Capítulo 11

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Los primeros días de vacaciones son aburridos, no tengo nada que hacer así que me la paso viendo televisión, jugando videojuegos con mi hermano, aunque siempre pierdo contra él, o leyendo revistas. Salgo muy poco y en verdad no pasa nada interesante en vacaciones. Sigo mensajeándome con Aarón cada día, sin falta alguna. He buscado empleo pero ha sido difícil encontrar uno, así que me la paso en casa haciendo deberes y ayudando a mamá o papá. Nuestra relación ha cambiado un poco desde que les conté mi orientación sexual, nos hemos distanciado más y es lo que intentaba evitar.

Martes 02 de Enero (Dos semanas y media después de salir de vacaciones).

Es una mañana fría, me sirvo algo de café y está un poco amargo. Vierto algo de leche en mi taza y agrego unos terrones de azúcar. Doy un fuerte suspiro y me pongo a ordenar algunas cosas en mi computadora. Mi teléfono suena, veo en la pantalla que es Aarón, me apresuro a contestar.

—Hola.

—¿Cómo estás chaparro?

—Muy bien, gracias. ¿Y tú?

—Excelente, quería darte una sorpresa, pero es mejor avisarte para encontrarte en casa, mañana estaré de regreso, ya quiero verte.

—¿Hablas en serio?

Mi corazón se acelera, por fin la promesa se está cumpliendo. Después de casi tres meses, al fin le veré de nuevo en persona. Habíamos quedado que regresaría en diciembre, al terminar curso, pero se demoró tres semanas más, lo importante es que el día ha llegado.

—Claro, mis padres me dejaron visitarte, a pesar de los días que han pasado creo que papá me entiende cada vez más.

—Que emoción, y ¿por cuantos días te quedarás?

—Aun no lo sé, pero estaré algunos días contigo, tenemos muchas cosas por hacer.

—Estoy bastante emocionado. ¡No puedo esperar más!

—Hay muchas cosas que quiero contarte. No sabes cuánto te extraño...

—Yo también. —Un sentimiento de felicidad invade mi cuerpo completo.

—Bueno te debo dejar, que estoy en carretera. Solo quiero que sepas que te amo.

—Me haces tan feliz. No tienes ni idea... Ten mucho cuidado.

—Claro, mañana te veo guapo. —Se escucha un poco cansado, no imagino lo que debió de haber hecho para convencer a su padre.

Cuelga. Y me alegro de saber que pronto estará aquí. Quedan tres semanas para el regreso a clases, pero el resto de mis vacaciones serán grandiosas. Aún tenemos estas tres hermosas semanas para disfrutarlas juntos, solo nosotros dos contra el mundo. Pienso todo el día en él y su visita, cada minuto del día me la paso sonriendo. Jonathan y mamá se extrañan por ello, pero no puedo evitarlo. Planeo algunas actividades en mi habitación, cosas que quiero hacer con él, entre ellas está ver de nuevo las estrellas bajo la luna, como nuestra última noche juntos.

Más tarde cuando el sol está a punto de ocultarse, subo a la azotea y me recuesto a contemplarlo. Mientras observo como ocurre este maravilloso atardecer me detengo a mirar algunas nubes y aves que vuelan sobre mí, van a sus hogares, pienso en Aarón. Él también está volviendo a su hogar, conmigo. Con los dedos simulo tomar el Sol y creo que el poder de pedir un deseo se encuentra en mis manos, imagino las cosas que pudiera pedir si tuviera un deseo, tal vez estoy siendo egoísta, pero pienso únicamente en ser feliz a su lado. Observo grupos de aves volando hacia la misma dirección, me impresiona lo organizadas que se ven, son libres al volar y lo hacen sin que nadie se los impida. Tal vez el único ser que se prohíbe de algunas libertades de su naturaleza es el ser humano. Me quedo ahí hasta que oscurece, pronto las incontables estrellas iluminan la oscuridad y llenan mi soledad. Las estrellas me recuerdan a la única persona con la que puedo ser yo mismo, con aquella que no tengo miedo de actuar de manera extraña, porque él me conoce lo suficiente que puede descifrarme tan rápidamente. Es como si nos conociéramos de mucho más tiempo, o nos hubiéramos conocido demasiado rápido.

Al día siguiente estoy impaciente con los nervios de punta. Me encuentro desayunando con mis hermanos, veo el reloj y aseguro que no se mueve nada, como si el tiempo no avanzara. Algo me preocupa por un momento. Me voy al sofá y veo la televisión, aunque no presto atención por esperar a Aarón. Creo que puede llegar en cualquier momento, tocar mi puerta y abrazarlo tan fuerte como pueda, pero no llega. El tiempo transcurre, jamás sentí que algo fuera eterno como este momento, pero sé que el tiempo avanza por la diferencia que se ve reflejada en mi reloj. Sigo extrañándolo. Cuando anochece, tengo la esperanza que llegue, pero no lo hace. Es media noche y sigo viendo el televisor, él nunca llega. Lo llamo varias veces, pero siempre me manda a buzón. De pronto me da nausea, tengo un mal presentimiento.

La mañana siguiente despierto y salgo a correr al parque, usualmente no corro todos los días, pero este día siento que lo necesito, nunca antes había necesitado algo de esta manera. Corro hasta más no poder. Mientras lo hago puedo sentir como mis pies golpean fuertemente el suelo, como el aire refresca mi rostro y el sol apenas empieza a calentar mí alrededor. Corro bastante y no quiero parar de hacerlo, simplemente no quiero seguir pensando. Cuando me detengo, estoy envuelto en cansancio, tanto que mi respiración es fuerte y mi corazón late tan rápido que lo siento salir de mi pecho. Me quedo por un momento tomando un descanso, recuperando el aliento. Observo un árbol que está a una larga distancia, pero lo que me llama la atención es ver un sujeto junto a éste que no deja de mirar a la dirección en la que yo me encuentro. Me resulta extraño así que me detengo y me siento en una banca del parque, volteo nuevamente hacia el árbol, pero el sujeto ya no se encuentra por ninguna parte, ni hay señal de adonde ha ido.

Regreso a casa y me encuentro a Ana en la puerta. Está sentada en un escalón, viste una camiseta blanca que le queda un poco floja, pantalones negros rasgados y calzado deportivo blanco, además lleva un gorro que cubre su cabello. Ella está un poco rara, parece impaciente. Al verme se levanta, no sonríe, al contrario.

—Marco —menciona y sus palabras apenas me llegan.

—Hola, ¿qué haces tan temprano aquí? —pregunto.

—Necesito decirte algo que pasó.

—¿Qué pasa? —pregunto, aunque imagino varias cosas en este momento.

—Es sobre Aarón, tuvo un accidente ayer por la mañana. Impacto contra otro vehículo mientras venia hacia acá.

—¿Qué?, ¿Cómo esta él?...

Por un momento hay un silencio aterrador, no puedo escuchar nada en absoluto. No hay respuesta de su parte, no hay autos, no hay voces, no hay nadie, más que ella y yo hablando, sus labios se mueven y escucho lo que dice, entonces todo se vuelve silencio. Un prolongado silencio.

LAS ESTRELLAS QUE CONTAMOS JUNTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora