Lena
¡Ya volví, bitches!
«Lo siento, ni siquiera soporto la palabra»
Lo que sucede es que estoy muy feliz porque las cosas no podrían estar yendo mejor. Pasé una noche inolvidable en la fiesta con Jake bebé hermoso y no fue hasta que lo besé que entendí lo increíble que será cada día con él. Honestamente planeo aprovechar cada uno al máximo.
Por esa misma razón decidí no verlo el domingo tampoco. El sábado me arrastraron a una cena y al día siguiente teníamos una comida del trabajo de mi papá. Por lo tanto, me lo pensé bien y decidí invertir sabiamente mis días.
Yo cumplí con avisarle a las chicas que ya no ocuparía el domingo pero ninguna contestó, así que espero no recibir reproches de que el día se desperdició.
En último caso siempre puedo pedirle el favor a Cove, me parece encantador que sea tan flexible con sus días, claramente es la persona más amable que conozco.—¿Por qué estamos frente a un asilo?—pregunta Jake en cuanto aparcamos.
Es una casa de ladrillo rodeada de flores, con un jardín ligeramente descuidado. Se puede distinguir el musgo apoderándose de las paredes, dándole un aspecto gastado... casi olvidado.
—Porque —desabrocho mi cinturón y comienzo a abrir la puerta del auto, tomando la bolsa negra que coloqué junto a mis pies— nos la vamos a pasar genial.
—Debo admitir que cada día me sorprenden más —contesta bajando del auto y mirando a su alrededor.
«¿Disculpa? ¿Sorprenden?»
¿Qué hará Jake con las otras chicas? No pueden estar pidiéndole más que hacer sus tareas y llevarlas a sus casas. Por Dios, yo sé que no.
La cosa es que su comentario me deja pensando.
Sacudo mi cabeza y también bajo del auto. La verdad me encanta el silencio de este lugar.—Vengo aquí seguido —explico con una sonrisa—. Es un pequeño asilo de mujeres mayores.
Su hermoso rostro no podría estar más sorprendido. Yo también lo estaría.
—En circunstancias normales preguntaría qué hacemos aquí o por qué visitas asilos pero sigo asumiendo mi posición de esclavo. —Me da bastante risa que todavía no sepa que es mi futuro novio, puede preguntar lo que quiera.
—Olvídate de lo del esclavo, estamos aquí para pasar un buen rato. —Estoy segura de que eso es algo que no hacen las otras chicas. En verdad sólo quiero que se olvide de que está "trabajando". Yo solo quiero que se divierta. «Conmigo»—. Amarás a estas dulces personas y nunca querrás irte.
Sé que le cuesta relacionar buen rato con asilo de ancianos, pero pronto cambiará de opinión.
—Algo así como cada dos meses les traigo una película romántica completamente cursi —explico rebuscando en la bolsa mientras caminamos a la entrada—. Adoran los clichés juveniles, en serio. Dicen que les hacen recordar sus años de gloria. —Pasamos por la vereda hasta llegar a la puerta—. Después platicamos un rato acerca de lo guapo que es el actor y todo eso.
Jake comienza a asentir, como si le costara trabajo procesar lo que digo.
—¿Y si el actor no es guapo? —opta por preguntar y yo me río.
—Es un requisito, debo escoger una con actor guapo.
—¿No les gustan más los viejitos o algo así? —cuestiona, deteniéndose en el umbral de la puerta.
—Jake, el gusto no envejece.
«Y justo por eso he decidido traerte el día de hoy»
Me lo van a agradecer hasta el cansancio. Y, honestamente, las mujeres al otro lado de la puerta son las únicas con las que alguna vez compartiré a Jake.
Tres segundos después de tocar el timbre, Julianna me recibe con una enorme sonrisa. Ella es una de las encargadas del asilo que está al pendiente de todas las residentes. Tiene poco menos de cuarenta años, cabello castaño y unas ojeras permanentes. No debe ser fácil manejar este lugar. Y es ahí donde yo trato de poner mi granito de arena.
Cuando Jake y yo entramos, la reacción de las chicas es justo la que yo esperaba. Todas ellas comienzan a dedicarse sonrisas cómplices y susurrar palabras que terminan resonando en toda la habitación debido a su claro deterioro auditivo. En serio me encantan.
—¿Quién es el muchacho? —pregunta Mary sin más. Ella es la anciana más directa y genial que he conocido. Su cabello es completamente blanco, utiliza dos enormes aparatos auditivos, pero su vista está intacta. Le fascina resolver sopas de letras y trabajar con la máquina de coser.
Todas ellas se encuentran reunidas en la sala, simplemente observando al recién llegado.
—¿Es tu novio, mija? —añade Luisa, quien mantiene el color castaño de su cabello con la ayuda de Julianna. Cada día me sorprende más la juventud que brota de sus ojos todavía a los 80 años.
«Dios te oiga»
—Él es Jake, un compañero de la escuela.
Pronto reparo en que todas a mi alrededor tienen una sonrisa de satisfacción en el rostro. Y con toda razón. ¿A quién no le encanta observar la presencia de Jake Harvey?
—Por supuesto que sí —asiente la señora Fred con toda su sabiduría. Definitivamente la adoro por completo. Cuando su esposo murió decidió tomar su nombre. No su apellido, su nombre. Ahora es la señora Bertha Fred porque dice que así sus esencias conjuntas vivirán para siempre en ella. Confía en que ahora están grabados los nombres que solía escribir en su cuaderno con corazones a un lado y que sonaban tan bien juntos. Por eso puede darse el lujo de que su vínculo nunca acabe.
Exacto, ellas son las mujeres que me piden ver películas que derraman miel. ¿Ahora entienden por qué? Son lo más adorable.
—Chicas guapas, nos vemos en el cine en quince minutos —les digo a todas antes de caminar en dirección al pasillo.
Cuando Jake me alcanza parece todavía más confundido.
—¿Las llevas al cine? —pregunta observando la fragilidad de la mayoría de las residentes. Todas tienen más de 75 años—. ¿Pueden...?
—A su cine —contesto caminando un poco más. Cuando llego a mi destino abro la puerta y me recibe un fuerte olor a humedad—. Sé que le hace falta acondicionamiento pero les encanta. —Entonces prendo la luz que parpadea por unos segundos hasta encenderse por completo—. Lo hicimos en primero de secundaria como parte de un proyecto social del colegio. Pidieron una donación de muebles y acabaron siendo tantos que la sala terminó repleta, entonces se nos ocurrió hacer un cine.
—¿Y tú simplemente continuaste viniendo desde primero de secundaria? —pregunta con sorpresa. Mentiría si dijera que no me agrada que piense que me encanta la beneficencia. Sin embargo, en este caso es cierto.
—Ya te dije, la paso demasiado bien —respondo apretando los labios y encogiéndome de hombros—. Espera a la plática después de la película.
Miro a mi alrededor y observo los sillones acomodados de tal manera que esto en verdad se ve acogedor. Aunque todos son de distintos colores y tamaños, cada uno lleva la esencia de las chicas.
Sé que en el azul se sientan Martha y Paula. En el de la esquina va Mary y en el último del fondo suelo colocarme yo. Cuando las luces se apagan esto en verdad comienza a tomar forma, pues es una sala amplia.—¿Cuál trajiste, por cierto? —pregunta Jake refiriéndose a la película.
Coloco la bolsa encima del proyector y saco mi laptop junto con el disco. En cuanto enciende lo inserto y comienzo a conectar los cables.
—10 cosas que odio de ti —sonrío en lo que espero a que esté lista—. La han visto más de tres veces y la siguen pidiendo.
Jake simplemente sonríe y sacude la cabeza. Yo tan solo observo el sillón donde nos sentaremos.
Básicamente es un cine, y las citas en los cines no suenan nada mal.
Sin embargo, la ventaja es que las facultades auditivas de los presentes no se encuentran en su máximo esplendor.Veamos a qué se puede llegar.
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¿Quién da más por Jake Harvey? ©
Teen FictionLa subasta comienza... ¡AHORA! En White Stone High los estudiantes de último año están dispuestos a todo con tal de juntar dinero para el mejor viaje de graduación que la recaudación de fondos les permita tener. Por suerte para ellos, en el coleg...