Capítulo 7

2K 257 36
                                    

Zelda

No puedo creer que estoy haciendo esto. Bethany me debe la vida entera. No entiendo cómo terminé gastando 100 dólares en un taxi llamado Jake Harvey.
Definitivamente no pienso darle otro uso, esto es todo. Por lo menos que valga la pena. Si ya estoy ayudando a mi amiga por lo menos lo haré bien.

—Bethany es una excelente persona, ¿sabes? —digo en un impulsivo intento por hacerle ver que es un estúpido. Primero por no fijarse en ella, luego por hacer todo lo posible por mantenerla enamorada y tratarla así. Aunque en realidad, también lo digo para que se dé cuenta, en caso de que exista la remota posibilidad de que no lo haya hecho todavía.

—Lo es —asiente, mirando despreocupado por el retrovisor para salir del estacionamiento. ¿Por qué es así? Yo esperaba una mirada de confusión, ni siquiera me da lo oportunidad de llegar a lo que quiero.

Si hubiera preguntado "¿Qué, a qué te refieres?" yo hubiera podido decirle "A que es tu mejor opción pero eres muy tonto".
Sin embargo, esto me da tiempo para pensarlo mejor. No puedo evidenciar así a mi amiga, debo respetar si ella no está lista para decirle lo que siente. Entonces me acomodo en el asiento y me trago mis palabras.

—Bueno, ¿a dónde vamos? —pregunta el chico una vez que salimos del estacionamiento.

—A mi casa, ¿a dónde más? —respondo de inmediato. Si cree que quiero ir a algún otro lado está equivocado.

—Sabes que me refiero a tu dirección —ríe como si algo de lo que dije hubiera sido gracioso—. No sé dónde es tu casa.

Sus palabras me obligan a guardar silencio y hundirme en el asiento. Pensó que yo estaba bromeando, pues obviamente se refería a mi dirección. Yo lo dejo creer que así fue y en menos de unos segundos le digo dónde vivo.

Una vez en camino reparo en que ya ha anochecido y el tráfico no nos permitirá llegar a casa antes de las 8, cosa que le prometí a mi papá. 

—¿Qué pasa? —pregunta Jake, exaltándome un poco. No esperaba volver a tener que cruzar palabra con él. Entonces entiendo que seguramente me quejé del tráfico en voz alta.

—Nada, estoy cansada —digo y no miento. En verdad ha sido un día agotador.

Me quito los lentes por un momento para limpiarlos con mi suéter y cuando los vuelvo a colocar noto las pequeñas gotas de agua en el parabrisas. «Genial, ahora va a llover»

—¿Música? —dice, volviendo a romper con el silencio. Lamentablemente, me gusta bastante no tener que hablar. Por lo tanto, simplemente volteo a verlo y descarto su comentario—. ¿Aire acondicionado? —suelta tras mi mirada y se encoge de hombros—. No lo sé.

—¿Qué? —pregunto con completa confusión y poca paciencia.

Él tan solo mira al camino y suelta una pequeña sonrisa.

—Por más extraño que parezca, esta es la primera vez que me vendo —dice sarcásticamente, echando un vistazo al carro de junto para cambiar de carril—. Todavía no sé muy bien qué hacer.

Arrugo un poco las cejas y me acomodo en el asiento de nuevo.

—No tienes que hacer nada —confirmo, después de haber pasado un rato analizando sus palabras.

—Por 450 dólares estoy seguro de que eso no es lo que se espera de mí —señala, con ambas manos al volante. Sin embargo, cuando el tráfico se ha detenido de nuevo, voltea a verme—. Vamos, pídeme algo.

Me sorprendo un poco y prefiero mirar hacia otro lado, fijando la vista en la ventanilla.

—Ya me estás llevando a casa —explico, señalando que es más que suficiente.

—Bueno, tienes todo el camino para pensarlo. —De nuevo lanza una sonrisa, mirándome como si estuviera seguro de que algo se me ocurrirá. Yo no puedo creer su delirio de omnipotencia.

—¿Qué esperas que te pidamos? —pregunto para confrontarlo un poco. Quiero escucharlo de él, pues al parecer nadie se atreve a decirlo.

—Lo que sea —responde como si fuera una respuesta automática y precreada. Llevo escuchando lo mismo todo el día.

—Es imposible que estés dispuesto a lo que sea —contesto rodando los ojos—. Dime lo que imaginas que te pediremos, anda.

En verdad ansío saber qué pasa por su egocéntrica cabeza.

—Mejor tú dime —sonríe con suficiencia y alza una ceja.

El tráfico se ha despejado un poco pero él todavía no acelera.

—Que me lleves a mi casa —contesto, algo harta.

Él vuelve a reír y asiente con la cabeza, regresando su mirada al parabrisas.

—Está bien. —Acelera de nuevo y coloca su mano sobre el radio para prenderlo y subir el volumen—. Supongo que en algún momento tendré que darte ideas.

(...)

Veinte minutos después hemos llegado a mi cuadra.
Por suerte no hemos tardado tanto ni hablado mucho por el resto del camino.

—Segura que no quieres... ¿nada más? —pregunta una vez que se ha estacionado enfrente de mi casa.

Me arde que crea que estoy loca por él. No me gusta que me mire de esa manera. Sin embargo, la única forma de evitarlo sería confesando que lo compré porque Bethany lo adora. Y ninguna mirada vale hacer quedar mal a mi amiga. Por eso me aguanto las ganas de decir otra cosa y finjo una sonrisa. Aun así, todavía puedo dejarlo creer que estoy participando en la "broma" de Bethany.

—Gracias —suelto sin muchas ganas y me bajo del auto.

Ni siquiera volteo a despedirme pero escucho que arranca una vez que yo he entrado a la casa.
Entonces, dejo las cosas en la sala y antes de subir a saludar a mi papá paso a la cocina para recuperar mis fuerzas con un enorme vaso con agua.
Más vale que todo esto haya servido de algo, en verdad espero estar ayudando a mi amiga y no haciéndola caer en algo que le dolerá más.

Aun así, por mi parte ha sido todo. No más pedirle ningún favor a Jake Harvey. Daré los 100 dólares y hasta ahí llego mi contribución.

¿Quién da más por Jake Harvey? ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora