I: ¿Hasta que la muerte nos separe?

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Se revolvió inquieto entre las sábanas, sin poder siquiera arrimarse a conciliar el sueño, pues por primera vez en la vida los párpados no le pesaban. Y la pereza no era dueña de su casa, ya no sentía ese aburrimiento e indiferencia a todo a su alrededor. Quizá en otra situación las cosas hubieran sido diferentes y hubiera podido, de alguna forma, mantener la calma y racionalidad pero esta vez no, todo era demasiado problemático. Y la situación lo sobrepasaba.

Intentaba de sobremanera hilar una serie de pensamientos coherentemente sin embargo su mente enmarañada parecía imposible de aclararse. Ni siquiera sabía el porque de su reacción, lo había tomado por sorpresa. Jamás se hubiera imaginado algo así ¿Adónde había huido su serenidad? No parecía el momento adecuado para abandonarlo.

Y así la noche murió, entre suspiros furtivos de horas eternas.

Ese momento había llegado rebuscó en el bolsillo de su pantalón, con el pulso fallándole y traicionándolo, mientras intentaba encontrar aquello que había preparado la noche anterior con el solo fin de evitar justamente aquella situación claramente insostenible.

Su cuerpo exageradamente rígido en aquella blanca habitación al mismo tiempo que miraba con los ojos perdidos a través de aquel límpido cristal de colorido diseño. Llamándole particularmente la atención el efecto que éste producía, ya que al atravesarlo la luz del sol se distorsionaba curiosamente dejando pasar haces de luces rojas como el fuego, amarillas como el ámbar y verdes esmeraldas.

Suspiró, aquello era demasiado. No sabía siquiera como podía aún mantener la calma apariencia. En su interior gritaba de miedo, aquello no era lo que había esperado en absoluto. Jamás hubiera considerado tal sensación posible... estaba nervioso. Sin embargo, sintió un temporal alivio al instante en que las desnudas yemas de sus dedos rozaron el delgado papel del pequeño objeto que segundos instantes estaba buscando.

-¿Shikamaru? - en ese instante la voz familiar proveniente de la puerta lo distrajo e inmediatamente sus dedos dejaron escapar una vez más el delgado objeto en los confines del bolsillo de su pantalón, dejando ir con él su única esperanza de tranquilizarse.

-Chouji- se limitó el moreno a responder, con voz pausada, su rostro escondiendo el caos que era su interior.

-¿Cómo estás?- preguntó sonriendo, Shikamaru se limitó a bufar. Como si no hubiera escuchado esa pregunta antes durante aquel dichoso día. Sin embargo se limito a responder por cortesía, después de todo se trataba de su mejor amigo, ni más ni menos.

-Bien- por supuesto, aquello era mentira pero Chouji no necesitaba saberlo. Nadie necesitaba saberlo, siempre y cuando permaneciera firme todo estaría bien.

-¿Seguro?- lo cuestionó entrecerrando sus pequeños ojos mientras escudriñaba con la mirada a su mejor amigo en busca de alguna señal de ansiedad. Por supuesto, no encontró nada. Shikamaru parecía sereno, y en su interior el Nara se alegraba de poder mantener aquella fachada.

-Por supuesto- arqueó una ceja, su amigo no cedía ¿Quieres dejar de verme así Chouji? Es problemático-

El Akimichi rió y recuperó su postura habitual -Por supuesto. Aunque... no entiendo como puedes estar tan calmo-

-No es tan difícil- aquella era quizá la mayor de todas las mentiras y en su interior rogaba poder decírselo, sin embargo calló. Era simplemente imposible decirle a Chouji aquello en aquel preciso instante. Lo pondría en una situación incómoda de la cual el no tenía porque ser partícipe, después de todo el cobarde era él, no su amigo.

Hasta que la muerte...[Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora