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Isaías estaba muy confundido

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Isaías estaba muy confundido. Parecía que habían tenido un momento en aquella habitación, pero algo arruinó todo sin que él pudiera hacer nada al respecto.

Tampoco quería hacerse ilusiones, pero las palabras de Bruno llegaron a su mente ¿Habría visto el chico algo que él no? Por lo general, aunque su amigo no era una persona demasiado seria, tenía un sentido de la sensibilidad hacia su entorno muy aguda.

Quizás había algo de verdad en sus palabras, pero el solo plantearse la posibilidad lo aterraba, porque de inmediato aparecía la otra versión en la que todo era parte de su activa imaginación y al final iba a terminar lastimado por apuntar demasiado alto.

Sin darse cuenta se había resignado a tener sentimientos no correspondidos, por lo que el repentino cambio, aunque parecía prometedor, también era improbable.

Aún así no pudo evitar que su cabeza se llenara con todo tipo de teorías.

Llegada la hora de la cena, Nicolás decidió sentarse lo más lejos posible, como si no quisiera mirarlo. Era distante, pero también trataba de cuidarlo, dejaba caer comentarios que inevitablemente terminaban con su plato más lleno, otro vaso de agua o alguien limpiando la comisura de sus labios.

Aquella manera tan extraña de actuar no pasó desapercibida para nadie. Pero los comentarios se quedaron guardados en los corazones de los presentes.

Esa misma noche se sentaron juntos afuera, mientras observaban el paisaje.

Isaías había salido porque necesitaba un poco de aire fresco, pero Nicolás lo siguió, quedándose por ahí, no muy cerca, ni muy lejos, como si quisiera iniciar una charla, pero no se atreviera a hacerlo.

Una vez que la idea estuvo plantada dentro de él, no parecía una locura que, después de tanto tiempo, Nicolás estuviese interesado en él. Es decir, no se imaginaba bajo que circunstancia podría haber ocurrido aquello, pero de repente podía ver algunas señales en el hombre.

—¿Que estás haciendo? —Nicolás se movió de repente, hasta sentarse a su lado.

—Solo estaba viendo el cielo —respondió encogiéndose de hombros.

—Sin duda la mente de los genios funciona de otra manera —bromeó, empujando al chico con el hombro. Isaías se le quedó viendo, no pudo reaccionar porque estaba demasiado concentrado analizando la expresión del hombre. El brillo en los ojos de Nicolás era extraño, Isaías lo reconocía, le recordaba a aquellos chicos que alguna vez fueron detrás de él.

—Son solo estrellas, nada fuera de lo común —contestó desviando la mirada, tratando de mantener su distancia. Su corazón estaba latiendo rápido, mientras intentaba procesar su descubrimiento.

¿Estaría sobre analizando la situación?

Nicolás frunció el ceño al notar la extraña actitud del muchacho, quien usualmente era muy claro con sus expresiones y ahora parecía perdido y lejano.

Lejos de aquel paraísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora