Capítulo 15

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ASTRID.

Lunes, maravilloso día para iniciar clases. Hice todas mis labores temprano, arreglar la mochila, planchar mi uniforme el cual consistía en una falda azul marino, una camisa blanca de botones y un chaleco del mismo color de la falda. Peiné mi cabello, este había amanecido desastroso, pero no le tomaría importancia a las cosas negativas.

Jamás pensé que este día llegaría, sabía que entrar a clase a mitad del año escolar no era una buena opción, la gente me miraría raro y más cuando estaba por acabar. Ellos no lo entenderían tampoco trataré de hacerles entender, esta era mi decisión y listo. Coloqué un poco de brillo labial en mis labios, algo de rubor y por último perfume.

Había sido informada de que la escuela quedaba a unos kilómetros del pueblo, donde se alzaban los rascacielos y los humanos iban de aquí para allá en las calles, ignorando que existían otras especies diferentes a ellas. No me quejaba si estaba lejos, saldría al mundo exterior y conocería a personas como yo. 

Eres estúpida Astrid.

Cállate.

Me sentía rara, el cosquilleo en mi estómago ocasionó cierto disgusto por el desayuno cerca de mi nariz.

—No creo poder desayunar, estoy muy nerviosa para a hacerlo —les dije a mis padres quienes mantenían una actitud como cualquier otro día. Creía que actuarían diferente al saber que no estaré en casi toda la mañana.

—Te entendemos Astrid, pero necesitas energía para soportar a los tuyos —comenta mi padre divertido.

—Estoy segura que sí, comeré en el tiempo libre que tenga —saqué mi horario de la mochila, había sido enviado ayer la tarde del domingo junto a mi uniforme.—. Sí, tendré un tiempo libre entre las diez y diez y media. Tiempo suficiente para comerme algo.

—Será mejor que vayamos a dejarte. Llegarás tarde —mi madre pasó de largo. Mi padre y yo nos miramos confundidos, sin comprender.

—Ven, te llevaremos a tu primer día de escuela —eso le hizo sonreír—. Wow, jamás pensé que diría eso, eres la única loca que quiere ir a la escuela.

—¡Papá! —le reproché, su sinceridad siempre por delante—. ¿Tú fuiste a una?

—Solamente una semana, luego escapé de casa y ya no tenía esa obligación.

—¿Me castigarías si me arrepiento de escoger ir a la escuela?

—Te encerraría por toda una eternidad señorita —reímos en camino a la salida. 

El mayordomo nos abrió la gigante puerta principal y agradecimos. Al montarnos en el auto, todo el viaje fue silencioso, detrás del coche donde estábamos, nos seguía otro que pertenecía a los guardias de Dimitri, todo por protección. 

—Bueno cariño, aquí es —anuncia mi papá, ensimismado al lugar puesto frente al auto. También me encontraba en ese estado, no podía pensar en otra cosa que no fuese la ansiedad, respiraría hondo y me dejaría llevar por mi emoción, nada podía salir mal.  

El edificio era grande, seguro capacitado para cientos de estudiantes dotados en querer estudiar y entrar en una buena universidad. Bajé de la camioneta acomodando mi falda, quería verme presentable en mi primer día, causar una buena impresión y conseguir buenos amigos. ¿Les caeré bien? 

Tragué grueso, quizás estaba siendo exagerada o no. No sabía, jamás me prepararon para esto. 

—Creo que llegó el momento. Entraré ahí, demostraré lo mejor de mí y volveré mañana para seguir demostrándolo —les aseguré y ellos rieron. Al menos vi la sonrisa de mi madre antes de comenzar esta nueva aventura. 

TUYA. (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora