Decisiones

661 26 1
                                    

A las 5 de la mañana me entra un llamada.

- ¿Me abres porfa?
- ¿Qué? ¿Cómo así?
- Estoy acá abajo de tu casa

Me asomé por la ventana y ahí estaba la moto. Me levanté como un rayo, me lave los dientes y bajé corriendo por las escalas.

Abrí la puerta y ahí estaba con su mano extendida, una rosa roja y una carta. Le recibí la rosa y lo abracé pasándole las manos al cuello, él hizo lo mismo por la cintura y me dió un delicioso beso tierno de buenos días.

Me miró, se sonrió y bajó sus manos hasta mis nalgas -abrí los ojos, no me lo esperaba- me dió un beso super erótico, con ganas, con deseo. Apretaba mis nalgas contra su cuerpo, poseía mi boca y podía sentir su entrepierna crecer.

Se separó y espero a que la agüevada -osea yo- abriera los ojos. Sonrió con picardía, levantó su mano con la carta y apenas la tomé se dió media vuelta y se fue sin despedirse. Había dejado la moto prendida, no volvió a mirar atrás, simplemente aceleró y se fue.

Subí las escaleras como levitando, con la carta apretada en el pecho y la rosa en la nariz. Me acosté en la cama suspirando. Abrí la carta:

----------
Hace rato me moría de ganas por agarrarte la nalgas mientras te daba un beso.

Nos vemos a la noche, mamacita. Te invito a comer.
----------

Este desgraciado -me sonreía, al recordarlo- está demasiado convencido. Va tocar darle una lección. Lo mandé un mensaje de texto (si, en esa época no existía WhatsApp).

----------
Hoy no puedo. Gracias por la rosa
----------

Seguro estuvo en reunión toda la mañana y solo hasta la hora del almuerzo me escribió.

----------
Hoy es el único día que no tengo clase. Porfa vamos
----------

Era obvio que yo me moría por verlo, pero hay cosas a las que hay que ponerle un poquito de misterio.

----------
Hago unas llamadas y te aviso
----------

Yo ya sabía que tenía que trabajar hasta tarde, pero igual me aguante todo lo que pude para decirle. Como a la hora le respondí

----------
Listo, pero apenas termine de trabajar
----------

Entro una llamada de él, dejé repicar unas veces. Se supone que uno hace eso para ponerlos a sufrir, pero uno sufre más aguantando.

- Hola, rogada ¿Cómo estás?
- Bien y tú -bastante seca, seria-
- ¿Qué pasa? ¿Estás enojada?
- No. Me estoy arreglando para un evento
- ¿Sales tarde?
- A eso de las 10
- No importa ¿te recojo?
- Depende -se me salió el tono coqueto-
- ¿De qué?
- ¿Me va a saludar como ésta mañana?
- Por mí no hay problema
- ¿Hay un pero? ¿Cierto?
- No voy a tratar "mi princesa" como una zorra delante de todos, después se antojan
- Tan lindo, pero yo me sé cuidar sola
- No me gusta
- Ok, pero el beso no es negociable
- Ya entendí, quieres que todos sepan. Listo, a las 10 te recojo y te saludo delante de todos. Te quiero mamacita, chao que voy pa reunión
- Yo a ti -le tiré un pico-

Colgó la llamada y me preparé para ir a trabajar. Hoy me tocaba con un enterizo negro. Una trusa con los logos de una empresa de motociclismo, justo una de las que más odiaba él por desechables y baratas. Era un show room del lanzamiento de una nuevo modelo y tocaba posar al lado de la moto, dejar que nos tomaran fotos y entregar volantes.

Mi vida real oculta a la sociedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora