Capítulo 8

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Me encuentro en mi cuarto haciendo la tarea mientras mamá cocina, cuando recibo un mensaje de Aarón, el cual dice:

"Hola, tengo algo preparado para esta noche en el parque junto a la escuela, te veo a las once en punto, tienes que ir, por favor".

Miro el reloj, son casi las nueve en punto. Me surgen tantas preguntas, en especial sobre cómo le ha ido con sus padres, pero sé que no tan mal, de lo contrario no estaría recibiendo estos mensajes.

Rápidamente tomo algo de comida y la guardo en mi mochila antes de que sea más tarde. Cenamos todos en familia: espagueti con albóndigas. Papá me observa el ojo morado, pero no hace ninguna pregunta, lo cual agradezco nuevamente. Jonathan hace algunos chistes de mi ojo morado, como: "Hasta que el hijo bueno se revelo" o "Pásame la sal debilucho". Por otro lado, mi hermana solo cena tranquila, mamá y yo nos echamos algunas miradas y recuerdo nuestra charla de hace un par de horas. Pienso que ella hablará con papá cuando yo no me encuentre presente y tal vez sea lo mejor. Después de eso me dirijo a mi habitación, en ocasiones nos quedamos viendo un reality show después de cenar, pero no estoy de ánimos para ello.

Más tarde, mamá sube a mi habitación y me observa guardando algo en mi mochila, pero no le da importancia.

—¿Cómo estás?

—Bien, gracias.

—No te pregunte hace un momento, pero ¿lo del ojo tuvo algo que ver con lo que me dijiste en la tarde?

—Sí —asiento al mismo tiempo que contesto.

—¿Quieres hablar sobre ello? —pregunta.

—En realidad preferiría dormir, ¿podemos hablar de eso mañana cuando estemos solos?

—Sí. No te preocupes, descansa. —Me da un abrazo y se retira, cerrando la puerta detrás de ella.

Me pongo un abrigo y salgo por la ventana sin que nadie me vea. Piso cuidadosamente y me agacho preparándome para saltar, sujetándome con ambas manos de la marquesina doy un leve salto al suelo, mis pies duelen un poco al aterrizar. Abro lo más silencioso posible la cochera y saco mi bicicleta de la misma manera. Pedaleo a toda velocidad dirigiéndome al parque en donde me veré con Aarón. Es un poco tarde que todo parece estar desierto, no hay casi nadie afuera a esta hora, me apresuro en llegar lo más rápido posible. El parque no parece ser diferente a las calles. Comienzo a buscarlo y está junto a un árbol, sentado en una sábana con una botella de vino, me siento junto a él y le digo:

—No creo que sea buena idea, nos podrían arrestar por estar bebiendo aquí.

—¿Eso importa? Además es nuestra última noche juntos, debe ser increíble.

—Pero...

—Tranquilo, solo disfrutemos... mira la enorme cantidad de estrellas que hay sobre nosotros.

Tiene razón, es una noche hermosa, la luna brilla tan intensamente que podemos ver nuestros rostros sin ningún problema. Él acaricia mi mejilla, después lo beso una y otra vez. Nos recostamos en la manta azul y nos tomamos de la mano, vemos la luna y las miles de estrellas que iluminan la oscura y fría noche. Todo lo que está pasando es algo increíble para alguien como yo; soy feliz, por esos minutos que estoy con él tomándonos de la mano, en verdad que lo soy, simplemente por el hecho de estar cerca de él. Tan cerca que puedo sentir su calor y escuchar su respiración cerca de mí, por todo ello, soy feliz.

Aarón toma la botella y la abre, saca dos copas de su mochila verde que tiene al lado suyo, y sirve un poco de vino en ambas, me da una y dice:

—Por nosotros. Por esta noche y por muchas más que viviremos.

LAS ESTRELLAS QUE CONTAMOS JUNTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora