Cuando éramos pequeños no invitaba a nadie a casa porque simplemente las suyas eran más grandes. No había necesidad de usar la mía. Sin embargo, Jake se ha cambiado de casa varias veces. Por lo tanto, antes del jueves yo tampoco sabía dónde vivía—. Entonces iré, te cuidaré como buen esclavo y pasaremos un buen rato. 

—No tienes que hacer eso —digo con una sonrisa que más bien indica lo contrario. Sé que me veo fatal y probablemente no sería buena idea que Jake me viera así. No obstante, siendo sinceros lo único que quiero es que Jake me vea. Y acaba de ofrecerse a venir ahora mismo—. Es lunes, tienes escuela.

—¿Acaso no existe algo llamado faltar a la escuela? —pregunta al otro lado de la línea—. Tú lo harás, ¿por qué yo no?

—Porque no estás enfermo —recalco—. Y si vienes lo estarás. —Lo único que no me gustaría sería contagiarlo.

—Entonces tendría un pretexto para haber faltado —responde con paradójica astucia. ¿Por qué es su voz la que suena sexy y ronca? De verdad no puedo creer lo mucho que necesito que venga.

—Te voy a contagiar.

—En ese caso después me cuidarías tú a mí.

Ya está, son esas palabras las que consiguen hacer que me calle y simplemente acepte su compañía.

¿Quién da más por Jake Harvey? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora