Expiando pecados

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El cuentico de volver a la casa de mi mamá no duró mucho. A los meses que empecé a salir, de nuevo ya estaba harta de su cantaleta. Bien grande y me iba a volver a encerrar. ¡No! ya había aprendido la lección. ¡Adiós!

Así fuera a pagar una pieza, me iba a vivir sola. No me daba pa estudiar y trabajar, pero al menos no iba permitir de nuevo que decidiera por mí, ni encarcelarme mentalmente.

No tenía trabajo fijo pero me daba tranquilamente para vivir. Empecé a socializar con personas más adultas, no me faltaban propuestas, así fueran temporales.

A esa edad cada que había ferias o eventos me buscaban para hacer de mesera o salir en trusa para promocionar algo. Blanca capaz de deslumbrar al sol cuando se refleja en su piel; mi cabello natural es castaño claro, pero lo tinture rubio, largo, liso y algunas hondas que le daban alegría; ojos claros con visos miel, verde y gris; lunar cerca de la boca, flaquita con cinturita y un buen culo firme. Era perfecta para llamar la atención.

Ahí me pagaban bien, pero me cansé de la morboseadera de cuánto viejito verde creía que tenía el derecho de tocarme el culo.

¿Webcam? No. No fui capaz, me sentía siguiendo los mismos pasos de ella y me atormentaba más.

Mi vida social mejoró demasiado, gracias al idiota de mi ex le cogí gustó el rock y el metal, tal vez lo único bueno que me dejó esa relación. La vida en los bares para una mujer es muy fácil a duras penas me tocaba pagar el taxi de vuelta porque los hombres son tan pendejos que se dejan marranear super fácil.

Me encantaba volver a sentirme sexy, maquillarme los ojos delineados, labios rojos, vestir falda de cuero, camisas con los hombros al aire, medias de malla y botas de tacón alto. Llena de collares y cintas de satín en las manos y cuello.

Me ponía a bailar Glam con el parche que siempre iba al bar y me excitaba ponerlos a chorrear la baba con mis movimientos sugestivos. Pobrecitos, lo máximo que les quedaba era tirar paja porque que pereza otro man en mi vida. Nenas no me faltaron, pero no me quedé con ninguna, era cuestión de una noche y suerte, no creía en el amor, solo en el placer.

Por esa misma época comencé a hablar con un man por internet sobre una banda que me gustaba. Nos intercambiamos varios mails, me parecía misterioso, intrigante, pero muy seco. Había sido el único hombre que me había medio llamado la atención, le propuse encontrarnos y como era tan reservado no accedió, terminamos discutiendo y lo mandé a la mierda. No volvimos a hablar.

En el bar me gané la reputación de come niñas y si, yo ni las buscaba, ellas mismas se me ofrecían en bandeja de plata. Traté de olvidarla en una montaña de vaginas y senos de todos los tamaños, formas, gustos y colores; pero ella, mi gran amor, iba seguir siendo única, estaba en un pedestal muy alto que ninguna pudo alcanzar.

Si, hay que aceptarlo, me había enamorado y encoñada con ella. Casi nunca llegaba al orgasmo, desesperada las buscaba parecidas, con los mismos ademanes, las usaba para llenar mi mente con su imagen y cuando estábamos en la cama su recuerdo era los que me hacía explotar. Apenas me encontraba con la realidad, con esas caras, les daba la espalda y les pedía que se fueran.

Comencé a beber demasiado, a terminar borracha y llegar casi a rastras a la casa. El tema se me estaba saliendo de las manos. El punto de quiebre paso una vez me invitaron para una finca, obviamente con otras nenas. Me emborrache demasiado, terminé peleando con el dueño de la finca porque no hacía sino tratar de besarme y meterme a las malas a una habitación. Salí a media noche caminando por la vereda hasta el parque, no había transporte para Medellín a esa hora. Me senté en una de las bancas con la chaqueta sobre las piernas y me quedaba dormida a ratos de la borrachera y el cansancio.

Mi vida real oculta a la sociedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora