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Nicolás volvió a ser un adolescente enamorado. Al principio pensaba que abrir su facebook más de una vez a la semana era la cosa más estúpida del mundo. Él era más de twitter, ahí se movía como pez en el agua y parecía que Isaías era mucho de Instagram, sin embargo, no quería abrirse una cuenta nueva para psicopatearlo de más así que le envió una solicitud de amistad solo para descubrir que el chico también publicaba bastantes cosas en su muro.

Ahí ponía los lugares a los que había ido, algunas actualizaciones escuetas de su vida y fotos random. Sobre todo, fotos.

Nicolás nunca había entendido a ciertas representaciones de novias celosas que se mostraban en la tele, pero logró identificarse un poco con ellas cuando se halló viendo los comentarios en sus actualizaciones más recientes y pensó "Pero ¿quién es el pendejo este?".

Y luego se regañó a sí mismo, suspirando frente a la pantalla de su celular. La verdad es que Isaías era bastante popular, había muchas chicas escribiéndole en sus fotos, diciéndole que era muy lindo, todas ellas probablemente querían que él fuera su mejor amigo gay. Pero también había hombres invitándolo a salir, casi siempre el primer comentario era de Bruno diciendo alguna tontería, pero era obvio que algunos audaces se atrevían a desafiar la rapidez del chico.

De todas formas, trató de no pensar demasiado en eso, no quería comerse la cabeza viendo enemigos virtuales que eran jóvenes y apuestos (aunque también estaban los que eran no tan apuestos) jodiendo en cada foto o estado para asegurarse de tener un poco de aquel pastelito.

Sin embargo, aunque consiguió controlarse, también estuvo teniendo algunos problemas para detener sus dedos rebeldes que daban likes y también escribían alguna cosa de vez en cuando.

Como Isaías siempre le respondía, algunas chismosas habían comenzado a indagar sobre si él era el nuevo novio del chico. Ninguno de los dos contestaba esas preguntas, pero él se lo tomaba como una buena señal.

De hecho, cada vez que recordaba la confesión del muchacho le daban ganas de reírse en la cara de todos esos estúpidos. Sin embargo, se comportaba porque sabía que, a pesar de todo, no había nada seguro entre los dos. Él había decidido que daría una respuesta cuando Isaías volviera en año nuevo, así que hasta ese entonces no podía cantar victoria.

Quizás tampoco podría incluso después de eso.

De todas formas, lo que le tenía temblando de miedo no eran los amigos de Isaías que le escribían cosas para tratar de levantárselo, aquello que en realidad le preocupaba era el mensaje del chico que recibió en la mañana.

Isaías: ¡Los conseguí!

Voy a leerlos todos.

Y después había una foto adjunta de sus libros, algunos en las ediciones españolas y otros en sus versiones inglesas.

Lejos de aquel paraísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora