|Capitulo 17|

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Capítulo 17

Había despertado, y la cabeza me martillaba como si me hubiese golpeado muchísimas veces la noche anterior. No sabía exactamente qué había sucedido porque mi mente era un caos, y solo recordaba pequeños fragmentos de anoche.

Retos, verdades, alcohol adulterado, y besos... recordaba muchos besos, pero no sabía a ciencia cierta si había participado en algunos. Solo me recordaba riéndome, bebiendo, y...nada más. No recordaba nada más.

Me había despertado con los chillidos de Adela. Se quejaba constantemente de que le dolía la cabeza, y de hecho, al igual que yo, no recordaba mucho.

Owen se había quedado dormido en nuestro sofá, y Rice había dormido con Adela. Y aún con el palpitante dolor de cada uno, habíamos decidido hacer el viaje que Owen y yo habíamos planeado.

Cuando llegamos a lo que Owen describió como una pequeña cabaña en las montañas. Pero que realmente era una: mansión en las montañas. Mis ojos se abrieron tanto, con verdadero asombro que el chico a mi lado soltó a reírse. Se burló de mí, argumentando que para tener tanto dinero todo me impresionaba.

Es decir, había dicho miles de veces que no era dueña del dinero de los padres de Adela, y aunque podía gastar tanto como quería no lo veía necesario, y quizá por solo ese hecho, la tarjeta de crédito que ellos habían habilitado para mí, se estaba pudriendo en dinero.

Giré la cabeza y puse mala cara. Saúl, quien había sido invitado por su mejor amigo, alias mi novio, me devolvió la mirada, esta vez dejando de reír. Le di una mirada de cuerpo completo, y me fijé que realmente ese chico no se veía mal, o, no sabía. No lo veía con ningunos ojos, ni de amistad ni de algo más extraño. Tenía todo el cabello rubio alborotado, y la piel de la cara, bastante pálida y sin una pequeña imperfección.

Realmente se veía como el niño bonito con dinero que era. Y debía admitir, eso no me gustaba.

Saúl nunca me había agradado lo suficiente para entablar una amistad con él. Y ambos los entendíamos porque creía, que de igual forma, yo no le agradaba. No sabía en qué momento eso había sucedido, quizá fue en mi primer año en el instituto cuando lo vi golpear con un balón a un chico de lentes unas cinco veces. Quizá fue ese mismo día cuando me acerqué hasta donde él estaba, cogí el balón del suelo, y se lo lance a él en la cabeza las mismas cinco veces acompañado de unos cuantos insultos ingeniosos. Por supuesto que él me gritó, pero realmente le grité más fuerte después. Hablábamos cuando era necesario y no más de quince palabras y estaba bien para mí, porque no quería ir más lejos con ese chico que año tras año, se empeñaba en querer sobresalir.

En creerse la gran mierda.

Era tan egocéntrico, y creído que todas mis ganas de que las cosas cambiaran entre nosotros se disipaban cuando abría la boca. Mentalmente siempre me pregunté cómo era que un tipo como él, había terminado siendo mejor amigo de Owen. Es decir, no encajaban, y quizá su mera presencia manchaba la de Owen.

No es que Owen fuese la mejor persona del mundo. Pero no era todo lo que su mejor amigo representaba ni por asomo. Al contrario de su mejor amigo, Owen no iba por la vida queriendo sobresalir y sintiéndose un Rey. Y quizá eso era lo que lo hacía querido y popular. Ni siquiera intentaba ser notado.

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