ASTRID.
—Logré traer ponche sin que me tropezaran —vocifera a lo alto Chris mientras estaba viniendo a mí, apenas pude escuchar ya que la música estaba muy fuerte—. Ten.
Tomé del ponche que tenía un sabor muy peculiar que quedaba en la boca, me gustó así que lo empiné todo.
—Agh —se queja él haciendo una mueca—. Alguien le echó alcohol al ponche, cuando los profesores lo descubran, revisarán a todos antes de salir del baile.
—¡Está rico! —le grité a su oído—. Nunca había probado alcohol, no está tan mal.
—Sí, pero este alcohol debe estar ligado con otra cosa. Estas personas no les importa meterse en problemas —deja su bebida a un lado y suspira.
—¿Quieres salir a tomar aire? —sentía como poco a poco el alcohol estaba haciendo efecto y estar encerrada en ese salón con las luces de colores apuntando a todas partes, me mareaban. No fue buena idea beberme todo el contenido del vaso de un sólo sorbo—. No soy resistente al alcohol.
—Salgamos un rato, es buena idea —coincide conmigo.
Aparentemente él no estaba disfrutando de la noche, ahora me sentía culpable por haberle obligado a venir cuando desde un principio había rechazado mi propuesta. Mi terquedad terminará por espantarlo de mí, esperaba que eso no sucediera, Christofer estaba volviéndose una gran persona para mi vida, de cierta forma, ambos complementábamos el dúo perfecto.
Él, el chico callado y tímido. Yo, la chica intrépida y necia.
Hasta los momentos, los dos estábamos bien así. Él era esa otra parte de mi vida en la que seguía siendo mitad humana, tal vez guardarle un secreto acerca de mi vida fuera de la escuela me hacía sentir de cierta forma mal, no me gustaba guardar secretos y mucho menos cuando a pesar de que Chris es muy reservado, se ha abierto a mí en muchas ocasiones.
Como aquella vez que me confesó que de niño tuvo que ir al psicólogo por terrores nocturnos y y parálisis del sueño por las noches, a causa de los problemas que había vivido con su padre y verlo más de una ocasión golpear a su madre, para un niño de diez años, no era algo muy grato de ver.
Para ninguna edad, de hecho.
—Está haciendo mucho frío aquí afuera —comenté una vez que nos dirigíamos a la cancha de fútbol, intenté darme calor con mis manos en los brazos, recordé que Chris me había acompañado a dejar mi abrigo y mi teléfono en mi casillero.
—Puedo darte mi chaqueta —se ofrece él, se desprende de esta para colocarla en mis hombros y pueda abrigarme—. Te queda mejor que a mí.
Reí porque no era cierto, más bien me quedaba gigante y no hacía juego con mi vestido.
—Gracias, sé que mientes para hacerme sentir mejor.
—No tengo la intención de mentir cuando he dicho la verdad —dice mientras me empuja levemente con su hombro y no paraba de sonreír—. Eres muy hermosa Astrid.
Un brillo extraño pasó por sus ojos al verme y no pude evitar sonrojarme por esa mirada, tal vez simplemente los nervios eran los que provocaban esa acción en mí, no habría otra razón y mucho menos cuando Christofer era sólo un amigo.
—Gracias —volví a agradecer—. Tú te has comportado muy bien conmigo desde que nos conocimos esa vez en el pasillo, tuve suerte de encontrar un buen amigo como tú.
Enredé mi brazo con el suyo hasta seguir caminando al medio de la cancha y sentarnos en el césped de esta, sería buena idea quitarme los tacones que ya no los aguantaba, pero mis pies quedarían congelados. Eramos los únicos locos en salir con este clima tan repentino de esta noche, la fiesta apenas estaba en su punto medio y en el reloj de mi muñeca marcaban las siete de la noche.
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TUYA. (COMPLETA)
WerewolfÉl, un hombre lobo en busca de su mate. Sintiendo que su mundo acabaría. Ella, una chica humana, su vida diaria fuera de lo normal. Lobos, vampiros, brujas, brujos. ¿Qué más podía tener en esta vida? ¿Acaso conoces la verdadera historia de los mate...