«No importa lo rápido que viaje la luz, siempre se encuentra con que la oscuridad ha llegado antes y la está esperando.» -Terry Pratchett.
• Histora ganadora de los premios WATTY 2019 en la categoría de misterio & suspenso.
• Primer libro de la trio...
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Karsten
Mi padre golpeaba, maltrataba y abusaba de mi madre incluso antes de que yo naciera. Sé que lo hizo cuando estaba embarazada de mí, y lo siguió haciendo hasta el día en que le pedí a Henning que lo hiciera desaparecer.
Yo soy producto de él forzándola. Nadie tuvo que decírmelo.
Recuerdo muchas cosas que me gustaría ser capaz de olvidar, pero mi recuerdo más nítido es aquel en que lo vi por primera vez golpearla. Al principio el sufrimiento de mamá solo se llevaba a cabo en la alcoba, a puertas cerradas, pero la vez en que la dejaron entreabierta y fui testigo de su crueldad, él dejó de preocuparse en cerrarla.
Esa primera vez sentí muchas cosas, sentimientos que, si invoco las imágenes, continúan estando frescos. Sentí miedo e impotencia, enojo a pesar de mi corta edad, pero también una de las mayores decepciones de mi vida.
Era mi padre. Yo confié alguna vez en él, creí que me protegería, que lo que compartíamos iba más allá de la sangre. Se supone que él me amaba, pero cuando contemplé su mano cerrarse en un puño lloré, en cierta parte, con desilusión. Sentí que él estaba traicionando a mamá, y también a su propio hijo. Traicionó toda confianza y amor que alguna vez le habían dado y avivó un odio que nadie debería acarrear en el pecho.
En los ojos de Mercy pasa exactamente lo que mismo que pasó en los míos esa noche.
Está de rodillas, con la ropa rasgada y ensangrentada, con el rostro iluminado por los faros de los coches dejando al descubiertos las manchas rojizas, los cortes y la mirada café cristalizada enmarcada por el cabello revuelto, evidencia de una lucha que no pudo ganar. Está luchando por respirar. Su pecho sube y baja con rapidez mientras que sus hombros comienzan a decaer poco a poco. El peso de traición la hunde.
Pero yo no te traicioné, quiero decirle.
Quiero gritarlo, jurárselo, pero el arma presionada contra mi espalda baja me lo impide. Permanezco quieto en mi lugar junto a Nisha y el coronel Wessbour, el segundo al mando de Henning. Solo lo vi una vez, pero eso bastó para que lo recordara para siempre. Las cicatrices en su cuello y mejillas, su robustez, altura, carencia de cabello y abundancia de una ferocidad silenciosa en sus ojos verdes lo hizo.
—Nisha... —He evitado mirarlos, pero en cuanto Myko la llama con esa aflicción en la voz no puedo más. Al instante me arrepiento—. ¿Cómo... cómo pudiste? Clayton murió por... —dice sin aliento, un tanto por la hiriente sorpresa y otro por la cantidad de golpes que han descargado contra él una vez que los tiraron sobre el césped—. ¿Por qué?
Letha ahoga un sollozo, pero no dice nada. Ya se ha quedado sin súplicas, ha entendido que no hay vuelta atrás. Lloró y repitió que por favor no los lastimaran, que por favor dejaran de golpear a su hermano, que por favor todo fuese un sueño.