Visita inesperada.

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Todos estaban esperándome para el tercer plato.
Me senté y susurré al oído de Alan.

—Alan, no me encuentro muy bien, ¿Podemos irnos?.— pregunté.

Alan me miró con cara de desaprobación.

—Madre, padre, Amy está indispuesta, tendremos que acabar la cena otro día.— Decía Alan.

—Oh vaya, recupérate querida.— Decían sus padres al unísono.

Nos levantamos de la mesa, les di las gracias y abandonamos el lugar.

—Alan, lo siento mucho...—

No dejo que acabase la frase.

—Amy me has dejado en vergüenza delante de mis padres.— Decía Alan enfadado.

—¿Como puedes ser tan egoísta?, todo este cambio, todo lo que he hecho asido por ti.—  Dije indignada.

—Aún tendré que prepararte más.— Decía Alan.

—Alan, ¡no soy una marioneta!.—

Salí corriendo y pedí un taxi para regresar a casa.

A lo lejos podía escuchar la voz de Alan.

Al llegar todo estaba oscuro.

Me apresuré a mi habitación, me puse mi pijama y baje a la cocina a beber un poco de agua.

Mientras bebía sentía la presencia de alguien.
Me di la vuelta y me asuste.

—Buenas noches.— Decía Eliott.

No lo podía visualizar bien, ya que estaba todo oscuro y la única luz era la de la luna.

—Me has asustado.— Dije nerviosa.

—¿Que tal la cena?.— Pregunta Eliott.

—Muy bien, todo estaba muy bueno.— Dije mientras sonreía falsamente.

—¿Y sus padres?.— Pregunta Eliott.

—Son muy simpáticos.—

—Seguro que si.— Decía Eliott acercándose.

Cada vez que se acercaba podía verlo mejor.
Estaba sin camiseta, con el pantalón del pijama puesto.

Sus ojos verdes encontrados con los míos.
Estar tan cerca de él me ponía muy nerviosa, estoy con Alan y cada vez lo voy superando más.

Se acercó a mi odio y susurró.

—Que seas feliz Amy.— Decía Eliott.

Se separó de mi, cogió una de las magdalenas de la mesa y se fue.

No pude reaccionar durante unos segundos.
Salí de la cocina y volví a mi habitación.

Estoy segura de que voy superando a Eliott.

Y  estaré muy enamorada de Alan.

A la mañana siguiente Rosa me despertó muy entusiasmada.

—Señorita Amy despierte.— Decía Rosa abriendo las ventanas.

—¿Que ocurre Rosa?.— Dije cansada.

—Tiene visita.— Decía Rosa.

—¿Visita?, oh no, ¿Es Alan?.— pregunté.

—No, mucho mejor.— Decía Rosa saliendo de la habitación.

Me invadió la curiosidad, cogí una pequeña sudadera y me la puse por encima.

LA ELEGIDA © #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora