Capítulo VII

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Karsten

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Karsten

     Henning me advirtió que ella se daría cuenta. Por eso tengo a la mentira de respaldo quemándome la punta de la lengua, pero todavía no fui capaz de decirla en voz alta.

     Mercy subió y Clay, el moreno, fue tras ella. La chica de las trenzas los siguió y ahora estoy a solas con el chico cuya mano se rompió por mi culpa y Letha. Estuve a solas por casi media hora antes de que ambos bajaran. Conté cada minuto.

     El parecido entre ambos es obvio, y asumo que son hermanos: mismo cabello rebelde y rizado, ojos verdes pálidos y misma tez anémica. Cuando ella vuelve a acercarse para limpiar el corte en mi frente noto las venas bajo la piel de sus sienes.
Su hermano, el que creo que se llama Myko, se queda al otro lado del sótano dándole vueltas y lanzando al aire una moneda con su mano buena. Se relaja y cruza un tobillo sobre el otro siguiendo cada uno de mis movimientos. Se encargó de liberar mis manos del techo para luego arrastrarme a la pared mohosa y encadenar una de ellas a una tubería oxidada cerca del piso de cal.

     —He estado aplicándote alcohol en las heridas hace diez minutos y ni siquiera te has estremecido —observa Letha en un susurro mientras limpia el corte con gentileza—. Me pregunto si estás reprimiendo las ganas de llorar por hombría o si las lágrimas se evaporaron en cuanto Mercy te vio a los ojos por primera vez. Puede ser así de aterradora —prosigue retrocediendo y examinando mi rostro—, pero tiene sus motivos.

     Echo una mirada a su hermano. El hecho de que le esté permitiendo hablar conmigo cuando supuestamente estoy involucrado con la desaparición de Enora significa solo una cosa.

     —Sé lo que haces —aseguro—. Saben que si luego de aguantarme una golpiza sin siquiera pestañear no van a lograr sacarme nada de información por las malas. —La miro a los ojos—. Así que intentan contigo, por las buenas.

      Hay una gotera cerca, puedo oírla porque repentinamente estamos de vuelta sumidos en el silencio.

     —¿Cómo te llamas? —habla Myko por primera vez desde que solo quedamos nosotros tres.

     Fija la vista en el piso y comienza a avanzar a paso lánguido. Letha no lo mira, sus ojos están demasiado ocupados en mí: me está suplicando que hable. Me contempla como si estuviera a punto de convertirme en un héroe o un villano, todo dependiendo de si les digo algo o callo.

    —Karsten —respondo.

    —Karsten —repite Myko poniéndose en cuchillas junto a su hermana—. No sé por qué Mercy cambió de parecer respecto a ti, pero es obvio que alguien te ha enviado a hacer lo que sea que se supone que ibas a hacer en La Ratonera. Los ojos de Letha se cristalizan e inhala con fuerza—. Aunque no conozcas a Enora, puedes decirnos quién te envió a hacer esto —continúa el muchacho.

     —Y también por qué lo haces. —La voz de Letha está a punto de romperse y siento una opresión en el pecho al ver la forma en que las lágrimas le resbalan por el rostro—. Mercy asegura que tú no serías capaz de lastimar a nadie y le creo, así que, por favor... —Su mano temblorosa alcanza mi rodilla—. Habla. Puedes decirnos quién te está obligando a hacer esto. Tú puedes ayudarnos a recuperar a Enora, Karsten.

Sin piedadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora