|Capitulo 8|

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Capítulo 8

—Alice, —musitó justo como hacíamos antes. Yo lo llamaba por su nombre y segundos después él hacía lo mismo. Había pasado tanto tiempo desde la última vez que lo vi, que había olvidado lo mucho que extrañaba ver su cara. Sus facciones y toda la tranquilidad que él me inspiraba.

Ayden era el hermano mayor de Adela. Tenía veintitrés años, se había mudado a Londres hacía un año más o menos, y, había sido el primer chico en el que se había fijado. Por supuesto que me había llevado la rechazada de mi vida. Ayden era mucho mayor que yo. Pero realmente en ese momento no me importaba la edad. Pero era evidente que era una niña para él, que él solo me veía como la mejor amiga de su hermana. Como su hermanita pequeña.

Ese día, cuando me senté frente a él. Me crucé de piernas y me le quedé viendo fijamente, Ayden me preguntó si sucedía algo. Si algún chico se había propasado conmigo, porque no le importaba ir y romperle la cara. Me reí y negué con la cabeza, después, le eché un vistazo a lo que hacía. Tenía un montón de papeles sobre el amplio escritorio de su habitación, entre ellos la carta de aceptación de la universidad de Londres. Se iría, eso era definitivo, les juro que lo único que pasó por mi cabeza fue que él no podía irse sin saber que yo me moría por él.

Así que me armé de valor y le solté, con la voz temblorosa y la mirada baja que él me gustaba. Que entendía si yo no le gustaba a él, pero que, debía decírselo porque si no, me moriría con eso atascado.

Ayden me había mirado por mucho tiempo, y luego, como si temiese de mi reacción, se había levantado de la silla, había caminado hasta donde yo estaba y se había agachado, quedando entre mis piernas. Fue una posición tan intimidad que mi pobre corazón se dislocó. Muchísimo más cuando él alzó mi cara con sus dedos fríos y me obligó a mirarlo. Me encontré de lleno con esos ojos verdes oscuros que tanto me gustaban.

—No te diré que estás confundida, porque no soy nadie para saber que sientes y que no, —él había empezado diciendo con una calma y tranquilidad que me tenían más nerviosa, —pero míranos, pequeña. Soy mucho mayor que tú, eres como mi hermanita pequeña, te quiero, y lo sabes.

—Pero no como yo te quiero a ti —había susurrado yo, entendiendo por dónde iba. Suspiré, y después de mí, él hizo lo mismo.

—Lo siento mucho. Peque, de verdad siento mucho no poder corresponder lo que sientes.

Asentí, limpie unas pocas lágrimas que habían rodado por mi mejilla y le sonreí. Desde ese día, me ordené sacar todo el amor que decía tenerle. Me ordené verlo como lo que realmente era. No sabía en qué momento había caído en ese odioso cliché de que me gustase el hermano de mi mejor amiga, pero desde luego no había terminado como se suponía. Ayden era mucho mayor que yo, y como él mismo había dicho, solo me veía como una hermanita pequeña. Así que lo mejor fue intentar con todas mis fuerzas dejar ese amor no fraternal atrás.  Y entonces, cuando logré sacarlo de mí sistema,  lo vi de nuevo como lo que realmente era. Un hermano mayor.

No lo había visto desde lo de mamá. Ayden había estado ahí para mí al igual que Adela y su familia. Ellos me habían ayudado, me habían acogido como parte de su familia sin problema alguno, y se los agradecería tanto. Porque de verdad que lo último que quería era terminar viviendo con la familia de mi papá. Esa que por alguna razón no me soportaba ni un poco, y podía asegurar que el sentimiento era mutuo.

Me le quedé viendo al chico frente a mí por un largo rato con una sonrisa plantada en la cara. Verlo se sentía tan bien, que no sabía si moverme o solo quedarme ahí.
Él me sonrió y sentí como mi corazón loco palpitó con fuerza cuando él me miró. Cuando esos ojos verdes oscuros cayeron sobre mí, y esos labios carnosos me dieron una sonrisa encantadora. Cuando el característico olor de su colonia llegó hasta mí.

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