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Los siguientes tres días Isaías se las arregló para no morir mientras Bruno intentaba hacer de casamentero. Por lo general cuando este se proponía algo podía ser muy tenaz, por lo que lo metió en situaciones vergonzosas y momentos en los que creía que era bueno morir cómo un avestruz por enterrar su cabeza en el suelo.

Bruno era un buen chico y estaba decidido a juntar a Isaías con Nicolás a como diera lugar. Él le había dicho que no era necesario, después de todo tenía muy claras sus posibilidades, sin embargo, Bruno no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer.

Esto sólo se complicó cuando la presencia de Alfredo volvió incómoda cualquier treta del chico para volverse el cupido especial de Isaías. A pesar de que no fue parte de la plática entre los dos y no conocía la historia de cuando se conocieron, para Alfredo no fue difícil hacer conjeturas, sólo con ver la manera en que todos estaban actuando era fácil llegar a la respuesta correcta.

Isaías no estaba seguro de que estaba pasando por la cabeza de su ex, pero era obvio que toda aquella situación no lo tenía muy feliz, lo cual, lo dejaba aún más fuera de juego ya que había pensado que Alfredo ya tenía superada su relación fallida desde mucho tiempo atrás.

Las interacciones de los cuatro pasaban de incómodas a tensas y de vez en cuando, se divertían un poco correteando de aquí allá.

—Tu amigo es simpático —le dijo Nicolás, un día de esos, mientras se asomaban por la ventana de la habitación donde se quedaba. Desde ahí podía ver toda la extensión del patio, en especial, su atención se centraba en Alfredo y Bruno, que jugaban a las atrapadas con Sunny y Rocko.

—Bruno tiene un sentido del humor extraño, estoy seguro de que se llevarán aún mejor con el tiempo —comentó, recargando el rostro en el marco de la ventana. Nicolás se quedó en silenció y le miró con una expresión extraña, casi parecía ausente.

—No estoy hablando de Bruno —aclaró, sin añadir nada más al respecto.

La confesión sorprendió a Isaías, quién había notado que aquellos dos no se veían demasiado cómodos con el otro. De hecho parecía que no se agradaban en lo absoluto, sin embargo, aquí estaba Nicolás, contradiciendo sus suposiciones y sorprendiéndolo en el proceso. Aquello consiguió que el hombre dejara escapar una pequeña risita divertida.

—¿Por qué me miras así Neutrón? A mi puede agradar la gente —bromeo, empujándolo un poco con el hombro.

—No sé por qué pensé que se llevarían mal —dijo con franqueza, saliendo de su estado de estupefacción, sin embargo, de inmediato se arrepintió de sus palabras.

—No nos llevamos bien, pero tampoco nos llevamos mal —aclaró, regresando la vista a los chicos, quienes habían comenzado a lanzar ramas para que los perros fueran por ellas—. De todas formas, eso no quiere decir que me parezca desagradable, como ya dije, creo que es simpático —opinó, acomodándose con un poco más de confianza en su sitio.

Lejos de aquel paraísoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora