*editado.*
Pasaron dos semanas desde el inicio de clases. No hablé con Martina ni me acerqué a ella mucho. Quizás fue por falta de oportunidades o inseguridad con un tinte de intimidación de parte de su personalidad que a la vez me atraía.
Los profesores ya comenzaban con los - trabajos prácticos y lecciones. Justo en ese momento estábamos en una evaluación oral de filosofía, me saqué un ocho y Martina la estaba dando.
—...Y esta mujer, Elizabeth, participó activamente en grupos católicos y políticos, y en 1989 la Universidad de Navarra le otorgó el doctorado honoris causa —contó.
—Eres la primera que nombró filósofas mujeres —acotó la profesora.
—Sí, lo sé. La mayoría piensa que solo existen los filósofos o los más reconocidos son ellos. Cuando estudié esto me pregunté si había mujeres y sí, entonces me interesó y acá estoy —la mujer asintió con la cabeza y anotó algo en el dos cuadernos, uno más grande que el otro.
—Muy bien, Kickett, tiene nueve —dijo extendiéndole el cuaderno pequeño.
—Gracias —le respondió, lo agarró y se sentó.
En ese tiempo noté que ella no encajaba en ninguna generalización ni etiqueta a la cual estaba aferrado debido a películas y series de televisión. Martina era inteligente pero se juntaba con el grupo de los peores promedios, sus notas altas y belleza física la destacaban y combatían aquellos estereotipos de la gente que estudia. Prestaba atención en las explicaciones pero al terminar su tarea rápido, hablaba con frecuencia con Máximo, Eliana y Francisco. Incluso a veces lo hacía mientras realizaba las actividades que luego aprobaba con diez. Eso me llamó la atención debido a que podía hacer varias cosas al mismo tiempo sin fallar en ninguna. Reía poco y las veces que lo hacía normalmente era con sarcasmo. Parecía que siempre estaba pensando o analizando algo. Si eso era así, se parecía a mí ya que yo también analizaba de más las situaciones.
La campana del recreo y la emoción de Ámber me arrancaron de mis pensamientos:
— ¡Cristian me dijo de salir el lunes que viene! —Contó.
— ¿Pero no va a ir al cumpleaños de Eliana? —preguntó Sofía. El siguiente sábado se festejaba los diecisiete de nuestra compañera e invitó a todo el curso, incluyendo gente de otros lados— Ahí se van a ver también.
—Sí, pero es distinto. Allí vamos a estar con toda la gente pasándola bien, en cambio el lunes vamos a estar paseando solos y así.
— ¿Así que andas con alguien? —cuestionó Martina a nuestro lado. Había estado escuchando la conversación. Me pregunté si fue con intención o por casualidad. Sonrió con esa misma vibra extraña de antes y se nos acercó— Cuídalo, no vaya a ser que se te escape —dijo y salió del curso.
Eso sonó como una amenaza o aviso malintencionado.
— ¿Qué fue eso? —preguntó Cedric. La castaña negó.
—No lo sé, no me importa —contestó Ámber con desagrado—. Vamos.
En el resto de la semana amagué entre ir a hablarle o no a Martina. Me sentía algo ridículo y extraño, aún más cuando estaba rodeada de gente que casi ni me hablo ni deseo hacerlo, aunque de todas formas quería saber más de ella. No sé por qué era, si me había quedado medio chocado con su mirada o por lo que contó Ámber sobre ella o lo que ella le dijo Ámber; pero quería saber sobre su persona. Algo. No sé qué buscaba exactamente, pero debía encontrarlo.
El sábado llegó con mucho entusiasmo por parte de mi mejor amiga. Le hacía mucha ilusión el poder verse con el chico que le gustaba luego de tanto tiempo. Eso me ponía feliz por ella, luego de todo lo que pasó era momento de que le ocurra algo bueno y esté con alguien que enserio la quiera.
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Mi mala.
Ficção AdolescenteSi los ojos eran la ventana al alma, los de ella no estaban únicamente cerradas con tablones gruesos de madera, sino que tenía candados, cadenas y cualquier mecanismo de defensa allí. Pero, por alguna razón, necesitaba entrar de lleno por esa ventan...