Prólogo

10.9K 714 38
                                    

16 de febrero del 2001. 

El cuerpo de la mujer yacido en aquella cama de hospital se removía por las contracciones que su embarazado producía, estaba por dar a luz al primer bebé que la vida le había brindado, el primer bebé que su verdadero amor de adolescencia le había engendrado aquella noche donde la luna fue testigo del placer y amor que desprendían ambos cuerpos decididos a pecar para traer al mundo lo que sus almas anhelaban desde tiempos inmemorables. La luz destellaba en sus ojos, los cuales cerraba con fuerza cuando las contracciones fueron menos soportables, sentía como si clavaran cientos de dagas en su vientre y éste se expandía cada vez más, notándose la desesperación que el bebé tenía por salir.

El color de las paredes del lugar la reconfortaban recordando el color de la habitación del bebé, un azul cielo tan cálido como las tardes de veranos. Habían escogido ese color a causa de no saber el sexo, sin embargo, ese azul tiraba para ambos sexos y su hipnotizantes armonía lo hacía relucir aún más. No les molestaría que resultara un varón; lo criarían con fuerza de luchar y no adentrarse por los malos caminos de la vida —sería el hombrecito más apuesto para su madre— su padre, le enseñaría lo que conlleva mantener a la familia de pie. Sería el segundo en cambiar la generación de su familia, todas resultaban hembras. Y si llegase a ser hembra, sería guiada para conservar la inocencia y la virtud de su familia, mostrar esa humildad y afecto que no podía faltar en una señorita.

El amor sería igual para cualquiera que fuese.

El grito de la mujer alarmó a su esposo, quien sostenía su mano y estrangulándola sin percatarse de si le hacía daño o no. Aún el sudor recorría por su frente y los empujones se volvían más frecuentes, sentía como parte de ella se desgarraba y se abría de una manera inimaginable para creerlo. El dulce llanto de una vocecita fue lo que detuvo el tiempo para la mujer quien no soportaba más otro empuje y el oxígeno casi era escaso. Apenas y podía mirar el bulto que la enfermera sostenía entre sus brazos.

Su vista se volvió borrosa y el fuerte dolor de cabeza llegó a su sien aturdiendo por el irritante pitido que escuchó, dejándola casi sorda de la gente a su alrededor. No sabía lo que pasaba, y no estaba segura si eso era efecto de dar a luz por primera vez. Pero su cuerpo no reaccionó cuando el cuerpo de lo más pequeño que había visto jamás, lo depositaron en su pecho y la mano de lo más pequeño que había visto jamás se posó en sus labios, sintiendo el suave contacto y todo a su alrededor quedó cegado por una luz resplandeciente. Lo último que escuchó fue el llanto de su bebé en el pecho, el aullido de un lobo a lo lejos y la enfermera pronunciando unas hermosas palabras:

—Felicidades, es una niña.

...


¡Hola!

El comienzo de esta historia ya está aquí, disfrútenlo al máximo. Estoy muy emocionada de volver y con muchas ansias, de verdad espero que lleguen a quererla como yo. 


TUYA. (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora