Epílogo

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Añoraba tener esta sensación de bienestar desde hace muchos años. Desde que era una niña y lo tenía todo. Incluso a mi padre. El cual me falta en un día tan importante como hoy.

Han pasado seis meses desde que enviudé y había pensado en que la felicidad me debía una desde hace cinco años. Y creía que era hora de ser feliz por una vez.

Aquí ante el espejo, me veo vestida de blanco y con un moño totalmente sofisticado. Nunca pensé que estaría delante de un espejo y vestida de novia y a punto de cumplir uno de mis mayores sueños. Y aunque nunca me pusiera un vestido de novia cuando me case con Joan, sabía que ese era el momento. El hombre que me destrozó la vida. Pero no sería una Parker si no tuviera la vida destrozada. De eso lo aprendí de mi hermano Allan. Y sabía que él tenía un pasado más oscuro que el mío y a pesar de todo seguía ahí. En pie con su esposa y sus hijos.

Hace días sentía una extraña sensación. Era como aquella vez que fui madre por primera vez. Pero era normal. Son los mismos nervios de la boda.

Recuerdo aquella noche en Verona. Cuándo el destino te puso en mi camino a James y desde entonces él no ha parado de buscarme y de amarme. A pesar de que lo hice muerto hace cuatro años y medio, yo nunca le dije a amar. Ya que sabía que el eres la única persona que hacía que mis sentidos se despertarán de una forma especial. No en la forma en la que yo solía tocarme y yo solía asquearme cuando me tocaba. James era sin duda la persona que estaba destinada a estar en mi vida hasta que la muerte nos separase.

―¿Estás lista herma...? ―dijo mi hermano mientras que entraba en la habitación que solía usar cuando vivía en casa de mis padres―. Estás preciosa.

―Gracias Allan.

―Estás lista para ir al altar.

―Muy lista.

―Me alegro de que hayas escogido Verona para casarte.

―Pues quería casarme en el lugar donde comenzó nuestra historia de amor.

Allan me ofreció su brazo y lo cogí enseguida. Ya que estaba dispuesta a casarme y lo decía con todo el corazón. Pues caminaba hacia el altar muy enamorada.

Cuando llegamos a la Basílica de San Lorenzo, agarré bien el brazo de mi hermano para que no me cayese. Estaba viviendo un sueño y estaba claro que lo estaba haciendo realidad.

Cuando entramos por la puerta de la basílica y la marcha nupcial empezó a sonar, mire hacia el altar y vienes vestido tan elegante con su traje de novio. Eso me hizo entender de qué íbamos a unirnos eternamente.

Allan y yo comenzamos a caminar. Y con cada paso que dábamos, yo iba apretando cada vez más fuerte con mi mano el brazo de mi hermano. Estaba bastante nerviosa. Estaba a punto de unir mi vida el matrimonio con el hombre que amaba y ahora era hasta que la muerte nos separase. Aunque yo diría para toda la eternidad.

Cuando llegamos al altar, observé como mi tío Carlo y el resto de mi familia estaba allí presentes. Viendo como mi felicidad se completaba.

James me dio un beso en la mejilla cuando llegué a ante él. Eso me dio la paz que tanto buscaba.

Ante el padre Francesco, puse una sonrisa de oreja a oreja. Pues el padre Francesco me conocía desde que era una niña. Él era muy joven cuando me bautizó y me recordaba porque había donado varios donativos a su iglesia antes de casarme con Joan. Algo que volvería hacer de nuevo estando casada con James.

Durante una hermosa ceremonia, el padre leyó uno de los salmos que más me gustaba. Ahora tenía que ver a decirle a Dios por todo lo que había hecho por mí y por salvarme con vida aquel fatídico día en el cual casi muero ahogada. Un salmo donde el amor siempre florecía y siempre estaba. Algo que sentía yo por James.

Tras dar nuestros votos matrimoniales y dar el sí quiero, James y yo nos dimos un largo beso en el cual parecía que no había nadie la basílica.

Después de salir de la Basílica de San Lorenzo, ambos nos fuimos para celebrar nuestro matrimonio. Nunca me había imaginado que podría celebrar a lo grande mi matrimonio en un hotel que ahora era también mío. Algo que compartía con mí ahora esposo.

Tras la larga reunión con la familia, donde estuvimos comiendo y bebiendo, conocí al padre de mí cuñada Clare.

Durante la reunión también, ella nos dijo que estaba embarazada de nuevo de un hijo de mi hermano. Algo que me alegraba saber.

Me sentí un poco mareada. Algo en lo que James me ayudo un poco para poder sentarme.

Después de que se me pasará el mareo, James y yo comenzamos a bailar el primer baile de marido y mujer. Fue cuando vi a mi flamante marido sonreír por primera vez después de tantos años. Pues sabía que el mal había acabado por fin entre nosotros.

Me das que observamos como nuestra familia disfrutaba del baile, James y yo fuimos a dar un paseo por las traseras del jardín del hotel. Me parecía justo de que supiera algo que yo ya sabía y que quería darle una sorpresa para el día tan especial que era.

Cuando nos paramos ante maravilloso atardecer, James me agarró como aquella vez antes de que Joan me secuestrara y medio un beso en los labios.

De pronto me volví a sentir mareada y James me agarró fuerte para que no me cayese.

Sentándome contra la pequeña fuente que había, él me dijo:

―Mañana te llevaré a un doctor. Ya sabes que no me gusta que estés enferma.

―Tranquilo James. Eso es normal en mi estado ―le respondí.

―¿Qué estado?

Él se pone a pensar y me dijo:

―¡Oh! Estás...

―Sí. Estoy embarazada.

―Pero como. Si hace días no sentías nada.

―Tuve una sospecha de ello hace un par de semanas. Me hice unas pruebas y salió positivo.

James me levanto enseguida y me levanto por el aire sonriendo de felicidad. Algo que ya no pude evitar.

―Te amo ―me dijo piensas que me bajaba suelo.

―Y yo también a ti.

Después de confesarle de que la amaba, James y yo nos dimos de nuevo un beso.

Y no me di el tiempo y la eternidad. Porque sabía que aquella noche en Verona en que lo conocí, me liberarían de las cadenas de un amor que me aprisionaba. Ahora es amor pasó a ser cuarenta días de liberación de mi alma.


Fin.

Cuarenta Días de Liberación (Una Noche En Verona IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora