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—Epifanía, nombre femenino. Manifestación de una cosa. El término se utiliza para nombrar a una visión o una revelación —Bruno estaba leyendo mientras mantenía la cabeza recostada en las piernas de Alfredo. Entornando la mirada, trataba de que sus torpes dedos no dejaran caer el celular al tiempo que acercaba la pantalla a su cara para poder distinguir mejor las letras—. Tengo una epifanía, me acabo de dar cuenta que Alfredo es un pendejo.

—Empezaste muy temprano con tus mierdas, apenas son las nueve de la mañana —espetó este último, riéndose al tiempo en que le escribía algunos mensajes a su madre.

—Cállate, es la palabra del día, pinche inculto —espetó, para después morderle el estómago, causando que Alfredo pegara un grito y comenzaran a empujarse entre ellos.

Ya había pasado una semana desde la plática sobre la exnovia y el golpe en la mejilla de Alfredo comenzaba a desaparecer. Durante ese tiempo, Isaías y Nicolás se habían vuelto casi inseparables, pasaban las noches entre canciones y escritura, por lo que los chicos aprovechaban las mañanas para robarse a su amigo y realizar algún paseo divertido.

No se habían dado cuenta de lo mucho que necesitaban unas vacaciones hasta que tuvieron algo de tiempo libre.

Ese día, Isaías se despertó tarde, cuando bajó se encontró a los otros dos, hechos mierda, pero listos para la aventura.

—Tardaste mucho pequeño saltamontes, por poco y nos matamos mientras no estabas —espetó Bruno, con la respiración agitada, para después levantarse y recoger la cámara* que estaba en medio de la sala—. Tus abuelos nos dejaron de tarea que bañemos a los perros —agregó, con una gran sonrisa en los labios.

—¿De dónde sacaste eso? —preguntó viendo la dichosa cámara, la cual, cómo era de tractor, estaba enorme.

—Me la prestó tu abuelo, la parchó y la llenamos en la mañana —aseguró, sin borrar la mueca de satisfacción en su rostro.

—Lo cual me dice que en realidad no tienes planeado ayudar a bañar a los animales —Isaías podía ver el brillo en los ojos de Bruno. El chico sólo estaba buscando diversión y Alfredo parecía igual de emocionado, a su propia y estoica manera.

—Vamos a celebrar que las malas ondas se fueron junto con la escuela —comentó este último, refiriéndose a la relación que Bruno había dado por terminada esa mañana.

Isaías los miró con expresión confusa, pero no tuvo tiempo de preguntar porque Nicolás apareció de repente, con su típica mueca agría y luchando con los dos perros que ya tenían puestas sus correas.

—Apúrense, que estas bestias comienzan a exigir sangre —gruñó, luchando contra los dos enormes animales que insistían en ir hacia lugares contrarios. Isaías entorno la mirada y tiró de la cadena de Rocko.

—Deja que yo lo lleve —dijo y en cuanto estuvo al mando del perro, este se sentó y empezó a sacar la lengua.

Isaías no tenía idea de porqué aquellos dos estaban tan emocionados con el tema de bajar al río a nadar cuando el agua debía estar helada. Él entendía que esa mañana en específico estaba haciendo calor, pero le parecía que sus amigos estaban teniendo demasiados lapsus de aventureros pijos de ciudad.

Lejos de aquel paraísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora