¿Virginidad?

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Nunca había tenido un mejor año que esté en mi vida. Todos los astros finalmente se habían alineado en mi favor.

Había terminado bachillerato, décimo y once cada uno en un semestre, con mucho esfuerzo y madrugadas lo había podido hacer.

Estar las 6 de la mañana cada sábado recibiendo clase no es nada fácil, pero Thomas siempre me llevaba, inclusive cuando no se quedaba a dormir a las 5:30 de la madrugada estaba muy puntual esperando en la portería de la unidad para llevarme.

En los grados no sabía quién estaba más contento, si él o yo. Aún vuelvo a buscar las fotos de vez en cuando para verle esa cara de orgullo, era un simple cartón de bachiller, pero aún así le brillaban las ojos.

No me dejó perder tiempo, llegó con el pago de los exámenes de admisión de las universidades en los que me habían interesado algunas carreras. Me presenté a tres de ellas y que les puedo decir, la calidad de aprendizaje de un semi escolarizado te deja a medias. Afortunadamente pase a la segunda opción en una de ellas.

Esa noche fuimos a comer, me pidió que nos vistiéramos muy elegante para celebrar. Me llevó a Tony Romas, un restaurante bar giratorio en la parte más alta de un hotel cinco estrellas de Medellín. Nunca en mi vida había estado en un lugar tan caché como ese. Nos dirigimos a la mesa y aunque el mesero se ofreció para acomodar mi silla, él con un gesto se lo impidió para hacerlo él mismo.

Se sentó frente a mí con su sonrisa perfecta y sus ojos brillando de emoción. El mesero llegó con las servilletas de tela, las acomodó en nuestro regazo y cuando nos iba a pasar las cartas las rechazó sin ser grosero.

- Amas las costillas ¿Cierto?
- Si -abrí los ojos emocionada-

Al parecer son una de las especialidades de la casa, así que no se demoró mucho en hacer el pedido al mesero.

Las costillas son una adicción para mí, pero no me imaginaba en un lugar tan fino cogiéndolas con las manos y royendo los huesos. Hasta que las trajeron y descubrí que no iba a necesitar las manos, la piel se soltaba sin esfuerzo alguno. Sin duda fue una cena espectacular, cuando supe el precio me escandalizó, pero entendí que no estaba cobrando solo la comida, el lugar, la vista y la atención.

Al terminar nos quedamos disfrutando un par de copas de vino, se metió la mano para sacar algo dentro de su chaqueta y me tembló todo. Asocie la invitación, la pinta, el lugar y jure que me iba a pedir matrimonio.

- No amor, todavía no te voy a pedir matrimonio -como si leyera mi mente-

Me reí nerviosa y bueno algo decepcionada. Respire profundo.

- Pero, si seguimos así -extendió su mano con una carta- muy pronto sé que vas a ser la mujer con la que voy a querer vivir toda mi vida

Se me salieron las lágrimas de la emoción, me tenía en una montaña rusa de emociones. Abrí la carta y con su mismo puño y letra decía.

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¡Parce!

Sí, eres mi parcerita, mi compinche, mi amor, mi novia, mi amiga, mi amante.

Eres todos eso para mí y amo a cada una de ellas, desde las más románticas, hasta las mas perversas y lujuriosas.

Que raro fue nuestro comienzo, pero creo que la vida nos dio la oportunidad de no vivir todo en un abrir y cerrar de ojos. Pudimos degustar y disfrutar con calma, como este vino que nos estamos tomando, llevaba años añejando y ahora lo degustamos placenteramente.
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Mi vida real oculta a la sociedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora