Arrocito en bajo

267 14 0
                                    

En la empresa donde trabajo  llevábamos más de 4 años detrás de un cliente y al fin pude cerrar el trato. Mi jefe me dejó a cargo de la división liderando todo el equipo de trabajo.

Imposible no pensar en celebrar. Le escribí a mi esposo para que nos viéramos en La Villa, pero me hizo ir primero a la casa para cambiarnos.

Cansados de la peleadera entre Pilar y Laura decidimos no contarles nada e irnos únicamente nosotros.

¡Vamos a rockear!

Revolcamos el closet y nos montamos las chaquetas de cuero con las que andábamos en la moto apenas para esa noche lluviosa.

Me maquillé los ojos oscuros, con delineador arriba y abajo extendiendo los extremos. Labial casi negro y una camisa ligera por abajo con cuello en v y un crucifijo invertido de plata con piedras negras que solo uso en ocasiones especiales.

Mientras esperábamos el Uber, bajé las escaleras, y Thomas me miró con cara de tragarme viva.

- ¡Uy mamacita! ¿Quién pidió pollo?

Me montó en su cuerpo cargandome de las caderas y descargandome en el bife del comedor, me dio unos besos apasionados y buscó arrancarme la ropa.

Me tocó esforzarme demasiado para no dejarlo avanzar y me salvó la campana cuando llegó la notificación de que el Uber había llegado.

Salimos abrazados muertos de la risa, con una calentura tremenda.

***

El bar estaba lleno y con la lluvia hasta habían personas paradas en la entrada bebiendo y hablando.

Mientras se desocupaba una mesa nos hicimos en la barra.

Nos tocó una mesera que es súper efusiva, más de lo que me gusta y fijo le dio por atendernos, no es que sea mala trabajadora, solo que no es de mi gusto ese tipo de servicio invasivo.

Le saqué el cuerpo para pedir, hasta que se ocupó con otros clientes y al fin llegó Mariana. Estaba más seria y malaclase de lo normal, pero esa carita de enojada me encantaba.

Ni siquiera nos preguntó que queríamos. Nos sirvió dos cervezas de barril y las colocó en la barra con el ceño fruncido, dió media vuelta hacia el lavaplatos y por el espejo se quedó mirando.

No le quité la vista ni por un segundo, esperando que la regresara. Se encontró con mis ojos y apenas bajó la mirada para enjuagar unos vasos, volvió a subirla relajando sus facciones, esbozando una sonrisa.

No fue capaz de mantener la farsa y hacerse la enojada. Bajaba la mirada para enjuagar y coger otro vaso, la volví a subir al espejo y cuando le picaba el ojo esa risita volvía a aparecer.

Mi mente comenzó a bombardear con preguntas: «¿Qué tal si...? ¿Será que esta enojada por no llamarla?»

Con lo que me había pasado antes, dudaba si ese arrocito en bajo, al igual que Lorena y Alice también se me había quemado de tanto coqueteo y nada de acción. Bahh no importa... me sentia confiada y con ganas de cambiar de aires. «Se lo voy a pedir descaradamente».

Noté que se acababa de tinturar y su cabello estaba mas rojo. Seguro estuvo toda la tarde en la peluquería.

Mientras nos tomamos unas cuantas cervezas le presté atención completa a mi esposo y aunque ella se paseaba para hacerse notar me aguantaba las ganas de mirarla, eso la iba a volver loca y me la iba a entregar en bandeja de plata luego.

Ya estaba como prendidita y me paré para bailarle a mi esposo, obviamente también era para que ella se antojara.

Volvían a mi esas ideas perversas de la otra noche con ella metiendosele a mi esposo al baño y dándole una mamada mirándolo a los ojos con sus grandes ojos oscuros, tragándose todo su semen.

Mi vida real oculta a la sociedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora