Capítulo 3: Interés, no amabilidad.

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Me senté al lado de Martina, en el borde de la vereda. Me miró de reojo y su mirada volvió a la calle.

— ¿Para qué saliste? —Me preguntó— Tendrías que estar consolando a tu mejor amiga de que el novio la engañó y que te peleaste con Máximo antes de prestarle atención a ella.

—Primero, Cristian no es el novio —dije esperando que me mirara, pero ni se inmutó—, segundo, ya le hablé y ahora está con mis amigos; y tercero, pero no menos importante, quería hablar con vos.

— ¿Ah, sí? —Rió sin gracia— ¿Y sobre qué?

—Sabías que Cristian y Ámber estaban en algo, ¿por qué lo hiciste? —me miró. Esperó dos segundos y volvió a mirar la calle.

—Ya lo dije. Porque quería demostrarle —carraspeó su garganta—, perdón, quería demostrarle que la iba a engañar tarde o temprano —me miró—. Deberían agradecerme, al menos se enteró.

— ¿Tenías un gallo o no puedes hablar del tema? —pregunté refiriéndome a su carraspeo.

—Tengo la garganta seca —asentí con la cabeza, desconfiado.

—No me agradeciste.

— ¿Qué cosa? —frunció el ceño.

—Te defendí —rió de nuevo, irónica, como si esa carta fuera su comodín.

— ¿Te lo pedí acaso? No necesito que nadie me defienda. ¿Enserio quieres que te agradezca y te felicite por golpear a alguien? Por favor, ¿cuántos años tienes? —me paré— No pedí tu ayuda.

—De nada —entornó los ojos y me dio la espalda, comenzando a caminar—. Sabes que él te estaba acosando. Nadie tiene por qué tocarte —se detuvo y giró su cabeza para mirarme.

— Y tú no tienes por qué carajo defenderme, haciéndome quedar como una dependiente —volteó su cuerpo—. Haciéndome quedar como una débil que necesita de otros para salir del problema. Y, ¿sabes qué? —Soltó aire y negó con su cabeza— Te hubiese dicho gracias si no hubieras abierto la boca, pero lo hiciste y confirmé que lo que hiciste fue por interés y no por ser amable—volvió a darme la espalda.

— ¿Qué quieres decir con que fue por interés?

—Déjalo —fue lo último que dijo y entró a la casa.

Segundos después mis amigos aparecieron.

— ¿Nos vamos? —preguntó Ámber.

—Sí, esto se re pinchó —acompañó Cedric.

— ¿No te vas a lavar las manos? —se dirigió a mí mi amiga.

— ¿Debería? —dije mirándome los nudillos.

—No sé. ¿Quieres ir en el colectivo con sangre en tus puños? —Me limpié con mi propia ropa— Roñoso —rió un poco.

Una vez en el autobús Cedric y Ámber se sentaron en asientos individuales mientras que Sofía y yo en el mismo.

— ¿Estás cansada? —le pregunté a mi acompañante.

—Ajá —respondió seca.

— ¿Qué te pasa? —me miró con mala cara.

— ¿Qué me pasa? —Repitió— Me pasa que te peleaste con Máximo por defender a la piba que besó al que sale con tu mejor amiga, eso me pasa —fruncí el ceño.

— ¿Qué esperabas que haga? ¿Dejar que la toquen sin su consentimiento?

—No seas imbécil, ambos sabemos que se podía defender sola y que lo hiciste porque andas de caliente con ella y por eso quieres quedar bien.

Mi mala.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora