Capítulo 17

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Llego a casa y enciendo el televisor, la sala me invade con la penumbra y cada recuerdo de él pasa por mi mente. Me pongo de pie y recorro la casa descalzo, me siento en las escaleras y me recargo contra la pared, miro hacia el techo y me pierdo en los pequeños detalles, solo hay una luz encendida así que la oscuridad predomina por todo el lugar. Cubro mi boca para no dejar escapar un sollozo, aprieto fuertemente mi mano contra ella y las lágrimas la cubren hasta caer sobre mi pantalón, es difícil ya no tenerlo cerca. Incluso si antes solo era su alma, eso me bastaba para mantenerme de pie y continuar. Pero sin él, ¿qué me motiva a continuar?, ¿en verdad quiero seguir con todo esto?

Voy al baño y me miro en el espejo, mis ojos se ven rojos y cansados, algunas lágrimas aun recorren mis mejillas. Mi cuerpo y ser están destrozados. Quiero estar con él, no soy fuerte para seguir adelante con todo esto, no quiero estar más aquí. Solo quiero escapar de mi realidad, pero lo quiero hacer de la manera más sencilla que cualquiera puede hacerlo. Entonces tomo una navaja de afeitar y la coloco sobre mi brazo, estoy pensando en hacerlo, ¿Por qué no lo haría?

Cuando toco mi brazo con la navaja me sacudo por lo fría que se encuentra y recuerdo mi dolor, ese mismo dolor por el que estoy pasando. Si yo estoy así por la muerte de Aarón, ¿cómo se pondrán las personas que presencien mi muerte? Aquellos que vienen a mi memoria son: papá, mamá, Jonathan, Nancy y Ana. ¿Todos ellos sentirían esto que siento yo ahora? Es muy duro porque vienen cosas buenas y malas a mi cabeza, recuerdos que me duelen y recuerdos que nunca quiero olvidar. Hay cosas que quiero presenciar aún, entre ellas: El nacimiento del bebé de Ana, mi graduación, el cumpleaños de mamá, el trabajar en lo que me gusta y vivir de manera independiente. Recuerdo todo lo que quiero hacer, todos aquellos planes que tenía antes de conocer a Aarón, lanzo la navaja y esta rebota contra la pared y cae fuertemente contra el piso haciendo eco. "Todo siempre tiene una solución y un por qué", pienso para mí mismo.

Me veo de nuevo en el espejo y lo golpeo. Este se rompe en varios pedazos, me preocupo de que alguien entre y me vea en el estado en el que me encuentro. Pero nadie entra, al parecer no hay nadie en casa. Me veo la mano y sangro un poco, el dolor es parte de vivir y no puedo escapar de ello.

Más tarde mamá me regaña sobre el espejo, pero la convenzo de que fue un accidente, lo cual no tiene nada de lógica. Aunque ella lo deja pasar y pienso que se imagina las razones por las que lo hice, eso me crea conflicto. Vendo mi puño y lo oculto con un abrigo.

Cada día se vuelve duro en las próximas semanas. Mismas que pasan a ser un mes y por más que pasa el tiempo no olvido a Aarón, aunque cada vez es más fácil recordarlo sin sentir dolor. Él ya no está, pero el sentimiento que nos unía permanece, aquel que llamamos "amor".

La escuela se vuelve más llevadera, poco a poco conozco a mis compañeros e inclusive hago amigos, salgo en ocasiones con ellos. En otras ocasiones salgo con Ana, mi mejor amiga y pasamos gran parte del tiempo estudiando, haciendo tareas y asistiendo a clases. Por las tardes hago ejercicio y algunos fines de semana voy a fiestas. Disfruto de la vida mientras puedo hacerlo, algo que me enseño la persona que más he amado. A veces creía que lo hacía para cumplir su último deseo, pero egoístamente no lo hago por eso, sino porque quiero hacerlo, porque quiero sonreír y vivir sin remordimientos.

Cada vez la panza de Ana crece más, estoy muy feliz por esa nueva vida que pronto estará a nuestro lado y comenzará desde cero; aprendiendo a lo largo de su vida, a lo largo de sus experiencias y de los años.

Las cosas son tranquilas en los próximos meses y Ana no tiene dificultades en el embarazo. Por fin da a luz el veinte de julio. Ese día es el mejor de nuestras vidas al recibir el nacimiento de un niño hermoso, con poco cabello y de piel muy blanca, ojos grandes y hermosos como los de su madre.

—Su nombre es Ángel —menciona Ana con los ojos brillosos, juraría que es la madre más hermosa que he visto en mi vida—. Porque es mi mensajero, el trae para mí el mensaje de amar. —Les veo a ambos y no paro de sonreír.

—Es hermoso —contemplo sus pequeñas manos y su pequeño cuerpo.

Nos quedamos un momento en silencio escuchando la delicada respiración del bebé, es frágil. Me recuerda a cuando Nancy era pequeña y la cargaba en mis brazos haciendo el menor ruido posible para no despertarla. Cuando Daniel entra a la habitación, se paraliza por un momento y después dice:

—Hola.

Me ve y sonríe, al parecer el sentimiento que tenía en aquel entonces se ha desvanecido con el tiempo, no lo sé, pero ya no parece ser el mismo idiota de hace unos meses. Ve al bebé y toca sus pequeñas manitas que le envuelven el dedo.

—Es hermoso —dice—. No se parece nada a su mamá.

Los tres sonreímos como en los viejos tiempos. Es como estar los tres otra vez en la preparatoria. Ana arrulla a Ángel para que no llore y lo envuelve con sus brazos como si tratara de protegerlo. Daniel y yo salimos un poco afuera, mientras los padres de Ana entran a cuidar de su hija y su nieto.

—¿Y cómo te va? —le pregunto y lo veo sorprenderse un poco.

—Muy bien. En realidad estas vacaciones han sido perfectas para adaptarme al empleo de medio tiempo que mi padre me ha conseguido.

—¡No sabía que trabajabas! —En realidad no sé mucho de Daniel desde hace varios meses.

—¡Sí! Trabajo en una empresa de ayudante general por las tardes. La paga está bien para las horas que voy, pero creo que lo dejare para concentrarme en el estudio regresando a clases.

—Vaya, en verdad estoy sorprendido. Solo unos meses que dejo de verte y te vuelves totalmente responsable —menciono y rasco mi barbilla.

—La verdad es que ya no quiero tomarme todo a la ligera —hace una pausa y se toca su cabeza con la mano derecha—. Lo he estado pensando mucho y quiero disculparme contigo. En verdad lo siento, ese día que estábamos en las canchas de baloncesto fui un completo imbécil.

—Descuida. No esperaba una reacción buena. Sabía que no lo tomarías bien, pero aun así quería que lo supieras.

—¿En verdad lo amabas? —pregunta, desconozco al Daniel que habla.

—Sí —respondo con una sonrisa amplia.

—Ya veo. Debió ser muy duro para ti lo que sucedió —menciona.

—No te imaginas cuánto.

—¿Puedo ir a tu casa a jugar videojuegos como antes?

—Claro, adelante.

—¿Qué te parece si voy la próxima semana?

—Genial. Estaré esperándote.

Regresamos con Ana. Incluso estando en recuperación del parto se ve muy bien, muy fuerte y hermosa como siempre. Su enorme sonrisa aún está presente y sigue siendo un poco gruñona, pero amable. Desde que Leonardo le había dado la espalda, ella no solo se volvió más responsable, sino que su forma de pensar cambio. Se ha vuelto más independiente, aunque sus papás la apoyan con algunos gastos, ella trata de mantenerse por sí sola trabajando en una tienda departamental. Sin duda alguna es una persona admirable. Vemos una película en la habitación de Ana, los tres volvemos a ser los inseparables amigos que hemos sido desde el bachillerato. Su mamá nos tiene mucha confianza a Daniel y a mí porque nos conoce desde hace cuatro años aproximadamente. Aunque nunca hemos tenido una charla profunda es suficiente para que ellos puedan confiarnos a su hija. Los tres nos habíamos apartado desde hace unos meses, pero, pasarla juntos como lo solíamos hacer es muy placentero. La película es de suspenso, pero entre los tres nos burlamos de todo lo que ocurre en esta. Ver una película de suspenso solo no es lo mismo que verla con tus mejores amigos, porque aquí es donde se vuelve bastante divertida. Reímos, aunque tratamos de hacerlo lo más bajito posible para no despertar a Ángel.

Después de que termina la película charlamos, es bastante nostálgico y los tres nos damos cuenta de eso.

—Gracias a ambos por estar aquí —menciona Ana quitándose un mechón de la frente.

—Esto es como los viejos tiempos —indica Daniel y los tres nos miramos.

—Y siempre será así. Nosotros tres —menciono y les arrojo una enorme sonrisa.


    

LAS ESTRELLAS QUE CONTAMOS JUNTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora