Joan volvió a caminar al día siguiente por el pasillo, para ir a la habitación de tortura. Pero antes de que hiciera eso, se metió varias rayas para que le diese el valor para torturar mucho peor a su esposa. Una mujer que le había traicionado, a pesar de que él sabía de sus sentimientos hacia su peor enemigo.
Él volvió a entrar en la habitación de tortura en pocos segundos. Donde dejó a atada a su esposa con aquellas cadenas.
Cuando observó la desnudez de su esposa, cerró la puerta con llave y en pocos segundos, fue hasta el cajón. Ya que sabía que cuando estaba ante aquel mueble, solía pensar mejor sus métodos de tortura que viendo el desnudo de alguna mujer.
Entonces en cuestión de segundos supo que tenia la gorma de torturar a Taylor.
Cogió varias cuerdas, una mordaza y unas pinzas para pezones.
Cerrando el cajón, fue ante ella.
Joan comenzó a atarla solo de cintura para arriba; formando infinitos en el cuerpo de su esposa. Y en su sexo, hizo varios nudos para que sintiese el dolor. Y por último, ató sus amarres de la espalda al techo.
―Joan, por favor ―suplicó ella.
Él fue detrás de ella y comenzó a acariciarle el pelo. Y en pocos segundos le puso la mordaza con una argolla en la boca. Eso le hizo gemir por unos momentos. Pues estaba forcejeando para que no se la pusiera.
En pocos segundos fue ante ella y se miraron a los ojos, mientras que Joan le ponía las pinzas en sus pezones. Algo que cuando las puso, hizo gemir a Taylor por el dolor.
En breve, fue al cajón y sacó algunas cuerdas más. Pues tenía claro que iba a torturarla un poco más y sabía que el vibrador daba muchos resultados. Así que no se olvido de él.
Ante Taylor en pocos segundos, cogió una cuerda y torturando sus pezones, ató las cadenas de las pinzas y lo tensó todo lo que pudo. Haciendo gemir de dolor a Taylor.
En cuestión de segundos fue a la cara de su esposa.
Ambos se miraron, mientras que él le ponía otra cuerda en la argolla de la mordaza. La cual también tensó, hasta que él vio que su esposa estaba incomoda.
Joan admirando a su esposa como si fuera una obra de arte por unos segundos, sintió como si todo volviese a empezar. Pero eso no le impidió ir detrás de su esposa y agarrarla por la cadera, como si fuera una sumisa más.
Él roce de sus manos en el cuerpo de su esposa, hizo que Joan tuviese una erección. Pero dejo de pensar y cogió las cuerdas del sexo y comenzó a estimular el clítoris de su esposa con ellas. Hasta que los gemidos de Taylor hicieron que parase en pocos segundos.
En breve, fue ante ella. Se agachó y cogió el vibrador.
Desatando la cuerda de la vagina en pocos segundos, puso ahí el vibrador y después volvió a atar la cuerda en la espalda de su mujer. Dejándola bien sujeta.
Cuando Joan observó el miedo de su esposa en la mirada, encendió el vibrador.
Ella comenzó a gemir, mientras que Joan volvió al cajón y saco de allí una paleta. Pues quería darle unos azotes. Algo que sabía que le excitaba y que con ello debía de correrse. Pero esa mañana solo quería torturar a la mujer que ahora amaba y que le traiciono con su peor enemigo.
En breve, comenzó a darle con aquella paleta, mientras que ella gemía por el dolor en el sexo, en los senos y sobre su boca.
Joan descargó aquella ira del día anterior durante media hora. Y sabía que las heridas del látigo aun estaban ahí.
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Cuarenta Días de Liberación (Una Noche En Verona IV)
Подростковая литератураTras marcharse sin dar una respuesta a sus sentimientos, Taylor regresa mientras que su hermano celebra su matrimonio con Clare. Y sabe que la respuesta que da en esos momentos, va en contra de su felicidad. Tras algunos años de matrimonio, las cosa...