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—Creo que le gustas —dijo Bruno, para después echarse a la boca un pedazo pan salado

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—Creo que le gustas —dijo Bruno, para después echarse a la boca un pedazo pan salado. Como siempre, la simpleza de sus palabras daban una sensación de realidad aplastante.

—¿De qué estás hablando? —preguntó confundido, recargando el rostro sobre su mano derecha. Isaías no podía tomar en serio aquella aseveración, así que optó por fingir demencia.

—A Nicolás, creo que le gustas —dijo, sin mirarlo a los ojos. Esta vez, la sensación en sus palabras se diluyó, como si no estuviera seguro de estar en lo correcto. En realidad, lo que le pesaba un poco era hablar de más, así que trató de controlar un poco su lengua, sin embargo, después de la conversación que había escuchado, estaba seguro de este hecho.

Era una lástima que hubiese hecho aquella promesa, porque en otras circunstancias habría corrido a contarle todo a su amigo para que pudiera lanzarse sobre Nicolás sin ningún remordimiento.

Isaías se giró hacia Alfredo, dedicándole una expresión interrogativa, sin embargo, el chico solo se encogió de hombros y dejó pasar el tema. Cualquier extraña reacción por parte de Bruno era más simple en la mente de Alfredo debido a su capacidad de observación. Lástima que también se tratara de un tipo muy discreto, nunca podías recurrir a él en esta clase de consultas.

—Deja de decir tonterías —espetó Isaías, soltando un suspiro, mientras se perdía en sus propios pensamientos, sumidos en la confusión. Soltando un suspiro frunció el ceño y con mucho cuidado cortó un trozo de pan que después se llevó a la boca.

Bruno observó este gesto y como siempre, se preguntó qué era lo que pensaba Isaías al cortar el pan con la mano si de todas maneras se lo iba a comer.

—No estoy diciendo tonterías, realmente creo que tienes oportunidad —aseguró, sin dejarse amedrentar por la negativa de su amigo. Bruno era lo suficientemente terco como seguir siendo amigo de Isaías durante tantos años.

—Tú crees muchas cosas Bruno y no por eso son ciertas —comentó en tono divertido, tratando de quitarle la importancia al asunto y también convirtiendo aquello en una especie de intercambio de palabras que pudieran distraer a su amigo de todas las tonterías que se estaban formando en su cabeza.

—¿Estás retándome? —preguntó, sin embargo, de inmediato regresó al té—. Mira ¿Por qué mejor no vas a ver a tu chico ñam ñam y te fijas que está haciendo? ya lleva un buen rato encerrado en el cuarto y ni siquiera bajó a cenar —comentó, invitándolo a que corriera detrás de Nicolás de una buena vez.

Isaías le sacó la lengua, sabiendo que gran parte de las cosas que decía Bruno eran para molestarlo, pero de todas formas se levantó, dirigiéndose a la habitación en el piso de arriba.

Mientras pisaba los escalones y estando cada vez más cerca del cuarto comenzó a sentirse muy nervioso. Él no era el chico más audaz del mundo y haber dejado a Nicolás aquella tarde sólo con a su diario de viajes, resultó ser una experiencia lo suficientemente estresante.

Lejos de aquel paraísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora