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Narra Cepeda

Salí del despacho con la cabeza baja. Las lágrimas amenazaban con salir de mis ojos. Estaba destrozado, depresivo como si tuviera una nube de tormenta en mi cabeza. Mi sueño se había ido a la mierda. Se había esfumado. Ojalá estuviera aquí María… Ella me animaría en este momento de mierda.

Vicente estaba andando a mi lado tranquilamente y con una sonrisa. Él se había salvado de la expulsión, sólo porque sus padres eran ricos y le había ofrecido una gran cantidad de dinero y como no, el director había aceptado. Porque en esta sociedad la prioridad es el dinero y el estado de la gente no importa.

Vicente no era un alumno excelente ni de coña, pero claro, el dinero lo arreglaba todo. A mí, aunque me costaba el vocabulario en que se explicaban las clases, sacaba lo mejor de mí y era de los mejores. Pero eso no lo tenían en cuenta.

Llegué a mi habitación y recogí todo lo que era mío. No había rastro ni de Roi, ni de Amaia, ni de Graciela ni de Aitana… ni se habían preocupado por mí.  Recogiéndolo todo me entró la tristeza. Mi sueño, mi sueño se había esfumado por culpa de una pelea donde a la que defendía no le importaba una mierda.

La mirada se me puso borrosa debido a las lágrimas acumuladas en mis ojos y mis pómulos estaban rígidos por todas las lágrimas secas que estaban allá, y donde nuevas pasaban, dejándome un rastro. Cerré la puerta de mi habitación y me senté en el suelo, con la cabeza apoyada en esta.

Me sentí una mierda de persona. Estaba solo. Sí. Todos los que pensaba que eran mis amigos no se habían preocupado por mí y solo me habían mirado decepcionados cuando más lo necesitaba. Estaba solo. Sentí un vacío gigante en mi pecho que no se iba nunca. Y esto me aterraba. En ese momento, me di cuenta que todo a mi alrededor se derrumbaba. Solo necesitaba a alguien verdadero para ayudarme.

Alguien que me apoyara en las buenas y en las malas y que le diera igual estar escuchando mis lamentos durante mucho tiempo. Pero de estos hay pocos. Y no sé  si yo llegaré a tener alguno alguna vez.

Mi tristeza había aumentado y ahora ya no solo lloraba, sino que también me costaba respirar. Mi mundo empezó a darme vueltas. Me intenté levantar pero me caí al instante. Estaba en el suelo tirado con un ataque de ansiedad. Me empecé a marear mientras que los pensamientos de que a nadie le importaba seguían presentes en mi cabeza.

Hice un último esfuerzo para coger la guitarra. Tocarla y escribir canciones me relajaba. Empecé a tocarla y me salió una melodía. La apunté y como ya estaba relajado me levanté, recogí lo último y me fui.

Llegué a la entrada y allí estaban mi pandilla y Aitana hablando animadamente y tranquilamente. Cuando me vieron todos callaron y se levantaron. Yo pasé de ellos, cargando mi maleta y mi guitarra. De golpe, una mano me cogió de la muñeca y me giró. Una Aitana seria era la propietaria de esa mano.

-Porque Cepeda? Porque me defiendes? No soy una niña pequeña sabes? Me sé defender yo sola!!- dijo gritando con rabia.

- He hecho lo que me ha parecido conveniente. Tampoco te he preocupado mucho por lo que veo. – dije apartándome de su agarre y caminando decidido hasta la puerta.

-Eres imbécil Luis.

- Puede que sea imbécil, pero yo al menos defiendo a las personas a las que quiero, y no paso de ellas ni les miro decepcionado, sino que les ayudo.- me volví a girar y me fui.

Llegué al hostal que había alquilado para pasar unas noches antes de buscar un sitio para vivir. Subí a mi habitación y me tiré a la cama. Las lágrimas amenazaban en salir, pero antes de que salieran me metí en la  ducha, así quedaron disimuladas con las gotas.

Salí de la ducha, me vestí y bajé a cenar. Después, subí a mi habitación y me dispuse a dormir, hasta que un sonido me despertó.

Anónimo

Te he visto hoy en el
hotel y me has parecido majo.
Puedes bajar a recepción?
Quiero hablar contigo.

 

Qué es esto? Como ha sabido mi número?  Me puse las zapatillas y bajé a recepción. Allí había una chica morena, de estatura mediana mirando el móvil. Me vio y vino hacia mí. Era la recepcionista.

-Hola… Lo siento por haber mirado el móvil p-por el registro… es que soy muy tímida y no me atrevía a decirte nada…-dijo con la cabeza baja.

- Tranquila, yo también lo soy. Me llamo Luis Cepeda, aunque prefiero que me llamen Cepeda. Y tú?

- Alba, y prefiero que me llamen… Alba- dijo riéndose.

Nos sentamos en los sillones del hotel y nos contamos cosas de los demás. Me explicó que su padre era el dueño del hotel y que era muy estricto. Que su sueño era ser cantante como yo, pero que no sabía de ningún sitio donde hacerlo y no sabía si su padre la dejaría. Yo le expliqué lo que había sido de mi vida hasta ahora. Estuvo todo el rato escuchando y animándome.  A las 2 de la mañana subimos a nuestras habitaciones y nos despedimos con una sonrisa.

Creo que ya he encontrado a mi apoyo. Creo que por fin podré salir adelante.

Este capítulo no aporta mucho a la historia, pero me apetecía expresar lo que es tener ataques de ansiedad ya que yo he pasado/paso por eso y no se toma la suficiente importancia. Si veis a alguien mal ayudadlo, sé que puede ser un coñazo escuchar los problemas de la gente pero esa persona te lo agradecerá.
Ya sabéis, si queréis decir algo ponérmelo por comentarios o por Twitter: @merakiso 💙

Pensaba que era un juego, hasta que vi que era real AitedaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora