Capítulo 9

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Taylor se levantó temprano al día siguiente. Y no se percató de que Joan estaba en la cama, hasta que despertó completamente.

Ella fue a darse una ducha, sin pensar. Pues sabía que Joan y ella volverían a discutir de nuevo si este llegase a despertarse.

Cuando salió de la ducha unos minutos más tarde, fue hasta su teléfono móvil y lo encendió.

Al ver en pocos segundos que tenía dos llamadas perdidas de Allan, se preocupó un poco.

Entonces, Taylor marcó el número de su hermano y espero a que este se lo cogiese. Ella mientras tanto, camino hasta el vestidor.

―Hola pequeña ―dijo él de pronto descolgando el teléfono―. ¿Dónde estabas?

―Perdona por tener el teléfono apagado ―respondió ella―. Llegue a casa ayer muy cansada y dedica de descansar. Por eso apague el teléfono móvil. ¿Ha pasado algo?

―Podemos quedar a desayunar en algún otro lugar. Hay algo de Joan que debes de saber.

―Va bene. Espérame a las nueve en la cafetería de al lado de la empresa de papa.

―Vale.

Tras esa breve charla, Taylor decidió de mandarle un mensaje a James citándole en el departamento. Y después de enviarlo, dejo el teléfono a un lado.

Cuando salió del vestidor en pocos segundos, vio que Joan estaba sentado en la cama.

Por unos segundos, ellos se miraron a los ojos y Joan con la boca seca, le preguntó a Taylor:

―¿Qué paso ayer?

Taylor se quito la toalla y comenzó a vestirse, mientras que le respondía:

―Tú y tus vicios, te hicieron sacar finalmente el hombre que eres.

Entonces Joan recordó el momento en que le pegó a ella la bofetada y dijo:

―¡Dios! Perdóname.

―No lo hare, Joan. Ya he aguantado suficiente.

―¡Vas a dejarme!

―No lo sé.

Entonces Joan recordó algo que le serviría para saber algo de lo que saldría de dudas. Algo que sospecho hace dos días. Cuando su esposa apareció al otro día en casa.

―Déjame que te invite a cenar esta noche ―dijo él―. Sin que yo este drogado o borracho.

―No voy a darte una respuesta. Ya sabes que antes de una cena para mi esta el trabajo. Ya lo sabes.

―Siempre pones alguna escusa para salir a cenar conmigo, Taylor. Pero lo que no te vale es que no puedes hacer siempre lo que quieras.

―Joan no me amenaces o te juro que me das el divorcio.

―Y tú sabes que no te lo daré. Es más, matare a tus seres queridos y te quedaras desprotegida. Mis amenazas que te hice desde el comienzo desde el inicio de nuestro matrimonio, aun continúan en pie.

―Sigues siendo el mismo psicópata que me violo hace cinco años.

―Y lo seré siempre. Porque lo que es mío, solo me lo arrebata la muerte. Así que no me tientes  Taylor. Porque soy capaz de lo peor.

―No te tengo miedo Joan.

―Pues deberías de tenerlo. Porque no voy a permitirte una infidelidad de nuevo.

Ambos se miraron a los ojos  ella continuó vistiéndose. Pero aun así no le tenía miedo a las palabras de su marido.

Cuando ella se marchó en unos segundos después a la empresa, decidió que era el momento de hacer lo que no hizo antes. Y era el momento de saber quién era la persona con la que su esposa se estaba acostando.

Cuando Taylor llegó a la cafetería, esperó sentada a que Allan apareciese.

Ella pidió un café descafeinado para hacer menos larga la espera.

En unos minutos, Allan apareció por la cafetería y cuando vio a Taylor, fue hasta a ella.

En pocos segundos, se sentó y pidió un café cortado.

Cuando el camarero se marchó, Allan respiró profundamente y le dijo a Taylor:

―Debes de tener cuidado.

―¿Por qué?

―Me he enterado por mis propios métodos que Joan ha cerrado mal un negocio de mercancía ilegal y le han jurado que acabarían con su vida.

―No temo por mi vida. Ya lo sufrí una vez en el pasado. Una vez en la que casi muero por culpa de una bala que iba para él.

―Lo sé.

Allan hizo una pausa:

―¿Te ocurre algo? ―preguntó ella.

―En realidad debes de saber algo más.

―¿Qué cosa?

―Fue en realidad Joan quien intentó matar en el hospital a James cuando estuvo en coma.

―¡Que!

―Fue por eso por lo que le hice pasar por muerto. Por que tenía que reunirnos de nuevo. Por qué os amabais.

―Y nos amamos ―le aclaró ella.

Hicieron una pausa. Pues el camarero les había servido el desayuno.

―Ten cuidado ―dijo Allan agarrándole la mano a Taylor―. No me gusta como estáis haciendo esto. Y tarde o temprano Joan lo sabrá.

―Te dije que tranquilo. A Joan lo tengo yo controlado.

―Pero aun así, todo se te puede ir de las manos.

―Tranquilo. Me las sabré apañar yo sola.

Después de esas últimas palabras, ellos comenzaron a desayunar.

Y cuando acabaron de hacerlo, Taylor se marchó a la empresa de su padre y Allan fue a resolver varios asuntos con algunos clientes.

James se reunió con un antiguo cliente para tratar varios asuntos que a James le convenía.

Mientras que comía junto a esos clientes, pensó en Taylor y en la belleza que desprendía cuando le demostraba en cuerpo y alma que le amaba. Y sabia en esos momentos, que deseaba tenerla de nuevo entre sus brazos. Algo que ocurrió desde el primer día en que se vieron después de aquella noche en Verona.

Cuando terminó aquella reunión, un par de horas más tarde; decidió de irse al departamento.

Al llegar unos minutos más tarde, decidió de poner algo de música para hacer más corta la espera.

Cuando Taylor llegó al departamento, comenzó a escuchar música.

Al ver a james con una copa y lo relajado que estaba, pensó que por fin estaría en paz.

Cuando comenzó a sonar Escúchame una canción versionada por Il. Volo, Taylor se acercó a él.

Ambos se miraron a los ojos y con aquel brillo en la mirada, comenzaron a bailar a los compas de la música.

Con cada nota, bailaron lentamente hasta que el deseo encontró a James y arrastrando a Taylor hacia la cama, le hizo entender que aquella noche no se escaparía de la pasión que les envolvía.

James arranco lentamente cada centímetro de la ropa a Taylor y desvistiéndose él en breve, la poseyó como si fue el fin del mundo.

Joan miró aquella noche por primera vez en mucho tiempo, su ordenador portátil. Pues quería saber dónde estaba su esposa,

Cuando observó la dirección en la que estaba, hizo que su hombre de confianza en la empresa, le dijese quien tenía esa dirección.

Cuando le dijo el nombre de quién era, se maldijo y supo que su mujer estaba con su peor enemigo.

Decepcionado, pensó en darles a ambos un castigo. Uno del cual no depararía en hacer. Por lo tanto, esperó a que su esposa apareciese por el departamento para que cayese en su trampa y en su castigo. Pero sabía que no podía quedar las cosas tal tan limpiamente con James. Por lo tanto, pensó en lo que haría con él para que también escarmentase.

Cuarenta Días de Liberación (Una Noche En Verona IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora