Capítulo 15

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Coloco una de las sabanas en el pasto y nos acostamos en ella, mi cabeza tocando la suya, creando los lados de un triángulo con nuestros cuerpos. Me toca la mano y contemplamos una vez más las estrellas. Recuerdo varias escenas de aquella noche, entre ellas lo que estuvo a punto de pasar cuando metió su mano debajo de mis pantalones, sé que estoy sonriendo y quizá me he colorado un poco, Aarón siempre ocasiona eso en mí. Pero también recuerdo su cuerpo más cálido aquella noche, tal vez sea mi imaginación, no lo sé. Pero estoy seguro que el sujeto que está a mi lado es la persona que amo en este instante y amaré por siempre.

"Tal vez, si él no me hubiera conocido seguiría vivo", pienso. Pero no podía controlar eso, entiendo que no soy capaz de controlar la cantidad de personas que conozco en la vida, no soy capaz de controlar que alguien se enamoré de mí o que yo me enamoré de esa persona, comprendo que la historia que hubo entre nosotros fue corta, pero muy hermosa. Pudo ser por más tiempo, pero no lo fue y debía aceptarlo. En algún momento tendré que dejarlo ir por mucho que duela. Tal vez, en lo más profundo de mí ser lo estoy deteniendo y no lo dejo avanzar hacia un mejor lugar. Al fin comprendo que él ya no está aquí y que todo lo que debo de tener de él, es su recuerdo. Un recuerdo del amor que sintió por mí, de la persona que yo conocí y de los misterios que quedaron. Todo eso debía permanecer intacto al igual que nuestro amor.

—¿Qué ocurre? —pregunta.

"Él sigue aquí", pienso. Me propongo como prioridad ayudarlo a cruzar al más allá, cualquiera que sea su deseo yo lo cumpliré.

—Nada —contesto—. Es solo que el cielo está hermoso el día de hoy.

Lo cual es verdad hasta cierto punto. El cielo está despejado, sin nubes que impidan el paso de la luz de luna llena o de las miles de estrellas que están sobre nosotros a tan larga distancia, pero que aun así brillan intensamente.

—Todo es hermoso cuando estamos juntos —contesta.

Entonces me acerco a él y lo beso, "es un fantasma" me lo recuerdo a mí mismo una y otra vez, pero eso no cambia en lo absoluto lo real que se siente. Puedo sentir el calor que emite su cuerpo, el sabor de sus besos, puedo oler la fragancia que usa, incluso puedo sentir su respiración tan cerca de mí. Todo está aquí, excepto él, que ya está muerto.

Me repito a mí mismo: "¿Por qué le deje ir?, ¿Por qué no le detuve cuando me dijo que se iría de la ciudad?, ¿Por qué no muero ahora y estamos juntos?" Mi rabia se direcciona hacia mí y me golpea con furia, me estremece y presiono mis puños para contenerla, pero es imposible hacerlo. Él me volta a ver y dice:

—¿Estás bien?

—Sí —asiento.

Pero las lágrimas no dejan de correr por mis mejillas deslizándose hasta mis oídos.

—¿Estarás bien sin mí? —Su rostro recae.

—No lo sé, lo intentare.

—Sabes que nunca me iré si me sigues necesitando.

—Pero que quieres que haga. Por más que trato de convencerme que no fue mi culpa no dejo de pensar que yo te mate. Si no te hubiera dejado ir, jamás hubiera pasado esto. O si yo no te hubiera permitido que vinieras para visitarme entonces jamás hubieras tenido ese accidente.

—Marco, entiende que lo que me pasó no fue tu responsabilidad, si alguien fue el culpable de esto fui yo. Si yo no hubiera conducido en el estado en que me encontraba, no hubiera tenido ese accidente, perdóname por fallarte y no poder estar contigo por más tiempo.

Comienzo a llorar, tal vez son lágrimas de culpa o de impotencia, pero lo más probable es que son debido a mi tristeza. Uno no controla las cosas que suceden día con día a nuestro alrededor. Un día estás aquí con vida preocupándote por todo y al otro día puede que ya no. Así es la muerte o las tragedias, pasan de un momento a otro sin darnos cuenta.

LAS ESTRELLAS QUE CONTAMOS JUNTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora