Era la tercera vez que veía a Alan después de lo ocurrido en la casa de Nicole. La primera vez fue en una heladería, luego en un parque.
Me esperaba en la puerta del cine. No recuerdo qué película veríamos, pero sabía que no le prestaría demasiada atención. No fue difícil conseguir el permiso de mamá. A papá no lo veía desde el día anterior a ese, así que no alarmé mucho por contarle.
Lo saludé e hicimos la fila para poder entrar. Él ya había comprado las entradas, y yo me encargaba de la comida que obtuve antes de entrar a la sala.
Nos sentamos en una de las últimas filas. De esas que cuando vas con alguien, sabes desde el principio que te vas a sentar allí. Eso me hizo recordar a las palabras de Nicole:
—Escúchame, no vayan a ver en 3D. Los anteojos van a molestar demasiado a la hora de besarse —aconsejó—. Y, seguramente Alan ya va a saber pero, siéntense en la última fila y en el lado de la esquina, así no ponen incómodo a nadie que sí quiere ver la película, ni se ponen ustedes incómodos porque alguien los está mirando.
—Y sobre todo disfruta, Martina —se metió Julián—, que para eso vas.
Las piernas me temblaban sin razón aparente. Es decir, estaba nerviosa pero no lo suficiente como para que mi cuerpo manifieste la preocupación.
La película transcurría de forma lenta. Él también se movía aletargado. Me causaba mucha ansiedad eso y aumentaba mi nerviosismo. Solo pensaba « ¡haz lo que tienes que hacer!». Pero mi mente se calmó cuando entrelazó nuestras manos. Me miró y sonrió. Hice lo mismo, fingiendo mostrarme tranquila. La sequedad comenzó a invadirme.
Agarré el vaso a mi derecha y tomé de él. Suspiré. « ¿Ahora también tengo sed si finjo con acciones? Espero que no pase cuando tenga que actuar» pedí.
Tomando aire, me apoyé en su hombro e inmediato puso su cabeza sobre la mía. Acaricio con suavidad mi mano, causándome cosquilleos. «Parecemos una puta pareja» me dije y solté una pequeña risa.
— ¿De qué te reís? —preguntó curioso.
—Me haces cosquillas y eso me hace reír —mentí a medias. Se reincorporó. Hice lo mismo.
— ¿Así que sos cosquilluda? —habló juguetón. Entrecerré los ojos.
—Hey, no. Sé lo que vas a hacer y no se te ocurr... —traté de decirle, pero me atacó tocando las partes sensibles de mi cuerpo, obligándome a retorcerme— ¡Basta, Alan! —rogué entre pequeñas carcajadas.
—Shh, molestas a la gente que está viendo la película —bromeó.
Logré tomarle un brazo, provocando de manera accidentada que su mano apriete mi cintura. Se quedó quieto, con una sonrisa en el rostro. Lo solté pero se mantuvo en el mismo lugar, así que llevé mi mano a su cuello y lo besé.
El beso fue dulce al principio. Luego, entre que la película transcurría y nuevos besos aparecían, el último ya casi al final fue distinto. El movimiento de mi propia lengua nos sorprendió a ambos. Me gustó que haya reaccionado como lo hizo, trayéndome recuerdos de la noche que nos conocimos.
Hasta entonces no me había tocado las nalgas, pero entonces lo hizo. Aunque fue solo para usarlas como camino hasta llegar a mis piernas desnudas y, gracias a su tacto, erizadas. Las acariciaba con tanta suavidad que era sensual. A penas se separó de mí y dijo:
—Me tenés como querés, Martina.
Cuando salimos, me preguntó si tenía algo que hacer luego. Al contestarle que no, me ofreció ir a su casa. Aunque estaba asustadísima, no pude negarme. Algo dentro mío me advertía que si no iba, me arrepentiría. Y no quería perder una oportunidad por el miedo. Otra vez.
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Mi mala.
Novela JuvenilSi los ojos eran la ventana al alma, los de ella no estaban únicamente cerradas con tablones gruesos de madera, sino que tenía candados, cadenas y cualquier mecanismo de defensa allí. Pero, por alguna razón, necesitaba entrar de lleno por esa ventan...