Capítulo 4

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Primer sábado después de entrar a clases. (26 de Agosto).

Al amanecer suena mi despertador, pero no tengo ánimos para levantarme a correr, así que lo apago y vuelvo a dormir. Unos minutos después mi madre toca la puerta de mi habitación y me dice que hay un chico preguntando por mí, me asomo por la ventana del segundo piso y es Aarón sobre una bicicleta, bajo rápidamente para saber que sucede.

—¿Qué haces? —pregunto y sueno un poco grosero.

—¿Dime que aún estabas durmiendo?

—Son las ocho de la mañana y es sábado, claro que dormía.

—¿Tienes bicicleta?

—Sí, ¿por qué preguntas? 

Doy un prolongado bostezo.

—Salgamos en ellas.

—¿Estás loco?

—Anda. Vamos. Tengo que mostrarte algo.

Salgo de mi casa en bicicleta persiguiendo a Aarón, pero no tengo idea de a donde me lleva, hasta que veo el parque en donde se detiene.

—Llegamos —anuncia orgulloso.

—¿Y qué hacemos aquí?

—Daremos una vuelta en bicicleta, será una competencia entre tú y yo. Como no te pude ganar en el juego que tuvimos la otra vez, entonces te ganaré ahora. El que llegue a este punto primero gana.

—Otra vez quieres perder —menciono mientras sonrío.

Pero Aarón no se ve feliz de su derrota anterior, toma un poco de agua de su botella y la coloca en una pequeña mochila que lleva.

—¡Que gane el mejor!, ¿Estás listo?

—Yo nací estando listo.

—En ese caso 3, 2, 1 ¡Ahora!

Mientras vamos a máxima velocidad por el camino del parque tomo la delantera, escucho sus gritos de "adelántate que después no podrás alcanzarme" quedarse atrás. Mientras continúo pedaleando a toda prisa siento como mi cuerpo corta el aire, como comienza a acelerarse mi respiración por el cansancio, siento como mi sudor recorre mi frente y que el mundo me pertenece. Sonrío por esta sensación de felicidad. Cuando de pronto se me atraviesa un cachorro y al tratar de esquivarlo meto los frenos, pero en consecuencia de la velocidad salgo volando, aterrizando fuertemente contra el pasto. Por suerte no me golpeo la cabeza ni lastimo al animal que está asustado por mi caída. Aarón se detiene y se ríe de mí a carcajadas, pero al parecer mi brazo está lastimado que no puedo moverlo, me pulsa del dolor que presiono con fuerza mis dientes.

—Mierda. Mi brazo, no puedo moverlo.

El rostro de Aarón cambia radicalmente y deja de burlarse, baja rápido de la bicicleta preguntando:

—¿Qué pasa? ¿Estás bien? ¿Qué tienes?

—Sin mencionar que no puedo mover el brazo, si estoy bien, gracias por preguntar.

—Vaya viejo, debes admitirlo que eso fue increíble, saliste volando.

—Mis padres van a matarme.

—Debería llevarte a urgencias.

Aarón amarra mi brazo con su chamarra atándolo a mi cuello, duele demasiado. Al llegar a urgencias me hacen algunas radiografías y enseguida enyesan el brazo porque está fracturado. Más tarde mi madre llega junto con mi padre, están molestos y a la vez preocupados por lo sucedido, les explico que había tenido el accidente por culpa de un cachorro, lo cual en parte es cierto, pero no quedan conformes con lo que les digo. Mi padre me llama la atención, pero ambos comprenden que ya no soy un niño, así que creen lo del accidente y por supuesto no les cuento sobre la carrera que había tenido con Aarón.

LAS ESTRELLAS QUE CONTAMOS JUNTOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora