Despedida.

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Durante el resto de la fiesta estuve con Jason.
No podíamos separarnos ni un segundo el uno del otro, que Jason me confesará su amor fue lo mejor y lo peor que me podía pasar.

—Te quiero Amy, y que te tengas que marcharte no cambiará lo que siento por ti.— Decía Jason.

Escuchar aquellas palabras hizo que mi corazón diera un vuelco.

—Yo también te quiero Jason, pero ya no podremos vernos más.—

La fiesta acabó y cogí mis cosas para marcharme.
Una de las mujeres del orfanato me acompañó a la salida.

—Espero que tengas una buena vida Amy.— Decía la mujer.

—Eso espero.— Dije triste.

Antes de qué cerrasen la puerta Jason se acercó rápidamente.

—¡Te quiero Amy!, Recuerda, Siempre juntos.— Decía Jason en voz alta señalando su amuleto.

En ese momento se me pasaron por mi mente todos los recuerdos vividos aquí, y no pude evitar llorar.

Era un día frío apenas había personas caminando por la calle.

Las pocas personas que había no paraban de clavar su mirada en mi y susurrar en voz baja.

Ya estaba anocheciendo y necesitaba un sitió para pasar la noche y la vida.

Me acerqué a varios hostales para que pudiesen darme cobijo, pero no hubo suerte.

—Solo será por un tiempo, buscaré trabajo y le pagaré, lo prometo.—

—Lo siento pero aquí no fiamos a nadie, en vez de gastarte el dinero en drogas busca un hogar.— Decía el señor del Hostal con una expresión de asco.

—¿Drogas?, yo no consumo...— cerró la puerta en mi cara antes de que pudiese acabar la frase.

Seguí caminando hasta encontrar un pequeño puente en el que podía descansar.

Eché un vistazo y había algunas personas debajo de el, tapados con mantas.

Me acerqué y me senté en una de las esquinas.
Una mujer se acercó a mi.

Era bastante mayor, tenía los párpados cansados, y la ropa sucia y rota, se veía claramente que necesitaba algo de comer, estaba demasiado delgada.

—Hola querida, ¿Que te trae por aquí?.— preguntó la mujer.

—Hola señora, estuve en un orfanato y he cumplido la mayoría de edad y tuve que marcharme.— dije apenada.

—Este sitio no es seguro para ti, tienes que irte.—
Decía la mujer.

—No tengo a donde ir.—

—Si sigues esta calle y giras a la derecha encontrarás un pequeño bar, seguro que te dan trabajo y más a una chica guapa y joven como tú.— Decía la mujer.

—¿Está usted segura?.—

—Desde luego, no pierdas el tiempo y ve.— decía la mujer mientras se alejaba.

Hice caso a lo que me dijo, me levante y fui en busca de ese bar.

Tras unos 10 minutos caminando encontré el bar, más que un bar parecía un antro.

Entre y vi a varias chicas bailando en una barra y varios hombres baboseando con varios billetes en sus manos.

Al entrar varios hombres se me acercaron pero pude apartarme de cada uno de ellos.

LA ELEGIDA © #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora