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Volátil, insoportable, inclemente, inestable e impredecible. Nadie podía amar a Nicolás todo el tiempo, incluso las personas que gustaban de él.

Nicolás no era perfecto, nadie lo era, pero a menudo sus defectos brillaban más que sus virtudes.

Isaías aun no entendía lo que era querer realmente a Nicolás. Era un adolescente confundido en muchos aspectos de su vida, sabía lo que quería, pero sus metas parecían muy lejanas, estaba seguro de lo que le gustaba, pero no estaba seguro de que su talento fuese suficiente y sumándole a eso, tenía la cabeza llena de un tipo que, según él, odiaba profundamente.

No lo sabía, pero estaba siendo víctima del descubrimiento de su sexualidad y por supuesto del amor adolescente que le obligaba a estar colgado de un tipo supuestamente desagradable para él, de buena apariencia y a quien apenas conocía.

Por culpa de eso pasó toda la tarde mirando a Nicolás dormir tranquilamente en el hospital hasta que este despertó y fue momento de marcharse de la sala.

Esperó alrededor de tres horas afuera antes de que su tío lo llevara a casa. No preguntó por su estado, pero tampoco fue necesario, el tío David y las enfermeras no paraban de hablar de ello. Decían que salió a la calle a pelear con el servicio de paqueterías porque intentaban retenerle algo y tuvo que esperar bajo el sol un par de horas, luego, cuando regresó lo hizo corriendo con la esperanza de volver al aire acondicionado.

Isaías aún se preguntaba cómo es que Nicolás había sido tan temerario bajo ese sol inclemente y con esa idea en la cabeza se fue a dormir.

Al otro día su tío lo levantó a las cinco de la mañana aún cuando sus clases comenzaban a las siete, alegando que se adelantarían el día de descanso y que no se preocupara por el trabajo, que él ya había avisado al jefe.

—Tío, tú eres el jefe —reprochó frunciendo el ceño e intentando mantener los ojos abiertos.

—Esa es una gran ventaja, definitivamente lo es —El hombre le guiño el ojo saliendo del cuarto—. ¡También avisé a la escuela! ¡Te mandaron una hoja de ejercicios! —Isaías suspiró apresurándose a ducharse, no era la primera vez que su tío hacía algo así, al principio cancelaba las clases cada tanto para llevarlo a fiestas o eventos. Aquello cambió cuando comenzó a trabajar en el Poirot, era obvio que el hombre no tenía muchas consideraciones por la escuela.

Isaías estaba bien con su vida, le gustaba, era sencilla, divertida, pero aún seguía pensando en lo que le había dicho Nicolás acerca de su futuro.

Cuando llegó del pueblo había pensado que conseguir dinero era cosa de coser y cantar, pero incluso su tío dudó en contratarle y había tantos trabajos con tan pocas expectativas de un buen sueldo que tendría que romperse la espalda cuarenta y ocho horas al día antes de poder sacarse la VISA.

Quizás Isaías por fin echaba un vistazo a la realidad o tal vez solo estaba entrando en pánico.

Soltó un suspiro apresurándose a vestirse para bajar a la cocina donde su tío guardaba algunas cosas en una mochila.

Lejos de aquel paraísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora