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Cada persona procesa sus sentimientos de maneras distintas. Algunas lloran cuando están lejos de casa, sufren cada segundo hasta el punto en que no resisten demasiado antes de retornar a su hogar. Otros prefieren no volver jamás, descubren que estar separados de sus familias hace que sus vidas sean más felices, añoran los nuevos descubrimientos, les gusta conocer gente con la que jamás habría conectado estando en casa, son personas que no estaban hechas para sus propias tierras. Y luego, está gente cómo Isaías, quien se acopló rápidamente a su nueva ciudad, pensando que no extrañaba su antigua vida, pero cuando regresó, se dio cuenta de cuanto deseaba estar de vuelta.



A esa hora sus abuelos ya se habían metido de lleno en el trajín de la casa, su abuela no quería saber nada de él relacionándose con cualquier actividad que lo obligara a mover un solo dedo y su abuelo estaba en el campo, mientras que Nicolás se había perdido en algún lado para tomar algunas fotografías, de modo que ahora tenía la oportunidad que estaba buscando para curiosear en su habitación.

Con mucho cuidado se dirigió al ático en el que dormía cuando era adolescente. Una vez ahí, se dedicó a observar el entorno y se dio cuenta de todos los cambios que Nicolás había hecho en él. Ahora su cama era un desastre lleno de libros, la computadora estaba encima de la almohada y había un montón de cables enrollados a un lado. Todos sus libros de viajes y los diarios de su madre ya no ocupaban el escritorio, en su lugar fueron cuidadosamente guardados en una caja de plástico que se encontraba sellada y había reparado su ukelele, cuyas cuerdas estaba rotas la última vez que lo vio.

En la pared, el mapamundi que adornaba la cabecera de su cuarto fue restaurado en las partes que la humedad borró. A simple vista no se notaba que era un trabajo realizado a mano, pero, cuando mirabas a conciencia podías ver algunos detalles en los que la tinta se salía de los límites o las líneas eran demasiado nítidas

Isaías se preguntó si Nicolás habría sido quien lo reparó.

Una sonrisa se le escapó al pensarlo, todos los destinos de sus viajes futuros seguían marcados y al lado de cada marca había un post it. Con curiosidad se acercó a ellos y soltó un resoplido ante las notas que estaban escritas en una letra caótica.


Inglaterra- Está bueno todo el tema de su arquitectura, pero la humedad es peor que por acá. Además, sus museos se dedican a robar arte de otros países.

Tokyo- No se te vaya a ocurrir meterte enjabonado a sus bañeras o te van a correr de todos lados.

Rusia- Hace un putero de frío y la homosexualidad es ilegal, no te lo recomiendo.


Isaías levantó una ceja, diciéndose a sí mismo que la mitad de los lugares que había marcado en realidad ya no le interesaban para viajar, pero de todas formas negó con la cabeza.

Lejos de aquel paraísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora