Capítulo 20

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A las ocho de la mañana del día siguiente, el avión de James aterrizó en Madrid.

Allí, él se topó con Tania. Ambos habían aterrizado al mismo tiempo y se habían encontrado en el mismo lugar. Ya que se habían encontrado cogiendo sus maletas.

Después de que ambos la cogieran, salieron en pocos minutos del aeropuerto. Montándose en un coche que James alquiló antes de subirse al avión.

Mientras que iban en el coche, James comenzó a pensar en lo que haría se encontrase a la mujer que amaba muerta. Era algo que le quitaba las ganas de vivir. Pero tras pensar en qué Tania podría tener la solución a ese problema de no encontrarla muerta, tenía la esperanza de volver a estar con ella de nuevo.

Cuando ambos llegaron al hotel, se registraron y después se marcharon a descansar. Pero antes de entrar en sus habitaciones, James y Tania, quedaron a la hora en que el amigo policía llegase a España. Ya que él también quería escuchar la historia que Tania tenía que contarle a James. Algo que podría ayudar a encontrar a Taylor y a Joan.

Ella comenzó a oler a café recién hecho, mientras que escuchaba como la puerta de su prisión se abría. Fue cuando se percató de que Joan iba de nuevo a torturarla.

Cuando él abrió la puerta, Taylor observó la figura de su esposo. Que entraba con algo en las manos.

Joan cerró la puerta con llave y después fue a dejar la bandeja a un lado.

En breve, él fue ante su esposa. Mirándola con deseo.

En pocos segundos, Joan comenzó a desatar a Taylor.

Cuando la tuvo desatada, Joan le quitó la mordaza y después fue a buscar un botellín de agua.

En breve, Joan se lo entregó a Taylor y ella comenzó a beber rápidamente.

―Lo suponía. Espero que también tengas hambre ―le dijo él.

―Llevo dos días sin comer, creo que es justo como tú esposa que me des alimentos.

―Pues como tú marido que soy y ahora tu cautivador, deberías de saber cuándo vas a recibir alimentos. Cuando hagas algo mal como lo que has hecho al denunciarme, tendrás un castigo. Acción, reacción.

―Ni podrás mantenerme siempre sin alimentos.

―¡Ah no! Eso lo verás. Soy tan malvado como compasivo.

Ambos hicieron una pausa:

―Come. Te sentará bien ―dijo él de nuevo.

Taylor obedeció y cuando Joan le ofreció la bandeja, ella probó bocado.

Joan comenzó a mirar a su esposa como comía. Algo que últimamente no había vuelto a hacer. Pues ya sabía de su ausencia en el departamento.

―¿Vas a volver a atarme? ―preguntó ella.

―Creo te sabes la respuesta a ello, Taylor

―Ya ―ella dio el primer bocado.

Ambos se miraron a los ojos y te ir lo de pregunto:

―¿Cuando veré a mis hijos?

―Nunca.

―¡Que!

―Te advertir lo que pasaría si volvías a desobedecerme.

―No voy a permitir que me Internet en un centro para enfermos mentales.

―Eso lo verás. Quizás decida ponerte yo mismo la camisa de fuerza y obligarte a hacer lo que no quieras.

―¿Por qué es tan cruel conmigo?

Cuarenta Días de Liberación (Una Noche En Verona IV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora