Cielo e infierno

2.2K 62 61
                                    

Una nueva vida, un nuevo comienzo. Me sentía libre al fin, con ganas de comerme vivo al mundo.

Al principio todo era color de rosa, íbamos a los ensayos de su grupo, yo me vestía con una pintas rockeras super sexy para que estuviera orgulloso de mí. Me encantaba que me exhibiera como su novia, esa culicagada bonita, blanca, de ojos claros, flaquita, con cabellos lacio hasta esa cinturita pequeñita que resaltaba su nalga redondita y paradita. Esa que todos sus amigos envidiaban.

Aunque él me gustaba, no me sentía enamorada, aún así le entregué mi virginidad. Nunca llegué a sentir emoción, ni siquiera llegué a saber lo que era un orgasmo. Intenté varias veces pero no sentía nada, ni siquiera llegó a acercarse lo más mínimo a lo que ella me hizo sentir con solo un beso. Llegué a creer que así era como se debía sentir, parecía que era lo normal con un hombre. Me convencí de ello y hasta simulaba que lo disfrutaba para que no me fuera a dejar.

***

El idilio duró poco. A los meses empezó con sus celos enfermizos, recordé a mi mamá y sus empeliculadas exageradas con mi papá. 

No tardó mucho en obligarme a salir del colegio porque debía arreglar la casa y tener la comida lista, a prohibir que me maquillara, a cortar con tijeras mi ropa sexy y botarme las faldas, a no dejarme hablar con nadie sin su permiso y mucho menos salir sola con mis otras amigas y mucho menos con amigos.

Muchas veces encerrada arreglando la casa me quedaba pensando «Que idiota, solo cambié de carcelero».

Llegaba tarde borracho y me obligaba a tener sexo, si me quedaba quieta me iba peor, me tocaba simular que sentía algo, el muy pendejo pensaba que me excitaban sus maltratos.

Si llegaba y no le tenía lista la comida me pegaba, me arrastraba del pelo a la cocina, después de agárrame a patadas, adolorida y llena de morados me tocaba de mantequera.

Ya ni podía salir con él porque si alguien me miraba era culpa mía y me volvía mierda en la casa. Me mantenía amedrentada, diciendo que no servía para nada, que me estaba haciendo un favor, que era una mantenida y que ni pensará en irme. Lo peor de todo, es que yo me lo creía y hasta llegué a pensar que lo hacia por mi bien.

¿Cómo puede uno llegar a ese límite?
¿Cómo llegar a aceptar esas cosas?

Recuerdo todo esto en retrospectiva y solo le puedo decir «definitivamente fui una estúpida, me deje llevar de miedo, deje de creer en mi».

A falta de ese infierno, en los conciertos ya ni se preocupaba por hacerlo a mis espaldas. Después de tocar su banda se chupaba encarretaba groupie se le atravesaba, no le podía hacer el reclamo, ni siquiera mirarlo feo porque él tenía todo el derecho de salir con todas las mujeres que le diera la gana, él era quien llevaba "el dinero" a la casa. Ya me tenía domesticada.

Llegó inclusive una noche borracho con una vieja, me despertó para obligarme a estar con ella y como me negué, me encerró en el baño. Me tocó dormir toda la noche en el piso mientras escuchaba como se la comía. Afortunadamente nunca tuve la confianza de contarle que me gustaban las mujeres, ni sé que sería de mi si se hubiera enterado o quién sabe a que me habría obligado.

Empecé a vestirme con pantalón y jean, camisas de manga larga y sacos cuello tortuga para cubrir las señas que me dejaba, porque si me los dejaba ver y alguien le hacía el reclamo, una vez más, era yo quién tenía la culpa y pagaba los platos rotos, un motivo más para darme la pela.

***

De todos esos años de mierda, lo único que agradezco es que una vez estábamos en un concierto cerca de la UdeA (Universidad de Antioquia), yendo para el baño me la encontré de frente. Sí, a ella, a Diana.

Mi vida real oculta a la sociedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora