Capítulo 20

3 2 0
                                    

Domingo 08 de Septiembre

En pleno alba salgo a correr al parque, hay algunas personas que corren también y entre ellos está Abel. Él sonríe al verme y se disculpa por no haber llegado el día anterior. En realidad no me importa, no estoy interesado en él. Es apuesto, tiene buen físico y es amable; pero falta algo esencial: no existe una conexión entre él y yo. Aquella chispa que haga esto interesante. Corremos juntos alrededor del parque. Los arboles abundan por el lugar y eso me relaja.

—Compitamos —dice él mientras me observa.

—¿Qué?  —le cuestiono y él sonríe.

—Sí. Quien llegue primero a este punto gana, daremos una vuelta por todo el parque, empecemos.

Corre veloz, dejando atrás sus huellas marcadas en el camino. Se ve divertido, así que decido participar. Me esfuerzo en alcanzarlo y corro con todas mis fuerzas. Siento como el aire golpea mi rostro, como mi respiración se acelera y mi corazón late fuertemente mientras observo los árboles y cierro los ojos por un segundo, otro placer de la vida que podemos hacer cada día. "No voy alcanzarlo", estoy a punto de darme por vencido, pero nunca he sido bueno para aceptar una derrota, así que corro sin detenerme, continúo, aunque estoy lejos de alcanzarlo me esfuerzo en hacerlo. Tal vez el espíritu de lucha es lo que en verdad hace ganar a las personas y no las habilidades. Pronto lo veo más cerca, no me detengo, al contrario acelero el paso como si fuera la última vez que podré hacerlo. Siento una enorme presión en el pecho, una emoción que en años no había sentido. El deseo de ganar me impulsa tanto, que pronto lo veo al lado mío, él intenta correr más rápido, pero está al límite. No logra adelantarse, por lo que se queda atrás. Sigo sin detenerme y en unos metros más llego al lugar donde partimos, me detengo y necesito dejarme caer al suelo y no levantarme hasta tomar un buen descanso; pero eso no es bueno, así que lo espero hasta que llega, nuestra respiración está descontrolada.

—Perdí —menciona aun agitado.

—Gané —le reitero.

Nos quedamos un momento tomando bocanadas de aire y caminamos un poco, después nos acostamos en el pasto del parque y me dice:

—Pensé que te ganaría.

—No deberías confiarte tanto —menciono y sonrío.

Nos quedamos un momento recostados y pienso nuevamente en él, en Aarón. En especial, aquella noche en el parque viendo las estrellas en plena oscuridad. Volteo a ver a Abel, esperando que se parezca en lo más mínimo a él, pero es imposible, son tan diferentes. Con mis manos acaricio el pasto que se encuentra debajo de nosotros, está bastante fresco y puedo sentir como pica, me siento y doy un respiro profundo que me hace extrañarlo todavía más.

—Debo irme —indico mientras me pongo de pie.

—¿Tan pronto? —cuestiona.

—Lo siento, lo que pasa es que tengo que hacer unas cosas en casa.

—¿Puedo acompañarte hasta tu casa? —pregunta.

—Claro —contesto, aunque preferiría ir solo.

Caminamos un par de calles, aún es algo temprano y no hay mucha gente fuera de casa por ser domingo. Veo las calles vacías y los autos estacionados fuera, él se detiene y sostiene mi mano, me detengo observándolo y entonces se acerca tanto que siento su aliento sobre mi rostro.

—En verdad me gustas, Marco —confiesa y si fuera otro chico sin aquel pasado quizá me replantearía lo nuestro.

—Abel... —Me aparto un poco, mirándolo fijamente y él también lo hace.

LAS ESTRELLAS QUE CONTAMOS JUNTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora